Los datos, que muestran inequívocamente que estamos
ante una realidad pujante y cada día más presente en nuestro mundo
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Atendiendo a la actualidad que las sectas y los movimientos de religiosidad alternativa han logrado alcanzar, parece poco probable que alguien niegue la oportunidad o la importancia que adquiere hoy día conocer estas realidades.
Los datos, que muestran inequívocamente que
estamos ante una realidad pujante y cada día más presente en nuestro mundo, desmienten a todos aquellos que se
referían a estos grupos y movimientos como a una cuestión del pasado. Lo más
sensato, sin lugar a dudas, es reconocer que es importante y conveniente
conocerlos.
Sin embargo,
podríamos dar un paso más, al tiempo que desenmascaramos ciertos intentos
sutiles y complacientes que procuran sofocar el genio inquisitivo del ser
humano. No podemos conformarnos con un conocimiento vago y superficial. Como el
de aquél que reconoce que alguna vez, en alguna ocasión, oyó hablar de cierto
tema o asunto.
Es preciso
conocer en profundidad nuestro mundo. No nos basta con “conocer” -en el sentido
antes criticado- sin más el mundo en el que vivimos. Me refiero a que lo
verdaderamente crucial, lo verdaderamente propio del ser humano, es su estudio,
en cuanto que éste supone un acercamiento serio y riguroso. En realidad, sólo
así se produce el verdadero conocimiento.
En ocasiones,
podemos constatar cómo para algunos haber oído hablar alguna vez de algún
asunto provoca en el individuo -todos estamos sujetos a este peligro- la
sensación de haberse convertido en un repentino experto en la materia. Huyamos
de los peligros a los que conduce la ingenuidad. Y más aún en el tema que nos
ocupa.
Los movimientos de religiosidad alternativa
y las sectas recurren, como elemento identificativo de su modus operandi, al señuelo y a la
simulación. Necesitamos
despertar todos nuestros sentidos, si es que éstos se durmieron. Estos grupos y
movimientos cuentan, como una de sus más peligrosas cualidades, con la
capacidad de permear y filtrarse en aquellos grupos o colectivos a los que
dirigen sus intentos de propagación.
Son, por definición, camaleónicos. Expertos
en burlar las posibles vigilancias que pudieran interponerse en su camino.Logran instilar, con suma facilidad, ideas
y concepciones que, en la mayor parte de las ocasiones, presentan escasa o nula
credibilidad. Y pese a ello, son, a la postre, difícilmente extirpables.
De ahí
precisamente su éxito: logran introducir en el ánimo doctrinas y cosmovisiones
que, una vez incrustadas, incluso desaparecido el grupo o la sociedad que las
instiló, logran una pervivencia o permanencia insospechada al inicio. Con lo
cual, es necesario -incluso, sin duda, urgente- estudiar estas realidades.
Saturación del
supermercado espiritual
Su presencia en las redes sociales no ha
hecho más que agravar los peligros y acortar la mecha de los “artefactos” con
que dinamitan nuestro mundo. Para neutralizarlos, desactivarlos y anular su
peligro, no basta con conocerlos de oídas. Es preciso estudiarlos. Sus mensajes
populistas logran ofuscar los entendimientos y confundir las conciencias.
En efecto, en
las oleadas de mensajes que dirigen a su público, las primeras aguas en llegar
son las compuestas por palabras complacientes que muchos quieren escuchar. Sus
primeros mensajes encajan a la perfección con los reclamos del relativismo y la
delicuescencia que definen a nuestro mundo.
Cuando en
nuestro mundo, como podemos comprobar no sin angustia y preocupación, van
ganando cada vez más terreno
los populismos de corte político, no resultaría en absoluto sensato pensar que
el populismo religioso hubiera, por contra, de tender a menguar.
Antes al
contrario, los populismos políticos encuentran un excelente aliado en los
populismos religiosos. Quizá la matriz, de unos y de otros, sea la misma.
Cuando reina el consumismo compulsivo, no es extrañar que acabe instalándose
también una suerte de consumismo “religioso”: el de aquel que hace reiki, lee
alguno de los libros de OSHO -aunque no lo sepa-, aplaude a las pseudoterapias,
se reconoce -ingenuamente, claro- budista, pretenden liberarse de traumas
pasados con constelaciones familiares y se encomiendan al mindfulness al tiempo
que reniega de la tradición espiritual del cristianismo. No en vano se ha
convertido ya en clásica la imagen del supermercado espiritual para explicar o
describir el escenario que dibujan en nuestra sociedad los movimientos de
religiosidad alternativa.
En la
vorágine consumista la persona, reducida a individuo y de ahí conducida al
abismo, acaba siendo consumida. El consumista consumido. En el supermercado
espiritual, meca del consumismo religioso, la verdad es traicionada y
suplantada por sus sucedáneos, de tal suerte que la persona acaba siendo
también consumida.
Desafíos pendientes
Entonces, ¿por qué es importante estudiar
las sectas y los movimientos de religiosidad alternativa? En primer lugar, por
el ejercicio de la caridad. Además, porque una respuesta auténticamente
misionera así lo exige. En tercer lugar, porque nos encontramos ante un
escenario en que velar por la dignidad humana puede ayudar a encontrar
soluciones a los graves problemas que plantean a la sociedad y a las religiones
tradicionales.
Estos grupos
y realidades presentan, en muchas ocasiones, una gran actividad, a veces
incluso frenética: crean grupos o sociedades pantallas, publican trabajos y
revistas, organizan eventos de muy diversa índole… Solo con dedicación y
estudio se logra a seguir sus pasos. Y finalmente, es
importante su estudio porque estos grupos emplean -en sus estrategias de
simulación y señuelo- simbolismo religioso de múltiples tradiciones, también la
cristiana, y se permiten hablar de Cristo y de la Iglesia como estrategia
proselitista.
Al hacerlo,
provocan confusión y generan equívocos que conviene resolver con toda la
precisión técnica que aporta un estudio esmerado y profundo. Frente al
relativismo y la confusión, servicio a la verdad. Amor a la verdad. Donde no
hay amor, ya no los dijo san Juan de la Cruz, pongamos amor y recibiremos amor.
Los centros
teológicos, facultades y universidades, tienen un importantísimo papel a este
respecto. También lo tienen los observatorios y las redes de estudio. Sin
embargo, conviene tener siempre en cuanta que el estudio científico proporciona
un apoyo formidable a la encomiable tarea de observatorios y centros de
atención a personas y familias afectadas.
Ángel Nuño López
Fuente: Aleteia