“Ya
hemos encendido, delante de san Nicolás, la «lámpara de una sola llama»,
símbolo de la unicidad de la Iglesia. Juntos deseamos encender hoy una llama de
esperanza”
Un
grito que sube al trono de Dios: es el de los muchos Abeles que sufren la
indiferencia, aun más en los últimos años. Una indiferencia "que
mata" y ante la cual el Papa y los Patriarcas hoy elevan su oración al
cielo, para dar voz a quien no tiene voz, a quienes pueden sólo tragar
lágrimas. "Porque Oriente Medio hoy llora, sufre y calla, mientras otros
lo pisotean en busca de poder y riquezas".
Para
que la luz divina disipe las tinieblas del mundo: para esto se reunieron hoy,
peregrinos en Bari, ante las reliquias de San Nicolás el Papa Francisco junto
con los Patriarcas de las Iglesias de Oriente Medio.
Antes
de la oración ecuménica, el Papa y los Patriarcas encendieron la «lámpara de
una sola llama», símbolo de la unicidad de la Iglesia, ante las reliquias de
San Nicolás, en lo que es una jornada de reflexión y de oración por la
dramática situación del Oriente Medio, que aflige a tantos hermanos y hermanas
en a la fe.
Peregrinos
en Bari por los hermanos y hermanas que sufren
“Hemos
llegado como peregrinos a Bari, ventana abierta al cercano Oriente, llevando en
el corazón a nuestras Iglesias, a los pueblos y a tantas personas que viven en
situación de gran sufrimiento. A ellos les decimos: «Estamos cerca de ustedes»
comenzó diciendo el Santo Padre en su alocución inicial, introduciendo la
oración por la paz, que tuvo lugar en la costanera de Bari.
En
el lugar donde descansan las reliquias de San Nicolás, el Papa pidió para que
este "Santo milagroso interceda para curar las heridas que tantos llevan
dentro".
"Aquí
contemplamos el horizonte y el mar y nos sentimos impulsados a vivir esta
jornada con la mente y el corazón dirigidos a Oriente Medio, encrucijada de
civilizaciones y cuna de las grandes religiones monoteístas".
Oriente Medio, el lugar
desde donde se propagó la fe
Desde
Oriente Medio, “lugar donde nos visitó el Señor, el “sol que nace desde lo
alto”, dijo Francisco, “la luz de la fe se propagó por el mundo entero”:
“Allí
han surgido los frescos manantiales de la espiritualidad y del monacato. Allí
se conservan ritos antiguos únicos e inestimables riquezas del arte sacro y de
la teología; allí pervive la herencia de los grandes Padres en la fe. Esta
tradición es un tesoro que hemos de custodiar con todas nuestras fuerzas,
porque en Oriente Medio están las raíces de nuestras mismas almas”.
Oriente Medio sin
cristianos no sería Oriente Medio
Tras
hacer presente la riqueza espiritual del Oriente Medio, se refirió luego a las
tinieblas que ocuparon la región: las guerras y la violencia, la destrucción y
las diversas formas de fundamentalismo, las migraciones forzosas y el abandono.
…“sobre
esta espléndida región se ha ido concentrando, especialmente en los últimos
años, una densa nube de tinieblas: guerra, violencia y destrucción, ocupaciones
y diversas formas de fundamentalismo, migraciones forzosas y abandono, y todo
esto en medio del silencio de tantos y la complicidad de muchos. Oriente Medio
se ha vuelto una tierra de gente que deja la propia tierra. Y existe el riesgo
de que se extinga la presencia de nuestros hermanos y hermanas en la fe,
desfigurando el mismo rostro de la región, porque un Oriente Medio sin
cristianos no sería Oriente Medio”.
Los cristianos son luz del
mundo
El
Santo Padre explicó el significado del gesto simbólico que realizó con los
Patriarcas momentos antes, en la Basílica Vieja de Bari:
“Ya
hemos encendido, delante de san Nicolás, la «lámpara de una sola llama»,
símbolo de la unicidad de la Iglesia. Juntos deseamos encender hoy una llama de
esperanza”.
“Que
las lámparas que colocaremos sean signo de una luz que aun brilla en la noche.
Los cristianos, de hecho, son luz del mundo (cf. Mt 5, 14), pero no sólo cuando
todo a su alrededor es radiante, sino también cuando, en los momentos oscuros
de la historia, no se resignan a las tinieblas que todo lo envuelven y
alimentan la mecha de la esperanza con el aceite de la oración y del amor.
Porque, cuando se tienden las manos hacia el cielo en oración y se da la mano
al hermano sin buscar el propio interés, arde y resplandece el fuego del
Espíritu, Espíritu de unidad, Espíritu de paz”.
Exhortación a rezar por la
paz
“Recemos
unidos, para pedir al Señor del cielo esa paz que los poderosos de la tierra
todavía no han conseguido encontrar”, exhortó el Sucesor de Pedro.
“Que
desde el curso del Nilo hasta el Valle del Jordán y más allá, pasando por el
Orontes, el Tigris y el Éufrates, resuene el grito del Salmo: «La paz contigo»
(122, 8). Por los hermanos que sufren y por los amigos de cada pueblo y
religión, repitamos: La paz contigo. Con el salmista, lo imploramos de modo
particular para Jerusalén, la ciudad santa amada por Dios y herida por los
hombres, sobre la cual el Señor aún llora: La paz contigo”.
«La paz contigo» es el
grito que sube al trono de Dios
En
la conclusión de su monición introductoria, el Romano Pontífice
pensando en los muchos “Abeles” del lejano Oriente, aseveró que no podemos más permitirnos
decir en ningún lugar del mundo: «¿Soy yo el guardián de mi hermano?» (Gn 4, 9).
“La
indiferencia mata, y nosotros queremos ser una voz que combate el homicidio de
la indiferencia. Queremos dar voz a quien no tiene voz, a quien solo puede
tragarse las lágrimas, porque Oriente Medio hoy llora, sufre y calla, mientras
otros lo pisotean en busca de poder y riquezas. Para los pequeños, los
sencillos, los heridos, para aquellos que tienen a Dios de su parte, nosotros
imploramos: La paz contigo”.
Griselda
Mutual - Ciudad del Vaticano
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