¿Cómo
ir a misa el domingo sin chocar ni fracasar con nuestros pequeños? Varias mamás
ofrecen claves para vivir este encuentro semanal con serenidad, paciencia y
amor
El
papa Francisco ha dicho: “No me gusta que se eche de la iglesia a los niños
pequeños que lloran durante la misa. Su llanto es la mejor prédica. No molesta.
Puede ser la voz de Dios”. Formidable ánimo a no renunciar a este encuentro
semanal con Jesús por el hecho de que nuestros hijos no tienen lugar en él
antes de los cinco años. Sin embargo para que una misa con niños sea
beneficiosa para todos y cada uno hay que prepararla. Y estas mamás tienen las
mejores experiencias para compartir…
Anticipar para gestionar mejor
Una
misa con niños se prepara: libritos, pañales y toallitas, a veces algún
dulce para los más pequeños. María Manuela prevé “pequeños libros de
misa, algunos pequeños juegos no ruidosos y relacionados con la fe,
como por ejemplo animales del arca de Noé”.
¿Por
qué no leer la lectura del día de camino a la iglesia? Este podría
ser un buen medio parar prepararles a abrir sus orejas para escuchar la Palabra
de Dios.
Ana
anticipa ya sus futuras misas con hijos: “Más tarde creo que leeremos juntos
las lecturas antes de la misa para que estén más atentos. Sofía, madre de dos
pequeños, “les hace correr y cansarse antes; hay que salir por tanto
temprano“. Salir con suficiente antelación permite también escoger un buen
lugar, el mejor estratégicamente.
Un lugar estratégico
Algunos
padres prefieren colocarse discretamente al fondo de la iglesia, cerca de la
puerta de salida. En caso de gritos, “¡se evacúa rápidamente!”, explica Celia.
Pero
para María, madre de 7 hijos de 7 meses a 10 años, no resulta mejor encerrarse
al final de la iglesia. “Buscamos la primera fila para que vean bien.
Explicamos regularmente el sentido de la misa y su desarrollo. Hasta los 2
años, les dejamos un juguete o un muñeco; para los demás, a veces un libro de
misa durante la homilía. ¡Es importante sensibilizarlos! Intentamos
hacerles comprender al máximo el misterio. Y no digo que no haya
“fracaso”…”.
Para
Ana, el lugar es muy simple: “Me pongo al lado de personas amables. Mi hijo se
encuentra en brazos de abuelas que están encantadas y yo rezo durante ese tiempo”.
Guarderías, “peceras”,…
Las
soluciones para las familias existen. Dependen mucho de las iglesias, los
sacerdotes y las comunidades. Las guarderías realizan un gran servicio a muchos
padres que pueden -finalmente- encontrar un tiempo de recogimiento y de oración
en medio de una semana bien agitada.
María
Emilia, madres de tres niños de 3 años, 2 años y 2 meses, no tiene guardería en
su parroquia, pero ¡es su sueño! Para ella “es preferible dejarlos en la
guardería y pasar una buena misa a regañarlos e impedir a sus vecinos rezar. Es
una misa, no otra cosa… hay que tener respeto por Dios, por
los sacerdotes y por las demás personas. Un cura decía que valía más dejarlos
en la guardería que pasar la misa intentando mantenerlos porque verían la misa
como algo desagradable. Creo que tiene razón”.
Catalina
no está de acuerdo. Ella cree que los niños tienen su lugar en la misa: “No
todos los sacerdotes reaccionan igual. Al de la parroquia de mis padres le
gusta mucho ver a niños pequeños en misa porque, como él dice, cada vez es más
raro y son pequeños y hay que acostumbrarlos. Si un niño grita, es normal, ¡no
le vas a abofetear!”.
Ingrid,
madre de tres niños, aprovecha regularmente la guardería durante la misa, “pero
empiezo a culpabilizarme porque nuestros hijos vienen como turistas”.
En
otras iglesias, una sala acristalada, a veces equipada con una
pantalla para seguir la misa sin molestar a los demás, se reserva a las
familias.
