El Papa Francisco, que en un
vídeomensaje dirigido a todos los participantes dijo que se olviden los
lamentos y dejen de llorar «glorias pasadas» para centrarse en «abrir caminos
para que el Señor pueda hablar»
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Participantes en la Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada,
organizada por el Instituto Teológico de Vida Religiosa. Foto: ITVR
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Ante la cercanía del Sínodo de obispos, la vida
religiosa hace autocrítica y abre sus puertas durante la 47ª Semana Nacional de
Vida Consagrada, un camino que les marcó a través de un mensaje del Papa
Francisco que les pidió que dejen de «llorar glorias pasadas» y se centren «en
abrir caminos para que el señor pueda hablar».
Los jóvenes se han convertido en el último año en el centro de la reflexión
y el trabajo pastoral en distintos foros y encuentros por la cercanía del
Sínodo de obispos que sobre ellos ha convocado el Papa Francisco.
Seis meses para una cita que prevé culminar una nueva reforma del
Pontífice, esta vez de la pastoral juvenil, en el pasado centrada
exclusivamente en organizar grandes eventos, y que ahora pone el acento en el
acompañamiento personal, en el discernimiento y en la respuesta vocacional. De
ello se habló durante cuatro días en Madrid en la señera Semana Nacional para
Institutos de Vida Consagrada, que, organizada por el Instituto Teológico de
Vida Consagrada de los Claretianos, cumplió su edición 47.
Ante centenares de consagrados, en torno a 700, los ponentes dejaron
algunos mensajes relevantes para que la propuesta de la vida consagrada a los
jóvenes sea significativa en la actualidad. El primero, del Papa Francisco, que
en un vídeomensaje dirigido a todos los participantes dijo que se olviden los
lamentos y dejen de llorar «glorias pasadas» para centrarse en «abrir caminos
para que el Señor pueda hablar». Eso sí, sin proselitismo, evitando las
campañas de tipo comercial o electoral, pues la llamada de Dios «no entra en
las pautas del marketing». «Es otra cosa. Así que, ¡anímense y
sigan adelante!».
Incidió en esta idea el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, que fue
el encargado de dar el pistoletazo de salida a los trabajos. «¿Para qué hemos
consagrado nuestra vida? ¿Para estar llorando? ¿Para decir aquí no viene nadie?
Seamos listos hasta para resucitar, porque si no nos mantenemos en el sepulcro.
Y la mejor manera de renovar nuestra vida es volver a la Resurrección. Llevemos
la alegría del Evangelio a todos, a las periferias existenciales y geográficas»,
dijo.
El cardenal Osoro planteó una serie de desafíos a los religiosos para que
sean testimonio en medio del mundo y de los jóvenes. Les hablo de
«desinstalación», de no sentirse propietarios de nada; de volver a Cristo, la
fuente; y de salir a los caminos «mirando a los demás como hermanos».
En otra suerte de tríptico, el purpurado retomó algunas de las palabras más
pascuales de las Escrituras para decir «Alegraos, no tengáis miedo e id y
anunciad» y pedid coherencia con este mandato. En este sentido, reclamó al
auditorio atrevimiento «para no instalarnos en la comodidad, en el siempre se
hizo así» y osadía «para llegar a todos los lugares donde están los hombres». A
todos, repitió en varias ocasiones, tengan las ideas que tengan y se encuentren
como se encuentren. Porque, concluyó: «No hay Pascua sin misión».
Diversidad
También Mariña Ríos, presidenta de CONFER, habló de la necesidad de
acompañar a los jóvenes y, en este sentido, reconoció que los consagrados deben
reflexionar, ahondar y discernir. Es decir, escuchar a los jóvenes, pues
comunican cuestiones tan interesantes como la diversidad, y permiten entrever
el futuro del mañana: «Estamos llamados a dejarnos interpelar por ellos».
