En el Espíritu de Jesús, en el que rezamos, nos reconocemos hermanos, dijo también el Papa
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El Papa Francisco en la oración ecuménica en Lund, el 31 de octubre de 2016 |
El
Papa Francisco recibió con gran alegría a la Presidencia de la Federación
Luterana Mundial - encabezada por su nuevo Presidente el Arzobispo Musa y el
Secretario General Doctor Junge - y reiterando la importancia de la
unidad en la oración, como hermanos en Cristo, alentó la caridad hacia los más
necesitados y recordó a los numerosos cristianos que aún hoy sufren en
tantas partes del mundo por testimoniar a Jesús.
El
Obispo de Roma empezó su cordial bienvenida con el grato recuerdo de uno de los
momentos ecuménicos que marcó el Año de la Conmemoración de la Reforma, recién
concluido:
«Me
complace pensar sobre todo en el 31 de octubre de 2016, cuando rezamos en Lund,
donde la Federación Luterana Mundial fue instituida. Ha sido importante
encontrarnos, ante todo, en la oración, porque el don de la unidad de los
creyentes no nace de proyectos humanos, sino que germina y florece de la gracia
de Dios. Sólo rezando podemos custodiarnos los unos a los otros. La
oración purifica, fortalece, ilumina el camino, hace ir adelante. La oración es
como el carburante de nuestro camino hacia la unidad plena».
En
el Espíritu de Jesús, en el que rezamos, nos reconocemos hermanos, dijo también
el Papa, haciendo hincapié en el importante camino ecuménico cumplido, en
especial en los últimos decenios, abandonando los antiguos prejuicios. Como
aquellos sobre Martín Lutero y sobre la situación de la Iglesia Católica en ese
periodo.
En
este contexto, el Santo Padre subrayó gratamente asimismo la notable
contribución al diálogo entre la Federación Luterana Mundial y el
Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, así como
algunos textos de suma importancia, como la Declaración Conjunta sobre la
Doctrina de la Justificación y el documento Del Conflicto a la Comunión.
«Con
la memoria purificada, hoy podemos mirar confiados al porvenir», afianzados en
nuestro Bautismo:
«Nos
ha hecho hijos de Dios y hermanos entre nosotros. Por lo tanto, nunca más
podremos permitirnos ser adversarios o rivales. Y si el pasado no puede
cambiar, el futuro nos interpela: no podemos sustraernos, ahora, de buscar y
promover una mayor comunión en la caridad y la fe».
Y
«para proceder juntos hacia el Señor no bastan las buenas ideas, sino que hay
que mover pasos concretos y tender la mano», reiteró el Papa:
«Eso
quiere decir, sobre todo, gastarnos en la caridad, mirando a los pobres, a
los hermanos más pequeños del Señor (cfr Mt 25,40): son nuestros indicadores
preciosos a lo largo del camino. Nos hará bien tocar sus heridas, con la
fuerza sanadora de la presencia de Jesús y con el bálsamo de nuestro servicio».
Una
vez más, el Santo Padre recordó la prioridad de anunciar el Evangelio al mundo,
unidos en Cristo:
«Con
este estilo sencillo, ejemplar y radical estamos llamados particularmente hoy
a anunciar el Evangelio, prioridad de nuestro ser cristianos en el mundo.
La unidad reconciliada entre los cristianos es parte indispensable de dicho
anuncio: ‘En efecto, ¿cómo anunciar el Evangelio de la reconciliación sin
comprometerse al mismo tiempo en la obra de la reconciliación de los
cristianos? (Ut Unum sint, 98). En el camino estamos impulsados por
los ejemplos de cuantos han padecido por el nombre de Jesús y están plenamente
reconciliados en la victoria pascual. Son aún tantos, en nuestros días, los que
sufren por el testimonio de Jesús: su heroísmo manso y pacífico es para
nosotros una llamada urgente a una fraternidad cada vez más real»
CdM
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