¿El tomate de un kilo?
El
otro día estábamos en el recreo y apareció una hermana con un tomate rojo y
maduro en su mano que tenía que pesar casi un kilo.
¡Era
tan grande y tan suculento que nos quedamos pasmadas! Y decía muy sorprendida:
"¡Mirad lo que se da en nuestro huerto! ¡Si cojo en la otra mano un kilo
de lentejas, pesan por el estilo...!"
Esta
anécdota me hizo pensar en lo generosa que es la tierra, que, con una minúscula
matita y un mínimo de cuidado y riego, puede darnos estos frutos tan
sorprendentes. Se notaba que todo el tomate era carne sabrosa y deliciosa para
comer…
Y
el Señor me quería también hablar a través de esta hortaliza:
Dios
ha puesto en esta plantita de tomate toda su fuerza germinativa, todo su
cuidado y mimo, y en mi corazón ha introducido nada menos que su Espíritu
Santo. Él es vida con su gracia y hace de mí un huerto muy fértil y dispuesto a
dar frutos copiosos de santidad: quiere que crezcan en mí el amor, sobre todo,
la bondad, la amabilidad, la dulzura, la sencillez, la confianza, el bien
hablar y el bien hacer, el dominio de mí, la paciencia… y un largo etc. que
sabe el Espíritu y lo da a quien se lo pide y lo desea.
Jesús
nos cultiva y nos trabaja si hay asperezas en nuestra tierra, para dejarla
esponjosa y suelta, de forma que estas virtudes salgan a la luz sin ningún
obstáculo por mi parte.
Vengamos
todos al Señor y comamos de los copiosos frutos de su Espíritu. ¡Confiemos, y
se nos dará; que si la tierra y el tomate son tan generosos, Jesús no puede
comparárseles! ¡Seamos ávidos de regalos del cielo para repartirlos después a
los hermanos y hacerles felices!
Hoy
el reto del amor es elegir uno de estos frutos, por ejemplo la bondad. Seamos
bondadosos unos con otros, buenos en nuestras palabras y acciones…
VIVE
DE CRISTO
Fuente: Dominicas de Lerma
