Quitamanchas
Hola,
buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Nuestro
hábito es de color blanco. Para mi gusto, es el hábito más bonito del mundo
(qué voy a decir yo, ¿verdad?), aunque tengo que reconocer que tiene un pequeño
inconveniente... y es que cualquier mancha se ve a distancia.
El
otro día, al servirme, se me coló la manga en el plato, y se me quedó marcada
con una buena mancha de tomate.
Cuando
llegamos al Noviciado, pensé en dejar para un poco más tarde lo de quitar la
mancha, pero al final me lo pensé dos veces y me puse a ello.
Mientras
estaba frotando la mancha, y viendo lo que me costaba quitar el tomate, me
alegré pensando en que menos mal que no lo había dejado para después. Las
manchas, cuanto más se tarde en lavarlas, son más difíciles de quitar: la grasa
va penetrando más en la tela y comienza a expandirse...
Al
instante caí en la cuenta de que aquello que le ocurre a las manchas es lo
mismo que nos sucede a nosotros con los demás. Todo va bien hasta que tenemos
un encontronazo con una persona: esa discusión, aquel enfado por una tontería,
o ese desacuerdo... esas situaciones nos salpican, y es como si cayera sobre
nosotros una mancha. Solo que este tipo de manchas no es sobre tela, sino que
se posan en nuestro corazón.
Sentimos
una mancha porque ya no estamos igual que antes, sentimos esa falta de paz, ese
no querer dejar nuestras razones a un lado, sentimos esa mancha porque una
parte de nuestro corazón ha dejado de amar... Y, como las manchas de la ropa,
cuanto más la dejemos estar, más nos cuesta luego afrontarla.
Quizá
para nosotros esto suena imposible, y ciertamente lo es, pero para Cristo no
hay nada imposible, ninguna mancha ni nada que haya de malo en nuestro corazón
puede resistirse a su poder. Solo necesita que tú le des paso y creas en Él.
Hoy
el reto del amor es tomar la iniciativa y acercarte a esa persona. No dejes que
esas pequeñas manchas te vayan dejando sin vida. Siéntate con Cristo y Él se
encargará de lavar tu malestar para que puedas reconciliarte de corazón. Tu
felicidad se esconde en el amor.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma