En
este último año varios obispos y sacerdotes de Australia han afirmado que
preferirían ir a la cárcel antes que romper el secreto de confesión, tal como
pretende exigirles una nueva ley
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De izquierda a derecha: San Juan Nepomuceno, San Mateo Correa Magallanes, P. Felipe Císcar Puig y P. Fernando Olmedo Reguera |
Por
tal motivo, ACI Prensa quiere recordar a cuatro valientes sacerdotes que
defendieron al extremo el sigilo sacramental.
1. San Juan Nepomuceno
San
Juan Nepomuceno fue un ejemplo de la protección al sigilo sacramental, siendo
el primer mártir que prefirió morir antes que revelar el secreto de confesión.
Nació
en Checoslovaquia entre los años 1340 y 1350, en Nepomuk.
Cuando
fue Vicario General del Arzobispado de Praga, el santo fue confesor de Sofía de
Baviera, la esposa del rey Wenceslao. Este último, que tenía ataques de cólera
y de celos, ordenó al sacerdote que le revelara los pecados de su mujer. La
negativa del santo enfureció a Wenceslao que amenazó con asesinarlo si no
accedía a su pedido.
Otro
conflicto entre Wenceslao y Juan Nepomuceno sucedió cuando el monarca quiso
apoderarse de un convento para darle sus riquezas a un pariente, pero el santo
se lo prohibió porque los bienes pertenecían a la Iglesia.
El
rey se llenó de cólera y ordenó torturarlo. El cuerpo de Juan
Nepomuceno fue arrojado al río Mondalva, después lo vecinos recogieron el
cadáver y lo sepultaron religiosamente. Era el año 1393.
2. San Mateo Correa
Magallanes
San
Mateo Correa Magallanes fue otro mártir del sigilo sacramental, fusilado en
México durante la Guerra Cristera por negarse a revelar confesiones de
prisioneros rebeldes.
Nació
en Tepechitlán (Zacatecas) el 22 de julio de 1866 y fue ordenado sacerdote en
1893. Se desempeñó como capellán en diversas haciendas y parroquias.
En
1927 fue arrestado por el ejército mexicano al mando del general Eulogio Ortiz.
Días
más tarde, el general mandó al P. Correa a confesar a un grupo de personas que
iban a ser fusiladas y después le exigió que le revelara las confesiones.
El
sacerdote se negó y luego ordenaron su ejecución. Actualmente, se veneran sus
restos en la Catedral de Durango.
Fue
beatificado el 22 de noviembre de 1992 y canonizado por San Juan Pablo II el 21
de mayo del 2000.
3. P. Felipe Císcar Puig
El
P. Felipe Císcar Puig fue un sacerdote valenciano que fue martirizado durante
la persecución religiosa de la Guerra Civil Española (1936) por guardar el
secreto de confesión.
La
Arquidiócesis de Valencia indicó que el P. Císcar fue conducido a la prisión de
Denia (Valencia, España), donde un fraile franciscano llamado Andrés Ivars
pidió confesarse a fines de agosto de 1936, porque intuía que iba a ser
fusilado.
“Tras
la confesión, intentaron arrancarle su contenido y ante su negativa a
revelarlo, los milicianos le amenazaron con matarle”. Según la declaración de
los testigos, el sacerdote respondió: “Haced lo que queráis pero yo no revelaré
la confesión, primero morir que eso.”
“Al
verle tan seguro, le llevaron a un simulacro de tribunal donde se le conminó
para la revelación del sigilo”, y como continuó firme en su postura, afirmando
que prefería morir, los milicianos le condenaron a muerte.
Subidos
a un coche el 8 de septiembre de 1936, Felipe Císcar y Andrés Ivars fueron
llevados a una comunidad valenciana donde fueron fusilados. Fallecieron a los
71 y 51 años de edad respectivamente.
Tanto
Felipe Císcar como Andrés Ivars forman parte de la causa de canonización de los
“Siervos de Dios Ricardo Pelufo Esteve y 43 compañeros y compañeras mártires”,
en la que figuran un total de 36 religiosos franciscanos.
4. P. Fernando Olmedo
Reguera
Este
sacerdote de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos fue asesinado el 12 de
agosto de 1936 y beatificado en Tarragona el 13 de octubre de 2013.
Nació
en Santiago de Compostela (España) el 10 de enero de 1873 y fue ordenado
sacerdote el 31 de julio de 1904.
Fue
Secretario Provincial hasta 1936, pero tuvo que abandonar el convento debido a
la persecución religiosa.
Al
ser detenido lo insultaron, vejaron, golpearon y le exigieron revelar el
secreto de confesión. Según la tradición fue fusilado por una especie de
tribunal popular en torno al Cuartel de la Montaña, una edificación militar de
Madrid construida durante el siglo XIX.
Sus
restos se encuentran en la cripta de la iglesia de Jesús de Medinaceli
(Madrid).
Fuente:
ACI Prensa