Predicación,
persecuciones y oración
En
su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta el Santo
Padre se detuvo a considerar estos tres puntos para describir la vida del Apóstol
Pablo. El Pontífice puso de manifiesto lo que también hoy nos ofrece
el Apóstol de los Gentiles, a saber: anunciar el Evangelio en medio de las persecuciones
del mundo y las consolaciones del Señor.
“La
vida de Pablo – dijo el Papa – es difícil, y está siempre en
movimiento”. Y se detuvo a considerar un pasaje del libro de los Hechos
de los Apóstoles propuesto por la liturgia del día del que se desprenden
“tres dimensiones” de esta “vida de Pablo en movimiento, siempre en
camino”.
San Pablo: una vida
siempre en movimiento para anunciar a Cristo
La
primera dimensión – afirmó Francisco – “es la predicación, el
anuncio”. Y comentó que Pablo iba de un lugar a otro para anunciar
a Cristo, y cuando no predicaba en un sitio, trabajaba”:
“Pero
a lo que más se dedica es la predicación: cuando está llamado a predicar y a anunciar
a Jesucristo, la suya ¡es una pasión! No está sentado ante el escritorio. No.
Él siempre, siempre está en movimiento. Siempre está llevando adelante el anuncio
de Jesucristo. Tenía adentro un fuego, un celo… un celo apostólico que
lo llevaba adelante. Y no se echaba atrás. Siempre adelante. Y ésta es una de
las dimensiones, que trae dificultades, verdaderamente”.
Con el auxilio del
Espíritu Santo es posible afrontar las persecuciones
La
segunda dimensión de esta vida de Pablo – prosiguió explicando
el Obispo de Roma – son, precisamente, “las dificultades. Más
claramente las persecuciones”. En la Primera Lectura – dijo – leemos
que todos se unieron para acusarlo. Pablo va a juicio, porque lo
consideran “un perturbador”:
“Y
el Espíritu inspiró a Pablo un poco de astucia. Sabía que
no eran ‘uno’, que ente ellos había tantas luchas internas y sabía que los
saduceos no creían en la Resurrección, que los fariseos creían… y él, un
poco para salir de aquel momento, dijo con fuerza: ‘Hermanos, yo soy fariseo,
hijo de fariseos. Estoy llamado a juicio a causa de la esperanza en la resurrección
de los muertos’. Apenas dijo esto, se desató una disputa entre los fariseos,
los saduceos y la asamblea, porque los saduceos no creían… Y estos, que
parecían ser ‘uno’, se dividieron, todos”.
El Santo
Padre comentó además que estos “eran los custodios de la Ley, los custodios
de la doctrina del Pueblo de Dios, los custodios de la fe”, “pero uno
creía una cosa y otro otra”. Esta gente – reafirmó el Papa Bergoglio –
“había perdido la Ley, había perdido la doctrina, había perdido la fe, porque
la había transformado en ideología”, y “lo mismo con la doctrina”.
La fuerza de San Pablo es
la oración, el encuentro con el Señor
De
manera que San Pablo – recordó el Papa Francisco antes
de concluir – “tuvo que luchar tanto” por esto. La primera dimensión de su
vida – añadió – “es el anuncio, el celo apostólico: llevar adelante
a Jesucristo”, “la segunda es: sufrir las persecuciones, las luchas”. Y,
en fin, la tercera dimensión: la oración. “Pablo – destacó el Pontífice – tenía esta intimidad
con el Señor”:
“Se
le presentaba a su lado tantas veces. Una vez él dijo que fue llevado casi al séptimo
cielo, en la oración, y no sabía cómo decir las cosas hermosas que había
sentido allí. Pero este luchador, este anunciador del horizonte sinfín, cada
vez más, tenía aquella dimensión mística del encuentro con Jesús. La
fuerza de Pablo era este encuentro con el Señor, que tenía en la oración,
como fue el primer encuentro en el camino hacia Damasco, cuando iba a perseguir
a los cristianos. Pablo es el hombre que ha encontrado al Señor
y no se olvida de eso, y se deja encontrar por el Señor y busca
al Señor para encontrarlo. Hombre de oración”.
“Estas
las tres actitudes de Pablo – terminó diciendo el Papa –
nos enseñan este paso del celo apostólico para anunciar a Jesucristo;
la resistencia – resistir a las persecuciones – y la oración, es
decir, encontrarse con el Señor y dejarse encontrar por Él”.
“Que
el Señor nos dé la gracia a todos nosotros, los bautizados – concluyó Francisco –
la gracia de aprender estas tres actitudes en nuestra vida cristiana:
anunciar a Jesucristo, resistir a las persecuciones y a la seducción que te
llevan a separarte de Jesucristo y la gracia del encuentro con Jesucristo en la
oración”.
María
Fernanda Bernasconi
Radio
Vaticano