Una
semilla
Hola,
buenos días, hoy Joane nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Al
empezar el verano planté tres plantas de fresas en el invernadero, en un cajón
reservado para plantar comida para las tortugas. Cada día las riego y, cuando
veo alguna fresa madura, se la echo con el resto de su comida.
Junto
a una de las plantas empezaron a salir hojas de otro tipo de “hierba”, que fui
dejando crecer hasta que se ha convertido... ¡en una lechuga!
Me
puse a pensar en la semilla de la lechuga: ¿desde cuándo estaría en la tierra?
¿Será que no se dio el año pasado, y aún estaba ahí? No sé, pero la realidad es
que estaba ahí, permanecía en la tierra y ya. ¿Imaginas qué habría ocurrido si
la semilla se hubiera podido mirar a sí misma tiempo atrás? Seguro se hubiese
considerado inútil, pequeña, inservible... sin embargo, simplemente ha esperado
a que alguien la riegue, y después se ha dejado brotar, se ha dejado crecer
hasta convertirse en una lechuga, ¡y así sucede con cada una de las plantas que
tienes alrededor!
Cuántas
veces te juzgas por ser semilla, por palpar tu debilidad y, sin embargo, no
eres fruto de la casualidad: algún día te convertirás en aquello que Dios ha
soñado para ti; solo tienes que confiar, que dejarte hacer.
Los
apóstoles, a los ojos de los hombres, poco eran: analfabetos, torpes,
cobardes... y, sin embargo, Jesús veía en ellos mucho más allá de la semilla,
¡veía su sueño con ellos, veía la “lechuga”! Ellos se dejaron hacer, confiaron
y fueron sus testigos, ¡llegaron a dar su vida por Él! Sentir su debilidad no
les hacía rendirse, sino mirar más a Jesús y dejarse hacer por Él.
Hoy
el reto del Amor es que te ames semilla. Riega las plantas que tengas cerca
observándolas; piensa en tantas veces que te sale un juicio contra ti porque te
consideras “inútil, pequeño o inservible”, y transfórmalo en Acción de Gracias
por tu vida, porque el Señor te ha soñado como eres.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma