Han sido llamados los secretarios particulares de
Dios
Zwiebackesser - Shutterstock |
Hemos venido meditando, en artículos
sencillos, la ayuda que los nueve coros de Ángeles nos prestan para llegar a la
verdadera felicidad que es la santidad.
Ya hemos hablado del coro de los
Serafines y de los Querubines (si se toma la Jerarquia de los Ángeles de manera
descendente); pues bien ahora es el turno para los Tronos.
Quisiera mencionar que estos
tres coros -Serafines, Querubines y Tronos- constituyen la primera jerarquía
angelical, la más cercana a Dios.
Igualmente, hago mención a que estos
artículos son basados en la Sagrada Escritura, textos del Magisterio y
enseñanzas de los santos.
Esto, para distinguirlo de uno
de los peligros presentes en este camino para llegar a la santidad, que es el
del “gnosticismo”; peligro ante el cual el Papa alerta en su exhortación Gaudete
et Exsultate.
Y esto es lo que hacen
movimientos de la Nueva Era o New Age, donde se quiere “domesticar” a los
ángeles mediante técnicas y teorías opuestas totalmente a las enseñanzas del
cristianismo.
Dicho lo anterior, los
Tronos son presentados en varias de las cartas de San Pablo. Por
ejemplo en Colosenses 1, 16; Efesios 1, 20-22.
Este coro es llamado por algunos santos
como “secretarios
íntimos y particulares de Dios”.
Santo Tomás dice de ellos que
“pueden conocer directamente en Dios mismo las razones de las obras divinas”.
De igual manera, autores
sagrados basándose en el nombre de este Coro, mencionan que así como el trono
de un rey tiene como característica la estabilidad y ser el lugar donde el rey
se sienta, así este Coro simboliza la serenidad de juicio,
contemplando y adorando a Dios.
San Gregorio Magno escribe que
los Tronos son como el lugar donde Dios se sienta y por medio de ellos dispone
los juicios.
Estas ideas que nos dan estos
santos ponen de presente la gran ayuda que se deriva de este Coro: nos llevan a
enderezar el amor a Dios y el amor a nosotros mismos.
El papa Francisco en su
exhortación nos llama “elegir a Dios una y otra vez”; para ello necesitamos a
estos buenos amigos que purifican nuestro amor desordenado,
“desequilibrado” que por amarnos tanto a nosotros mismos
no sabemos, o nos olvidamos, de amar a Dios.
Es desde este Coro donde debes
escuchar el juicio que Dios hace de ti: lo que Él espera de ti. Seguro no es
una copia de tal o cual, es algo original que Dios quiere hacer de ti.
Es
desde este Coro donde Dios te habla de lo que debes juzgar y escoger en cada
momento para que
se vaya formando en ti el rostro de Jesús.
El papa Francisco lo escribe bellamente al
decir que “ojalá puedas reconocer cuál es esa palabra, ese mensaje de Jesús que
Dios quiere decir al mundo con tu vida”.
San Pablo habla de este Coro
diciendo que por Cristo “fueron creadas todas las cosas, las que hay en los
cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos,
dominaciones…”
(Col. 1, 16).
Este Coro te recuerda que fuiste creado
para reproducir la imagen del Hijo de Dios y que esto lo haces en tu vida.
“Tu identificación con Cristo,
ha escrito el Papa, y sus deseos, implica el empeño por construir, con él, ese
reino de amor, justicia y paz para todos. Cristo mismo quiere vivirlo contigo,
en todos los esfuerzos o renuncias que implique, y también en las alegrías y en
la fecundidad que te ofrezca. Por lo tanto, no te santificarás sin entregarte
en cuerpo y alma para dar lo mejor de ti en ese empeño” (n. 25).
Eso exige que Dios repose en ti.
El Papa escribe diciendo que “una tarea movida por la ansiedad, el orgullo, la
necesidad de aparecer y de dominar, ciertamente no será santificadora”.
“Porque las constantes novedades
de los recursos tecnológicos, el atractivo de los viajes, las innumerables
ofertas para el consumo, a veces no dejan espacios vacíos donde resuene la voz
de Dios. Todo se llena de palabras, de disfrutes epidérmicos y de ruidos con
una velocidad siempre mayor”, añade.
“Allí no reina la alegría sino
la insatisfacción de quien no sabe para qué vive. ¿Cómo no reconocer entonces
que necesitamos detener esa carrera frenética para recuperar un espacio
personal, a veces doloroso pero siempre fecundo, donde se entabla el diálogo sincero con Dios? En algún momento
tendremos que percibir de frente la propia verdad, para dejarla invadir por el Señor”
(nn. 28-29).
Es
este Coro el que te permite reposar en Dios y seguir este camino exigente con constancia
y perseverancia, sin
desfallecer ni caer en desánimos.
Son los Santos Tronos los que
los llevan a que nuestra vida sea impregnada, que en ella tome asiento la
persona de Cristo y, que en nuestra vida tengamos sus mismos sentimientos (cfr.
Flp. 2), y “que cada
instante sea expresión de amor entregado bajo la mirada del Señor. De este
modo, todos los
momentos serán escalones en nuestro camino de santificación” (n. 31).
Santos
Tronos: Concédanme la gracia de dejar este ritmo agobiante de mi existencia que
me impide
permitir que Dios tome lugar en mi corazón. Ordenen mi espíritu, mi alma y
corazón para
que todo sea para la mayor gloria de Dios. Amén.
Padre Antonio María Cárdenas ORC
Fuente:
Aleteia