Nural, de Malasia, creció
en un pueblo donde no había cristianos. Ahora que estudia en Reino Unido ha
convivido con bastantes, pero no hablaban de su fe y ella seguía teniendo
muchos prejuicios. Todo ha cambiado este fin de semana, en Taizé
Foto: Taizé |
En el grupo de ciclistas
había voluntarios cristianos y musulmanes, que Franck considera ya «como de la
familia». Precisamente viajaban hasta Taizé para participar en la segunda
edición del Fin de Semana de Amistad organizado por la comunidad ecuménica para
propiciar el diálogo entre jóvenes de ambas religiones, que acabó el domingo.
Este año, el tema era Vida interior y amistad.
La idea de abrir una vez al
año los encuentros entre cristianos a jóvenes musulmanes surgió «por nuestro
contacto con varias personas y grupos comprometidos con el diálogo
interreligioso», explica el hermano Jasper, portavoz de la comunidad.
Ante el reto cada vez más
apremiante que supone el diálogo con el islam, continúa, «para nosotros era
importante hacer algo, aunque fuera algo pequeño. No podíamos estar inactivos.
Tal vez no haya sido un paso tan grande, puesto que tenemos una larga tradición
de unir gente».
Coexisten, pero no
comparten
En esta segunda edición,
250 jóvenes han respondido a la llamada de la comunidad fundada por el hermano
Roger Schutz. «Unos pocos ya conocían Taizé, muchos más fueron invitados por
alguien que conocía Taizé, y otros participan en iniciativas de diálogo entre
las dos religiones en sus ciudades, y se enteraron por esta vía», explica el
hermano Jasper.
Entre los jóvenes
musulmanes estaba Nural, una joven malasia de 22 años que está estudiando en el
Reino Unido. Curiosamente, acudió con algunos otros estudiantes musulmanes,
pero también varios ateos. Su clase –explica a Alfa y Omega– es muy
internacional, así que está acostumbrada a tratar con jóvenes cristianos y de
otras religiones.
Sin embargo, reconoce que
no suele hablar con ellos de su fe. «Venir a Taizé me pareció una buena
oportunidad para conocerlos más. Me ha gustado la diversidad que hay aquí, y la
posibilidad de compartir con personas de orígenes muy distintos».
Lo mismo le ocurre a
Franck, cristiano, con los musulmanes. De hecho, estuvo viviendo una temporada
con una familia musulmana. Para él, el intercambio más profundo sobre la fe
comenzó durante los cinco días de viaje en bicicleta hasta la pequeña localidad
de la Borgoña francesa.
Le pareció muy curioso, por
ejemplo, que «los cristianos de Eritrea bendicen la comida de forma muy
parecida a los musulmanes, y tampoco comen cerdo. ¡También me sorprendió mucho
que los musulmanes que hemos conocido hicieran tantas preguntas!».
Espiritualidad, servicio… y
cocina
La estructura del encuentro
ha sido bastante parecida a la de las semanas en Taizé, con la particularidad
de que durante las tres oraciones diarias también se habilitó una sala grande
para la oración de los participantes musulmanes. A lo largo de los cuatro días
que duró el encuentro, clérigos y personas de ambas religiones compartieron con
los jóvenes su experiencia de Dios, cómo la vida interior puede ayudar en medio
de los conflictos, el servicio a los pobres como catalizador de la amistad y el
diálogo –este testimonio lo dieron algunos de los jóvenes musulmanes que
viajaron con Franck–, el discernimiento de la vocación de Dios para la propia
vida, o sus iniciativas en defensa de los derechos de la mujer.
Incluso hubo tiempo para la
poesía, y para un taller de cocina impartido por un cristiano occidental, otro
oriental, un musulmán chiíta y otro sunita. En estos talleres participó, por
ejemplo, Ousama Nabil, director del Observatorio de la Universidad de Al Azhar
para Contrarrestar el Terrorismo.
A Nural, el fin de semana
le ha servido para superar algunos prejuicios que tenía sobre los cristianos,
fruto de haber crecido en un pequeño pueblo de Malasia donde no había personas
de esta religión. «Me preguntaba por qué creían en Jesús y no en Mahoma
–recuerda–. Ahora que conozco a algunos cristianos, no me parece tan extraño.
También he aprendido las diferencias entre las distintas iglesias. Creo que a
partir de ahora mi actitud hacia ellos va a cambiar».
Este cambio de actitud
hacia el otro hace mucha falta, añade Franck. «Los cristianos que nunca se han
interesado por un musulmán siempre van a tener prejuicios», concluye.
María Martínez López
Fuente: Alfa y Omega