Esta
solución sin embargo no gusta a todos. Clara explica: “Me duele mucho dejarlos
a un lado, aun por una buena causa, en una sala con un micrófono malo, una
pecera a un lado de la iglesia donde todo el mundo grita, con el pretexto de
que no se nos oiga. En nuestra parroquia hay una sala llena de libros y juegos
de todo tipo y mis hijas de 5 y 3 años y medio lloran para ir ahí, cuando
necesitan tiempo para aprender a seguir la misa”.
Ana
profundiza en ello: “Probé una vez… y les dije que en ese caso me quedo en casa
y miro la televisión”. Ludivina matiza: “Me gusta como madre que se pueda tener
un lugar donde ir con los niños para aislarse. Pero todo está en la medida y el
estado de ánimo. A veces he tenido la impresión de que la invitación a ir a
este tipo de salas es de hecho una invocación imperativa y urgente. ¡Bastante
desagradable y poco fraterno como mensaje!”.
La
solución del despertar a la fe a partir de los 3 años es muy apreciada. Este
tiempo pasado “durante la misa” toma todo su sentido con unaexplicación de
la liturgia hecha específicamente para niños. “Incluso los más movidos se
quedan más tranquilos por el hecho de tener un momento adaptado a su edad
antes”, explica Ana.
Habituar a los niños al silencio y a la calma
¿Cómo
orar con niños revolviéndose, riéndose y moviéndose entre las piernas? ¿Cómo
recogerse sabiendo que nuestros hijos molestarán a los que están al lado? La
gran mayoría de los padres hacen lo posible para tener a sus querubines en su
lugar pero a veces los mayores esfuerzos no son nada frente a la obstinación…
de un niño enfadado.
“No
es fácil rezar con un niño nervioso, entonces ayudémonos unos a otros -pide
Catalina-. Expliquemos al niño por qué hay que hablar bajito, hagámosle
visitar la iglesia durante la misa, mostrémosle las imágenes, el Via
Crucis, la Virgen María,… Así le despertaremos a la fe”.
“Es
importante permanecer en calma y evitar reñir a tu hijo
durante la misa -añade-. Cuanto más se enoje, más molestará y más ruido hará.
Personalmente prefiero oír a un niño jugar en su rincón durante la misa que a
un niño constantemente quejándose a unos padres nerviosos”, añade.
Celina
está de acuerdo: “Tengo tres hijos y me parece que lo mejor es estar delante
para que estén más atentos y sobre todo dejarles hacer… bueno, si gritan por
supuesto que no, pero me he dado cuenta de que cuando les pido que no hagan ruido
es peor”. Ana concluye: “Y a veces los padres son más ruidosos que sus hijos…”.
A
Ofelia le encantaría no enfadarse. Esta joven madre de una familia muy numerosa
nos confía su pena: “Temo la misa con todos los niños… y esto desde el sábado.
Se mueven tanto… ¡en cuanto uno se pone de pie, otro se levanta! Con 7 hijos,
de los cuales 5 niños, la misa se ha convertido en un calvario para mí”.
¡Suelta la cuerda y ora!
Sofía
se fija un objetivo cada domingo: “Hacerles comprender que el lugar y el
momento son sagrados y que este es el sitio para recibir la fuerza para amar.
Pasamos como por una montaña rusa, se acerca, se aleja… cuando se excitan o se
enfadan, sin embargo trato tanto como me es posible de confiarlos al
amor de Dios”.
No
hay que desesperarse ante el comportamiento de nuestros hijos en misa, pedir
ayuda al Señor y, por qué no, a la gente, cuando el pequeño grita y los mayores
quieren ir a comulgar. Jesús era el primero en “dejar ir a Él a los niños”, no
los excluyamos de la iglesia pero tampoco los convirtamos en los reyes. Todo
con equilibrio y sentido común.
Fanny,
madre de tres hijos, ha encontrado la solución expatriándose a África: la misa
al aire libre, sus hijos van y vienen más fácilmente.
Ella
nos explica una anécdota para dejar de culpabilizarse: “El domingo pasado, las
gallinas caminaban en medio de la iglesia al aire libre, los niños corrían
cerca, y se oía un gran “¡Coc-cooooooc!”. Y de repente mi hijo me dijo: “¡Mamá!
Las gallinas no se portan demasiado bien en misa, ¿ehhh?”.
Claire de Campeau
Fuente: Aleteia