Aunque miles de féminas comparten los ideales de
San Ignacio de Loyola alrededor del mundo, sólo hay una jesuita oficial en su
congregación
La Compañía de Jesús es,
tradicionalmente, una organización religiosa masculina. Pero como reza el
dicho, “el que persevera alcanza”, y hubo una mujer que se empeñó tanto en ser
parte de los jesuitas, que logró serlo, convirtiéndose en la primera -y única-
mujer que ha militado en la Compañía (aunque de forma secreta).
Su nombre era Juana
de Austria y era nada más y nada menos que la hija de Carlos V y la emperatriz
Isabel de Portugal.
Nació el 24 de junio
de 1535 en Madrid y cuando tenía tan solo 4 años quedó huérfana de madre. Como
su padre se encontraba batallando en África, Juana se refugió en el cariño de
su hermana María, pero sobre todo, en el de su hermano mayor y futuro rey, Felipe II.
Este se casó con
María Manuela de Portugal y, por costumbres de la época, a Juana le tocó
casarse entonces con el hermano de ella, Juan Manuel, cuando tenía tan sólo 17
años, convirtiéndose en princesa lusitana.
Pero a pesar de que
fue un matrimonio arreglado, Juana y él parecían llevarse muy bien, incluso
muchos aseguran que llegaron a amarse.
La felicidad no duró
mucho. Ella quedó embarazada y, semanas antes de dar a luz, su esposo falleció
a causa de una terrible enfermedad (unos historiadores dicen tuberculosis y
otros diabetes).
La corte se lo ocultó para no ponerla en riesgo a ella ni al bebé
(que era el heredero del trono de Portugal), pero al enterarse unos 18 días
después del parto, se sumió en una profunda tristeza que, incluso, la hizo
renunciar a sus joyas y vestidos más opulentos, vistiéndose de negro el resto
de sus días.
La situación
preocupó mucho a la corte portuguesa. ¿Por qué? Felipe II, tras haber enviudado
también, había decidido volverse a casar con María Tudor, lo que implicaba que
debía mudarse a Inglaterra, y Carlos V había pensado en Juana como la
nueva regente de Castilla, comprometiendo así la integridad
territorial por lazos dinásticos.
Ella asumió la
responsabilidad, abandonó Portugal y tuvo que dejar a su hijo Sebastián al
cuidado de la reina Catalina; de hecho, nunca más lo llegó a ver y asumió el
rol de madre con el cuidado de sus sobrinos.
Juana de Austria dedicó su vida al gobierno de España y a
alimentar su espíritu religioso. Aunque era considerada una joven bella e inteligente, no se
interesó por ningún hombre de la corte.
Cuando María Tudor
falleció, Felipe II debía abandonar Inglaterra sin derecho al trono según las
leyes inglesas; entonces, asumió el reinado de España y le quitó esa
responsabilidad a su ya agobiada hermana, quien constantemente era presionada tanto
por la corte como su propio padre.
Tras su gobierno, Juana pensó tomar votos como franciscana, que
era lo que se esperaba en aquella época de una viuda sin intenciones de volver
a contraer matrimonio, pero su interés estaba en la Compañía de Jesús de Iñigo
de Loyola, por lo que entabló una buena relación con uno de sus miembros:
Francisco de Borja.
Sin embargo, esta
orden nunca había aceptado mujeres, pero fue tanta su insistencia (y
probablemente su rango tuvo también algo de influencia) que consiguió formular
sus votos en secreto asumiendo un pseudónimo masculino: Mateo Sánchez.
Su fe se intensificó
y, dado que públicamente no podía ser parte oficial de los jesuitas, fundó
el Convento de las Descalzas Reales en 1557, un recinto de
Clarisas donde se retiró dos años después y desde donde también apoyó a su
hermano y siguió colaborando con la crianza de sus sobrinos y sobrinas.
El 7 de septiembre
de 1573 Juana de Austria falleció a causa de un tumor y fue enterrada en el
convento que fundó.
Adriana
Bello
Fuente:
Aleteia