Hola,
buenos días, hoy Lety nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Ayer
me tocaba limpiar una galería inmensa y en ella hay varias macetas.
Al
limpiar, me di cuenta de que las hojas tenían polvo, así que pensé que a las
pobres plantas les costaría coger oxígeno... Total, que no me lo pensé y las
llevé al baño, ya que, a mí, mi Madre Maestra me enseñó a “dar una ducha” a las
plantas para quitarles el polvo de las hojas.
Feliz
viendo los buenos resultados, cada vez llevaba más macetas a la ducha. Cuando
había llenado el plato, después de empaparlas a conciencia, pensé: “Uufff...
ahora, si las saco, gotearán... Mejor las dejo un poco aquí y más tarde las
pondré en su sitio”.
Pero
lo curioso es que no hubo después.
Por
la noche, Israel, cuando fue a dejarse preparada la ropa para la ducha,
descubrió que era imposible acceder a ella.
-¿Qué
es esto? -gritó divertida- ¡Intrusos! ¡Me han invadido!
En
ese momento me acorde de las plantas, a las que había dejado olvidadas desde la
mañana...
Después
de liberar la ducha de Israel, ya en la cama, dando gracias al Señor por todo
el día, me di cuenta de cómo en este hecho solo me vi a mí misma y lo que yo
necesitaba y, efectivamente, invadí a la hermana. Si me hubiera dado cuenta de
que había bloqueado su ducha, habría estado pendiente de quitarlo, pero otras
cosas me resultaron más importantes.
En
ese momento le pedí perdón al Señor por tantas veces como no nos vemos unos a
otros, usamos las cosas de los demás, o nos comemos su comida, o, simplemente,
voy a mi bola y no veo al que tengo conmigo, creyendo que el mundo es para
mí... y me hago el centro del universo. Y aquí no está la felicidad, la
felicidad está en el amor, en cuidar al que tienes contigo, en no atropellarle,
en tenerle en cuenta su trabajo, en respetarle.
Jesús
hacía esto; siempre le vemos en el evangelio pendiente de todos: descubre a
Zaqueo subido a la higuera, se detiene a hablar con la mujer que le había
tocado el manto, se para a escuchar a ese ciego que gritaba al borde del
camino...
Así
vemos a Jesús caminar mirando siempre a los dos lados. Para Él la vida está en
su Padre Dios y sus hermanos los hombres. De esas noches que pasaba en oración
le salía el trato con los hermanos.
Hoy
el reto del amor es dejar las cosas que uses de los demás donde las has
encontrado y en el estado en que las has encontrado, para que la persona sienta
que la quieres, la respetas y te importa.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma