De
familia
Hola,
buenos días, hoy Sión nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
El
otro día la procuradora sacó un queso que nos habían regalado hacía poco
tiempo. Se trataba de un queso muy cremoso, de un suave color amarillo pálido,
una auténtica delicia a la vista... ¡¡pero un terrible atentado al olfato!!
¡Señor,
qué olor! ¡Apestaba a kilómetros de distancia!
Yo
ya estaba dando un paso atrás cuando vi la cara entusiasta de Israel:
-¡¡Este
queso está buenísimo!! ¡Es de los mejores! -viendo mi cara de incredulidad,
añadió- Huele un poco fuerte, sí, pero el sabor, ¡es increíble!
Reconozco
que me gusta probar sabores nuevos, así que, tras la apasionada defensa de
Israel, cogí un poquito.
A
punto estuve de comerme media barra de pan para quitarme el sabor de la
garganta. Casi muero.
-¿De
verdad te resulta tan fuerte? -me preguntó Israel asombrada- Pues en mi familia
lo comen hasta los niños más pequeños...
De
pronto caí en la cuenta: ¡lo que hace estar acostumbrado a algo!
Podemos
acostumbrarnos a sabores, pero también uno puede acostumbrarse a formas de
hablar, o de actuar. Lo que a alguien le parecería extraño, otros pueden verlo
como perfectamente normal. Y, como se puede educar el paladar y encontrar
deliciosos quesos cada vez más fuertes, también se puede educar la sensibilidad
hacia las personas, para ver detalles cada vez más pequeños.
¡Lo
mismo nos pasa con Jesucristo! Él actúa en tu vida cada día; la clave está en
aprender a descubrirLe, ¡en acostumbrar nuestra vista y nuestro corazón a
buscarle en todo!
Cada
vez que descubrimos Su presencia, cada vez que le damos gracias, nuestro
espíritu crece, se hace más fino y delicado, ¡se hace sensible a descubrirLe
aún más!
“Yo
estoy con vosotros todos los días”... Él, que es la Verdad, no puede mentir;
así pues, aprendamos a descubrirLe, ¡y disfrutemos de las aventuras que traiga
el nuevo día!
Hoy
el reto del amor es que cierres el día en acción de gracias. Te invito a que,
al llegar la noche, pares un momento con el Señor. De Su mano, repasa el día,
todo lo que ha sucedido, y dale gracias por cada una de las cosas buenas que te
ha regalado. No te preocupes si solo llegas a ver una o dos. Es el primer paso,
pero es el más importante: ¡tu vista se está entrenando a verLe! Llegará un
momento en que, tu oración de la noche, ¡será una cascada de acción de gracias!
¡Feliz día!
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma