Madrid se vuelca en la
celebración, del 18 al 25 de enero, de la Semana de Oración por la Unidad de
los Cristianos, que tiene lugar en toda España con el lema "Fue tu
diestra quien lo hizo, Señor, resplandeciente de poder"
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Vista de la iglesia evangélica Cristo Vive
y al fondo la iglesia ortodoxa rusa de Santa María Magdalena,
en la Gran Vía de Hortaleza
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Las comunidades cristianas que peregrinan en la capital aúnan sus
plegarias para hacerse diálogo, encuentro y abrazo. Un octavario que nos llama,
un año más, a orar por la restauración –tan necesaria– de la unidad visible de
la Iglesia
En
la Gran Vía del barrio de Hortaleza, en un perímetro de apenas 500 metros, se
encuentra uno de los rincones más ecuménicos de la capital. La parroquia
católica Virgen del Castillo y San Isidoro, la parroquia ortodoxa Santa María
de la Magdalena y la iglesia evangélica Cristo Vive adornan, a la luz de su
particular credo y sentir, la mirada de un Dios que, por encima de las
diferencias, quiere la comunión entre todos sus hijos.
Católicos,
ortodoxos y evangélicos unidos por una misma causa: Jesús de Nazaret. «La
unidad nace porque cada uno de nosotros amamos nuestra fe y, de esta manera,
comprendemos lo importante que es la fe que profesa nuestro hermano», dice el
padre Guillermo Cruz, mientras saluda a los vecinos que se encuentra, a su
paso, por los alrededores de la parroquia Virgen del Castillo y San Isidoro,
comunidad a la que sirve desde hace cinco años.
Guillermo habla de oración, de encuentro y de amistad
a la intemperie de un mundo que, en determinadas ocasiones, llama al conflicto
y al enfrentamiento. Y lo hace en presente y en futuro, consciente de que
ningún pasado fue mejor de lo que puede llegar a ser.
No solo vecinos, sino también hermanos
«Hortaleza es un barrio que, contemplado desde la
vertiente interreligiosa, está bendecido», reconoce el sacerdote católico.
«Cuando abrieron la parroquia ortodoxa, mucha gente de nuestra comunidad se
empezó a plantear lo que significa que haya cristianos tan de cerca que no son
católicos». Enumera los momentos vividos, y alaba la labor de los hermanos que,
como Andréy Kordochkin –párroco de la iglesia ortodoxa rusa de Santa María
Magdalena–, realizan en pos de una unidad. «Estamos contentos con la presencia
de los ortodoxos, con quienes hemos mantenido una serie de encuentros», subraya
Cruz. «Como arciprestazgo, los sacerdotes del barrio nos hemos acercado a ver a
Andréy, hemos comido juntos, etcétera». Poco a poco, «la gente va abriéndose
hasta decir que son hermanos nuestros».
Un detalle, por cierto, en el que decide insistir… «Se
les empezó viendo como algo sorprendente (una iglesia rusa en medio de la
calle) y después, tras conocerlos y tratar con ellos, desembocó en verlos como
hermanos». El que convivamos juntos católicos, ortodoxos y protestantes,
continúa, «es lo que tenemos que mostrar a todo el mundo» porque «lo que nos
une –la visión en Cristo– es lo que nos hace vivir y entender nuestra forma de
hacer las cosas».
Kordochkin responde agradecido a nuestra petición. El
sacerdote ortodoxo de 40 años, nacido en San Petersburgo, se refiere al
ecumenismo como algo necesario en nuestra sociedad. «Cuando surge algún tipo de
dificultad entre las comunidades cristianas, siempre aparece por falta de
conocimiento, de transparencia y de confianza», destaca. «Al padre Guillermo y
a los sacerdotes de la zona los conocí al acabar de construir nuestra
parroquia; los invité para que vieran lo que estamos haciendo», y «en todos los
encuentros que hemos tenido, la relación es extraordinaria». Como también lo
es, tal y como recuerda, con la comunidad evangélica: «Nos invitaron para la
bendición de la primera piedra de su iglesia, y fue un encuentro muy bonito».
Tanto con unos como con otros, «no estamos en ninguna situación de
confrontación», ya que «todos, por encima de cualquier cosa, tenemos razones
para buscar la amistad».
Con Dios, solo basta la unión
Andréy describe emocionado los 24 años que ha servido
como sacerdote. De los cuales, 14 los ha escrito en Madrid. Y nunca con alguna
intención que rompiera la sagrada promesa de la comunión: «Nosotros no estamos
ofreciendo ningún tipo de competición religiosa», y «cualquier comunidad
cristiana –ya sea católica, ortodoxa o evangélica– debe estar abierta a
cualquier persona». Y es muy importante entender, acentúa el sacerdote, que «el
proyecto que cumplimos en Madrid no lo hicimos con el objetivo de cualquier
tipo de enfrentamiento, sino todo lo contrario». Si estamos unidos o desunidos
en algo, completa, «hay que reconocerlo e intentar solucionarlo», pero «siempre
hemos de ir de la mano».
En el encuentro con el sacerdote ortodoxo, se escucha
de fondo a una multitud de niños. Kordochkin sonríe: «¡Imagínate un domingo
aquí!». Y cuenta que solamente en las clases de catecismo, tienen 80 niños
repartidos en cinco grupos. «Madrid es la capital de España, y es una de las
comunidades más importantes que tenemos». Cada domingo, de hecho, la iglesia
permanece colmada de fieles: «Un domingo normal suelen acudir al templo unas
200 personas». Y ensalza, de nuevo, la hermandad que los une a sus hermanos
católicos: «Para nosotros, en el mundo secularizado y en Europa la Iglesia
católica es nuestro aliado más importante, por supuesto». Sí, «y no hay ninguna
duda» concluye.
Unidos en la palabra, en la obra y en la oración
A escasos 100 metros de la parroquia bizantina de
Santa María Magdalena, se encuentra la iglesia evangélica Cristo Vive.
Compuesta por 300 personas, cumple este año el 50 aniversario del inicio de su
vida como comunidad en Canillejas, que es donde han estado durante todo este
tiempo, antes de trasladarse a la Gran Vía de Hortaleza. Emmanuel Buch, su
pastor, detalla el compromiso «social y conjunto», centrado en una relación de
«cercanía y cooperación» con otras parroquias católicas del barrio. Y destaca
las actividades que han compartido con ellos, sobre todo «de presencia social y
de valores cristianos» como la distribución de alimentos a las personas más
necesitadas junto a las Cáritas parroquiales. Además, ha participado en varios
encuentros ecuménicos de oración, donde se ha hecho presente pronunciando la
homilía de la celebración.
Su nueva iglesia es un edificio de tres plantas y dos
sótanos. El templo estará asentado en el primer piso, donde caben unas 1.000
personas. Sin embargo, la planta de la calle, como cuenta Buch, esconde el
secreto mejor guardado: «Será un área de ministerio o servicio para el barrio»,
y «desde ahí, poder servir a todos, sin que lo estrictamente religioso se
convierta ni en una barrera ni en un peaje». Una intención que quieren
continuar llevando a cabo, como lo han venido haciendo hasta el día de hoy… «Queremos
desarrollar ese tipo de actividad social, de reivindicación y de promoción de
los valores del Evangelio con todas las confesiones cristianas de la zona».
Carlos González
García
Fuente: Alfa y
Omega