Toda la diócesis debe ser consciente de que sin sacerdotes no es posible subsistir
«Según van pasando los años,
comprendemos mejor la seriedad del problema de la escasez de vocaciones al
sacerdocio en nuestra diócesis. Si en el Seminario han
entrado durante el presente curso sólo dos jóvenes y nadie ha sido ordenado
sacerdote, y no se ve que los próximos años las cosas, si Dios no lo remedia,
vayan a cambiar notablemente, las bajas que los años, la enfermedad y la muerte
producirán en el clero segoviano, no podrán ser cubiertas dentro de muy poco
tiempo.
Bastantes centros de culto
no podrán ser atendidos cada domingo y, además, faltarán sacerdotes para los
diferentes campos que exige la nueva evangelización y la nueva forma de
sociedad que se asentará en nuestras tierras».
Mons. Antonio Palenzuela escribía
esto, como obispo de Segovia, el año 1992 para el día del Seminario. Han pasado
26 años y la situación no ha mejorado. El futuro no es alentador. Segovia sólo
tiene un seminarista mayor, y cinco menores. Muchas parroquias carecen de
sacerdotes y los relevos se hacen difíciles. Contamos con sacerdotes venidos de
otras diócesis que nos ayudan en la atención a nuestro pueblo. ¿Hasta cuándo?
Desde que vine a Segovia mi
preocupación por el seminario ha sido constante. Es una prioridad de mi
ministerio y debe serlo de toda la diócesis. Cuando abrimos hace dos años el
seminario menor, hice una consulta amplia sobre la conveniencia de hacerlo y la
respuesta fue positiva. Sin embargo, el interés por las vocaciones, el trabajo
por despertarlas y crear una cultura vocacional no es proporcional a nuestra
necesidad. ¿Somos conscientes de la gravedad del problema?
Las causas de esta penuria
vocacional son varias y bien conocidas: falta de natalidad, despoblación,
envejecimiento. Sin olvidar la fuerte secularización que padecemos. Entregar la
vida a Dios y a los hombres no resulta atractivo cuando una «amnesia de lo
eterno» atrofia los sentidos del espíritu. Todo esto es verdad. Pero podemos
excusarnos con los datos sociológicos para no hacer todo lo que debemos en el campo
de las vocaciones. Toda la diócesis debe ser consciente de que sin sacerdotes
no es posible subsistir.
Cristo ha vinculado
estrechamente la existencia de la Iglesia al ministerio sacerdotal que es el
suyo propio, su forma de hacerse servidor de los hombres. El sacerdote hace
presente a Cristo como maestro, predicador, médico, santificador y pastor. Ser
sacerdote es hacer visible a Cristo en medio del pueblo, estrechamente unido a
sus hermanos, como enseña frecuentemente el Papa Francisco, no sólo con sus palabras
sino con los gestos elocuentes a que nos tiene acostumbrados.
Las familias, las
comunidades y cristianos de Segovia debemos orar y trabajar al mismo tiempo
para suscitar las vocaciones que necesitamos. Es cierto que Dios es quien
llama, pero se sirve de intermediarios, de testigos que valoran la gracia y la
amistad con Dios y presentan la vocación sacerdotal como un hermoso camino de
realización personal. Cristo llamó a los doce primeros apóstoles. No eran los
mejores, humanamente hablando.
Pero vivieron con él, y
aprendieron, en su seguimiento, a imitarle, a servirle y a entregarse a los
hombres como él mismo lo hizo. Esta historia se repite hoy cada vez que Cristo
llama e invita, sin violentar la voluntad, a ser, actuar y vivir como él. Todos
somos responsables de que esta llamada, que niños y jóvenes escuchan en su
corazón, produzca el milagro —cada sacerdote es un milagro— de hacer presente a
Cristo derramando su gracia a manos llenas, acompañando a los hombres y mujeres
de esta tierra que no puede explicarse sin la fe cristiana, es decir, sin la
presencia salvadora de Cristo entre nosotros.
+
César Franco
Obispo
de Segovia.
Fuente: Diócesis de Segovia