En
alusión a la lectura dominical que narra cuando Jesús es rechazado como profeta
en su propia tierra, el Santo Padre exhorta a "abrir el corazón a la
fe", gracia con la que Dios, "hecho hombre", quiere llenar
nuestro vacío interior
El
8 de julio, XIV Domingo del tiempo ordinario, el Papa Francisco rezó la oración
mariana del Ángelus, como es habitual, desde la ventana del Palacio Apostólico
acompañado por miles de fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.
Nadie es profeta en su
tierra
Profundizando
sobre la lectura dominical, el pasaje del Evangelio según San Marcos (6, 1-6)
que relata el regreso de Jesús a Nazaret para enseñar en la sinagoga (sin
guardar el sabat), el Santo Padre explicó cómo Jesús, cuya fama de sabio y
maestro se había extendido por toda Galilea, no fue capaz de realizar ningún
prodigio en su propia tierra, sino sólo un par de curaciones.
Y
a partir de este hecho, indicó el Obispo de Roma; surge una frase que se ha
convertido en proverbio: “Nadie es profeta en su tierra”.
De
esta manera, “lo que podría considerarse un éxito, se convirtió en un rechazo
rotundo”, dijo Francisco,observando la actitud del pueblo nazareno: “primero
escucha y se queda asombrado; luego se pregunta perplejo: "¿de dónde
vienen estas cosas?", ¿esta sabiduría?... y al final se escandaliza,
reconociendo en él al carpintero, el hijo de María, a quien vieron crecer”.
Pero...
¿Cómo es que los conciudadanos de Jesús pasan de la maravilla a la
incredulidad?
El
Papa destaca que los habitantes de Nazaret “hacen una comparación entre el
origen humilde de Jesús y sus capacidades actuales: es carpintero, no ha
estudiado, sin embargo, predica mejor que los escribas y hace milagros. Y en
lugar de abrirse a la realidad, se escandalizan: ¡Dios es demasiado grande para
rebajarse a hablar a través de un hombre tan simple!”.
El escándalo de la
encarnación de Dios
Francisco
recuerda que se trata del escándalo de la encarnación: “el evento
desconcertante de un Dios hecho carne, que piensa con una mente humana, trabaja
y actúa con manos humanas, ama con un corazón humano, un Dios que lucha, come y
duerme como cada uno de nosotros”.
El
Sucesor de Pedro, va más allá de este hecho y subraya que esta es una causa de
escándalo e incredulidad, en todas las edades, incluso hoy en día.
“El
cambio hecho por Jesús compromete a sus discípulos de ayer y de hoy a una
verificación personal y comunitaria. En nuestros días, de hecho, puede pasar el
hecho de alimentar prejuicios que nos impiden captar la realidad”, añade el
Pontífice, haciendo hincapié en que el Señor hoy nos invita a adoptar una
actitud de escucha humilde y de espera dócil, “porque la gracia de Dios a
menudo se nos presenta de maneras sorprendentes, que no se corresponden con
nuestras expectativas. Dios no se ajusta a los prejuicios”.
Abrir el corazón a la fe,
gracia de Dios
Por
último, el Papa exhortó a esforzarnos para abrir el corazón y la mente, “para
dar la bienvenida a la realidad divina que viene a nuestro encuentro”.
Se
trata, en definitiva, de tener fe: “la falta de fe es un obstáculo para la
gracia de Dios”, afirmó Francisco, señalando que muchos bautizados viven como
si Cristo no existiera: los gestos y signos de fe se repiten, pero no
corresponden a una verdadera adhesión a la persona de Jesús y a su Evangelio.
Cada cristiano, está llamado a profundizar en esta pertenencia fundamental,
tratando de atestiguarlo con una conducta coherente de vida, cuyo hilo
conductor es la caridad”.
El
Santo Padre, concluyó pidiendo, con la intercesión de la Virgen María, que el
Señor ablande la dureza de los corazones y la estrechez de mentes, “porque
estamos abiertos a su gracia, a su verdad y a su misión de bondad y
misericordia, dirigida a todos, sin exclusión”.
Sofía
Lobos - Ciudad del Vaticano
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