Maria-Anne
y su marido llevaban dos años esperando un embarazo cuando ella vivió una
impactante experiencia
Marie-Anne
conoció Paray-le-Monial cuando era pequeña: “¡Mi madre vio un volante al fondo
de la iglesia!”. Inscritos casi por casualidad, o quizás más por influencia del
Espíritu Santo, la familia viajó a Borgoña (Francia).
Y Marie-Anne
arrastraba un poco los pies: “Estaba convencida de que allí me aburriría”.
Finalmente, el encanto actuó: en medio de jóvenes de 17 años, la joven se
sintió “plena” con una fe propia. Para ella no hay duda: “Paray cambió mi
vida”.
En la prueba de la infertilidad
En 2003, Marie-Anne
se casó. Durante dos años, la pareja afrontó la prueba de la infecundidad. “Yo
la vivía especialmente mal. Estaba profundamente triste, me dejaba abrumar”.
Y
entonces Paray cambió su vida por segunda vez. Cuando
empezó a pensar en inseminaciones, desesperada por la idea de nunca poder dar
vida, Marie-Anne participó en una sesión con la comunidad del Emmanuel.
“Recibí muchas
palabras que me impactaron. Hubo una canción que nunca había cantado tanto como
ese verano: “Venid a mí los que estéis cansados y agobiados y yo os aliviaré,
yo soy el descanso de vuestras almas”.
Marie-Anne
comprendió que podía pedirle a Jesús que le ayudara a llevar su pena y
aprovechó una vigilia para depositar al pie de la cruz lo que le hacía daño y
le impedía avanzar.
“Hasta
entonces, yo le pedía al Señor un hijo, y punto. Mi oración se transformó: le
decía que tenía confianza en Él, que Él sabía mejor que yo lo que me convenía,
que deseaba un hijo desde el fondo de mi ser y que Le necesitaba a Él para
ayudarme a soportar mi pena en la espera”.
“Se inclinó sobre mi cabeza con Jesús Hostia”
Fue la última
tarde cuando -está segura- recibió una verdadera gracia. Todos estaban reunidos
para la adoración. El sacerdote pasó entre la multitud con la custodia, entre
las filas de sillas. Marie-Anne estaba sentada delante. El sacerdote se
disponía a salir de la tienda cuando de repente se dio la vuelta. “Se inclinó
sobre mi cabeza, con Jesús Hostia. ¡Qué emoción! Estoy segura de que fue en ese
momento cuando fui curada de mi infertilidad”.
Pasaron unas
semanas y Marie-Anne y su marido se enteraron de que esperaban un bebé. “Nos
habían dicho que no sucedería sin la ayuda de la medicina”. Once años
más tarde, ahí están a la cabeza de una familia de cuatro hijos.
Fiel a
Paray-le-Monial, Marie-Anne mantiene un profundo vínculo con el lugar que la
liberó de una cruz muy pesada de llevar. “Cuando llego a Paray-le-Monial,
cuando veo el río, la basílica, siento el corazón llenarse de felicidad, como
si volviera de vuelta a casa”.
Por Sophie Le
Noën
Fuente: Aleteia Francés