MEDITACIÓN DIARIA: LUNES DE LA SEMANA 7 DEL TIEMPO ORDINARIO

Jesús cura un endemoniado, y nos invita a dar paz a nuestro alrededor a través del amor

“Al llegar junto a los discípulos, vieron a una gran muchedumbre que les rodeaba y a unos escribas que discutían con ellos. En seguida, al verle, todo el pueblo quedó sorprendido y corrían a saludarle. 

Y Él les preguntó: ¿Qué discutíais entre vosotros? A lo que respondió uno de la muchedumbre: Maestro, te he traído a mi hijo, que tiene un espíritu mudo; y en cualquier sitio se apodera de él, lo tira al suelo, le hace echar espuma y rechinar los dientes y lo deja rígido; pedí a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido. Él les contestó: ¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo tendré que sufriros? ¡Traédmelo! Y se lo trajeron. 

En cuanto el espíritu vio a Jesús, agitó violentamente al niño, que cayendo a tierra se revolcaba echando espuma. Entonces preguntó al padre: ¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto? Le contestó: Desde muy niño; y muchas veces lo ha arrojado al fuego y al agua, para acabar con él; pero si algo puedes, ayúdanos, compadecido de nosotros. Y Jesús dijo: ¡Si puedes...! ¡Todo es posible para el que cree! En seguida el padre del niño exclamó: Creo, Señor; ayuda mi incredulidad. Al ver Jesús que aumentaba la muchedumbre, increpó al espíritu inmundo diciéndole: ¡Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando, sal de él y ya no vuelvas a entrar en él! Y gritando y agitándole violentamente salió; y quedó como muerto, de manera que muchos decían: Ha muerto. Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó y se mantuvo en pie. Cuando entró en casa le preguntaron sus discípulos a solas: ¿Por qué nosotros no hemos podido expulsarlo? Y les respondió: Esta raza no puede ser expulsada por ningún medio, sino con la oración”(Marcos 9,14-29).

1. “Te he traído a mi hijo que tiene un espíritu mudo. Cuando se apodera de él, le derriba, le  hace echar espumarajos y rechinar los dientes y se queda rígido... Muchas veces le arroja  al fuego y al agua para hacerle perecer”. Aquí nos parece ver una epilepsia y una presencia demoníaca. Jesús llevará a cabo esta  curación en dos tiempos: hay primero un exorcismo que le libra del "espíritu impuro" y deja  al muchacho como muerto; luego la curación definitiva, hecha más sencillamente a la  manera de otras curaciones: Jesús lo tomó de la mano y lo levantó.

-“Dije a tus discípulos que lo arrojasen, pero no han podido”...
Jesús tomó la palabra y les dijo: "¡Generación incrédula!'; ¿Hasta cuándo tendré que  soportaros?”Este milagro parece haber sido relatado para poner en evidencia el contraste entre la  impotencia de los discípulos y el poder de Jesús. Jesús manifiesta sufrimiento. Hay como un desánimo en estas palabras. Jesús se  encuentra solo, incomprendido, despreciado. ¡Incluso sus discípulos no tienen fe! Y da la  impresión de que tiene prisa por dejar esta compañía insoportable. Todo esto nos hace penetrar en el alma de Jesús. A fuerza de verle actuar como hombre,  acabamos por encontrar muy natural que "Dios" se haya hecho "hombre". Y no acabamos  de comprender en qué manera esta "encarnación" fue de hecho un anonadamiento, un  encadenamiento, un “descenso”: "¿Hasta  cuándo tendré que estar con vosotros?” 

-"Todo le es posible al que cree" "Creo. Ayuda a mi incredulidad" Sí, es Fe lo que Jesús  necesita. Es la Fe lo que pide a los que le rodean. Su gran sufrimiento es que en su  entorno las gentes no creen y El sabe las maravillas que la Fe es capaz de hacer. El padre del muchacho intuye todo esto, y, a la invitación de Jesús, hace una admirable  "profesión de Fe"... admirable porque está llena de modestia. "¡Sí, creo! Pero, Señor, ven a  robustecer mi pobre fe, pues siento ¡que no creo todavía suficiente! 

Jesús aparece de nuevo como más fuerte que el mal. Tiene la fuerza de Dios. Igual que  en la montaña los tres discípulos han sido testigos de su gloria divina, ahora los demás  presencian asombrados otra manifestación mesiánica: ha venido a librar al mundo de sus  males, incluso de los demoníacos, de la enfermedad y de la muerte. Los verbos que emplea  el evangelista son muy parecidos a los que empleará para la resurrección de Jesús: «Lo  levantó y el niño se puso en pie». Cristo, el que libera al mundo de todo mal, nos enseña a vencer el mal con el bien. No sólo con el bien, sino con El que salva y el que libera. Por eso lo importante es la oración, que nos mantiene unidos a Él. Así podemos decir como el padre del  muchacho enfermo: «Tengo fe, pero dudo, ayúdame».

En el sacramento del Bautismo hay una «oración de exorcismo» en que suplicamos a  Dios que libere de todo mal al que se va a bautizar: «tú que has enviado tu Hijo al mundo para librarnos del dominio de Satanás, espíritu del mal»; «tú sabes que estos niños van a  sentir las tentaciones del mundo seductor y van a tener que luchar contra los engaños del  demonio... Arráncalos del poder de las tinieblas y, fortalecidos con la gracia de Cristo,  guárdalos a lo largo del camino de la vida». En la guerra continua entre el bien y el mal Cristo se nos muestra como vencedor y nos  invita a que, apoyados en él -con la oración y el ayuno, no con nuestras fuerzas-  colaboremos a que esa victoria se extienda a todos también en nuestro tiempo. 

-“¿Por qué no hemos podido echarle nosotros? "Esta especie no puede ser expulsada por  ningún medio si no es por la oración”. Poder de la FE = poder de la oración. Los apóstoles por sí mismos, humanamente son radicalmente incapaces de hacer una OBRA DIVINA: su poder les viene de Dios y encuentra su fuente en la oración. 

-“El espíritu impuro salió del muchacho dejándolo como un cadáver, de suerte que  muchos decían: "Está muerto". Pero Jesús, tomándolo de la mano, le levantó y se mantuvo  en pie”. Este milagro tiene un tono pascual: muerte y resurrección. Esto evoca la impotencia radical del hombre, de la cual sólo Dios puede librarnos. La  fatalidad última y esencial sólo puede ser vencida por Dios: ¡Únicamente la fe y la plegaria  humilde pueden liberarnos de esta fatalidad y de este miedo! (Noel Quesson). Jesús lo cura todo.

2.  “El que se tenga por sabio y prudente, demuestre con su buena conducta que sus actos tienen la sencillez propia de la sabiduría”. Santiago nos da signos  concretos y palpables que nos permitan discernir la "verdadera sabiduría" de la falsa. La Fe  no es resultado de altas consideraciones intelectuales. El verdadero criterio de la Fe se  encuentra en la "vida". ¿Cuál es nuestra conducta? ¡Que mi vida, mi conducta cotidiana, mis obras estén llenas de tu Sabiduría, Señor. Yo  quisiera, Señor, que mis manos, mi cuerpo, mis trabajos de cada día, mis conversaciones,  todas mis relaciones humanas, estuviesen impregnadas de tu sabiduría... ¡hechas con la  dulzura de tu Sabiduría! 

-“Si tenéis en vuestro corazón «amarga envidia» y «rivalidades», no os jactéis... Tal sabiduría no desciende de lo alto, sino que es terrena, natural, demoníaca”. ¡Lenguaje claro y directo!  Repite lo que dice también Juan: No se puede amar a Dios, si no se ama a los hermanos.  Como dice el evangelio: la caridad es el criterio de la sabiduría. Recordamos lo que Jesús nos dijo: seréis juzgados «sobre el amor».

Nuestra verdadera fe se verifica en la capacidad que nos da de crear a nuestro alrededor  una red de relaciones interpersonales, una red de amor. Lo contrario de esto es el dejarnos llevar por la «envidia» y las «rivalidades»... en el  fondo, la falta de amor. ¡Dios mío! ¡Qué necesidad tenemos de Ti, para realizar ese programa! ¡Transforma,  Señor, mi corazón egoísta en un corazón de amor!

-“En cambio la sabiduría que viene de Dios es «rectitud», «paz», «tolerancia»,  «comprensión», «misericordia», «fecunda en beneficios»...” Sería conveniente detenerse y dejar que, hasta el fondo de nosotros mismos, se  deslizaran estas palabras, una a una, gota a gota. «Rectitud», «Tolerancia», «Paz», «Comprensión», «Misericordia», «Abundancia de  beneficios». La característica fundamental del Cristiano, debería ser la «dulzura», la ausencia de  orgullo, de intriga, de fanatismo. El verdadero «sabio» trata de vivir en comunión,  simultáneamente, tanto con sus hermanos como con sus adversarios... con sus superiores  como con sus subordinados... con los que piensan como él y con los que no piensan como  él. ¿No es éste el auténtico sentido de la palabra «tolerancia», «comprensión»? 

-“Frutos de justicia se siembran en la paz para los artesanos de la paz”. Con estos criterios, hago la "verificación", el balance de mi jornada... (Noel Quesson).

3. “La ley del Señor es perfecta, reconforta el alma; el testimonio del Señor es verdadero, da sabiduría al simple”.Al final de cada día es muy saludable hacer un poco de examen de conciencia y  preguntarnos, por ejemplo, si hemos sido en verdad «sabios» en lo que hemos hecho y  dicho. Si hemos vivido la Ley principal, la del amor.

Los preceptos del Señor son rectos, alegran el corazón; los mandamientos del Señor son claros, iluminan los ojos”.La prueba de que hay sabiduría es la alegría, la paz: ¿siembro la paz alrededor mío?, ¿o más bien soy pendenciero y  envidioso?, ¿me dejo guiar por la sabiduría que viene de Dios o por la diabólica? El papa Francisco habla de esta ley de la ternura, que supera todo dogmatismo pues más que el conocimiento teórico es nuestra actitud de paz y caridad la que muestra a Jesús en nuestra vida. Si siembro paz y justicia a mi alrededor, soy sabio.

“La palabra del Señor es pura, permanece para siempre; los juicios del Señor son la verdad, enteramente justos”.Es una justicia llena de bondad, que nos lleva en la Eucaristía a «darnos fraternalmente la paz»: no podemos ir a comulgar con Cristo  si a la vez no queremos estar en comunión con el hermano.

“¡Ojalá sean de tu agrado las palabras de mi boca, y lleguen hasta ti mis pensamientos, Señor, mi Roca y mi redentor!” Pedimos a la Virgen nuestra Madre que sea nuestra vida a ejemplo suya una actitud de apertura a la voluntad divina, las 24 horas del día, por la caridad fraterna, el mejor termómetro de la sabiduría. 

Llucià Pou Sabaté


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