La sesión más distendida del encuentro fue la que protagonizó Carlos Herrera,
que además abordó otra de la cuestiones centrales del encuentro: cómo comunicar
la fe, como dar a conocer la belleza de la vida consagrada. El popular
presentador de la Cadena COPE, como buen comunicador, apuntó que «el mundo
piensa que por las mañanas no hacemos nada, miramos al cielo, pero vosotros
miráis el cielo a través de las personas». Y añadió: «Tenemos que utilizar
todos los canales disponibles para llevar a la sociedad nuestro mensaje. Si no
lo hacéis los religiosos, por vuestra humildad, dejadnos a los que queremos
contarlo, que somos muchos».
De alguna manera también abordó esta cuestión fray José Rodríguez Carballo,
arzobispo secretario de la comisión vaticana de Vida Consagrada, en la ponencia
de clausura al reconocer que «no logramos que los demás intuyan la belleza del
seguimiento y eso tiene mucho que ver con el lenguaje que utilizamos y que solo
entienden los expertos».
El arzobispo gallego pidió «autocrítica seria» en la Iglesia, pues el
lenguaje que se utiliza es «alejado, abstracto, moralizante y condenatorio». «Y
frente a esto no se trata de ofrecer una religión a bajo precio, pero tampoco
una rígida […]. No podemos presentar la vocación a la vida consagrada como una
vida que coarta, que se vive como en una cárcel», explicó.
Mostrar la alegría del Evangelio
Esto tiene que ver con otra de las ideas recogidas durante la Semana de
Vida Consagrada y a la que se había referido el cardenal Osoro en la
inauguración: salir al encuentro de todo el mundo tal y como esté, tenga las
ideas que tenga, para mostrar la alegría del Evangelio, la alegría de creer.
Añade Carballo: «Abramos las puertas o, al menos las ventanas, porque la
humanidad nos espera».
En el fondo es una llamada del Papa Francisco durante
todo su pontificado y que se concreta en la Evangelii gaudium que
citó, durante su intervención, el hermano Alois, prior de Taizé: «Tenemos que
ir hacia aquellos que son más pobres que nosotros, y el Papa nos llama a todos
–en particular a los jóvenes– a caminar hacia esta apertura. Y él tiene confianza
en los jóvenes. Él tiene confianza en que los jóvenes pueden mostrarnos nuevos
caminos incluso para la unidad de la Iglesia».
En este sentido, el propio hermano Alois espera del Sínodo de octubre que
los obispos «se abran más a los jóvenes, tengan más contacto con ellos» y
también que los jóvenes «comprendan que la Iglesia es un lugar de acogida para
ellos, que la Iglesia los acoge y que la Iglesia es un lugar de creatividad
para ellos». Desde su experiencia personal, el prior de Taizé confesó que para
acoger a los jóvenes es necesario hacer evolucionar la forma de orar y, añadió,
«creo que esto es una gran cuestión hoy en día». «Nuestras comunidades
monásticas han heredado modos de oración muy valiosos y, en ocasiones,
milenarios; pero hoy tenemos que buscar cómo pueden los jóvenes entrar en la
oración. […] Hay una oración en ellos, pero ellos tienen que poder unirse a
esta plegaria que vive en ellos y expresarla», añadió.
Alois también se refirió al discernimiento, otra cuestión central en el
magisterio del Papa Francisco y del próximo Sínodo. Tras recordar que la fe no
es un sistema que se aplica a distintas situaciones, sino una brújula interior
para el discernimiento: «No es solamente una ley, una ley moral, sino siempre
el amor que llama, y el amor es exigente».
De alguna manera, todas las ideas que se fueron exponiendo a lo largo de
los cuatro días de trabajo aparecieron en los testimonios de cuatro consagrados
desde la vida monástica, la vida apostólica, los institutos seculares y las
sociedades de vida apostólica, donde aparecieron el testimonio que atrae, el
discernimiento, el encuentro con Jesús y la vocación concreta. Todo, para
constatar que la vida consagrada puede aportar mucho a los jóvenes de hoy y
que, como dijo monseñor Rodríguez Carballo, no está muerta. «Quien lo diga, que
venga y vea», concluyó.
F. Otero
Fuente: Alfa y Omega