Da el salto a la vida
Hola,
buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
¡Menuda
tromba de agua cayó ayer! Estuvo todo el día lloviendo, desde que nos
levantamos hasta que nos acostamos.
A
la tarde, justo antes de ir a Vísperas, bajamos Joane y yo a la puerta del
Noviciado que da a la huerta.
Mientras
ella se entretenía dentro con algo, yo me asomé mirando de un lado a otro. Me
encantaba el paisaje, todo verde, la hierba alta, un olor intenso a lluvia...
pero por mi mente cruzaban otros pensamientos: “Uf, no voy a salir, porque, con
lo mojado que está todo, me voy a poner...”, “Además, luego toda la casa se
llena de barro...”
Y
de repente, sin apenas verla pasar por mi lado, salió Joane con Jubi disparada
hacia la huerta.
¡Qué
bueno! Ella es que ni se lo pensó; ni le importó que lloviera, ni veía el barro
de los zapatos, tan solo salió.
Me
impactó mucho, dado el diálogo interno que había en mí. Me di cuenta de que, si
me quedaba en la sala, me lo iba a perder. Quedarme suponía aislarme en la
“zona de confort” en lugar de salir a disfrutar; suponía ser “mayor” en lugar
de volverme niña...
Así
que di un paso adelante, y luego otro... y me fui con ellas a pasear bajo la
lluvia y sobre el césped.
Era
verdad, volvimos con los pies empapados y las zapatillas llenas de barro, pero,
¡qué gozada! Después fue tan sencillo como subir con las deportivas en la mano
y, como justo tocaban para Vísperas, nos cambiamos la ropa, ¡y listo!
Qué
impactante, porque cuántas cosas dejamos de hacer cuando nos hacemos “mayores”.
Pasamos todo por la razón antes de ejecutarlo, medimos nuestras fuerzas,
calculamos... pero la conclusión que sacamos muchas veces supone eso, quedarnos
en la zona de confort.
Cada
día me doy más cuenta de que, para vivir y ser feliz, para amar, no puedo
hacerlo desde esa postura, porque el amor siempre requiere más de lo que puedo
dar desde mi comodidad. Además, ese círculo, esa zona de confort, incluye un
engaño, y es que nunca te hace feliz. La felicidad te espera fuera.
Jesús
nunca tuvo zona de confort, no paraba (y ahora no para) y, como no tenía mucho
tiempo, aprovechaba muchas noches, mientras los discípulos dormían, para orar
al Padre. Pero tampoco dejaba quietos a los de su alrededor; no les prometió una
vida cómoda, pero sí una Vida con mayúsculas. Y esta invitación nos la hace hoy
también a nosotros.
Hoy
el reto del amor es que, cuando te veas pensándotelo dos veces, des el salto.
Quizá puedas mancharte con los barros de la vida, pero merece la pena correr el
riesgo. ¡Apuesta por el Amor!
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma
