Cada bautizado, en el mismo instante en que despierta a la fe, recibe el
impulso de la gracia divina para dar testimonio del Evangelio con obras y
palabras
Nuestras
comunidades cristianas sufren una verdadera crisis de formación. Sus miembros
no parecen tener interés ni tiempo para formarse. En el mejor de los casos, se
conforman con las actividades que pueden ofrecer sus parroquias, asociaciones o
movimientos.
Y, sin embargo, sin una verdadera preparación, ¿cómo podremos
responder a los formidables desafíos que nos plantea nuestra sociedad?
Hace
diez años, en marzo de 2007, el entonces gran canciller de la Facultad de
Teología de San Dámaso, el cardenal Rouco Varela, en colaboración con la
Dirección Nacional de Obras Misionales Pontificias, erigió la cátedra de
Misionología como un servicio a la reflexión y formación misionológica de
sacerdotes y fieles. Esta iniciativa venía a dar respuesta a la necesidad, no
solo de promover la actividad misionera de las diversas comunidades cristianas,
sino también de profundizar en los fundamentos teológicos y eclesiales de la
misión evangelizadora. Era preciso dar a luz un instrumento que afrontara el
reto de ofrecer una formación misionera orgánica y sistemática con rigor
académico.
En
efecto, la misión es de todo cristiano y ninguno puede sentirse eximido de esa
responsabilidad. Parafraseando el lema escogido por el Papa Francisco para el
mensaje de la próxima Jornada Mundial de las Misiones, «la misión está en el
corazón de la fe cristiana». Esto supone que cada bautizado, en el mismo
instante en que despierta a la fe, recibe el impulso de la gracia divina para
dar testimonio del Evangelio con obras y palabras. El encuentro con Cristo, el
gozo de una vida nueva que brota de la relación filial con Dios Padre y la
libertad que otorga el don del Espíritu convierten a cada cristiano en un
verdadero misionero, en un apóstol de la Buena Noticia de Jesucristo.
Esta
misión la podrá realizar allí donde vive o yendo donde el Señor le llame, la
cumplirá entre los propios familiares y compañeros o entre los que Dios le dé
como hermanos; pero nunca podrá desentenderse de la misión que el Señor, en el
seno de la Iglesia, le ha confiado. Como dice el Papa Francisco, siempre somos
discípulos misioneros. Con la vocación al discipulado, el Señor nos da su
gracia para la misión. Esta es, ante todo, la que nos capacita para seguir a
Cristo al tiempo que misionamos en su nombre.
Crisis de formación en
las comunidades
Sin
embargo, forma parte de la responsabilidad misionera el que los cristianos,
laicos, religiosos y religiosas, seminaristas y, también, sacerdotes nos
formemos para el ejercicio de la misión. Todos estamos llamados a crecer como
evangelizadores. Lamentablemente, hemos de reconocer que, en la actualidad,
nuestras comunidades cristianas sufren una verdadera crisis de formación. Sus
miembros no parecen tener interés ni tiempo para formarse. En el mejor de los
casos, se conforman con las actividades que pueden ofrecer sus parroquias,
asociaciones o movimientos. Y, sin embargo, sin una verdadera preparación,
¿cómo podremos responder a los formidables desafíos que nos plantea nuestra
sociedad?
No
podemos mantener inercias ni pensar que la formación recibida en un contexto de
cristiandad nos sirve para este tiempo caracterizado por un cambio epocal. La
acción de la gracia supone en nosotros una disposición de acogida que pasa
irremisiblemente por una seria formación teológica, antropológica,
eclesiológica, espiritual… También supone el empeño por llevar adelante
espacios de reflexión en los que podamos discernir con serenidad tanto los
recelos como los anhelos que la cultura actual siente respecto al anuncio del
Evangelio.
Hoy
por hoy, la formación es un reto que cada bautizado debe asumir personalmente.
No hay excusas. Cada uno tiene que ver el modo de dar cumplida respuesta a esa
exigencia. Y la Iglesia debe promover los medios apropiados para poder superar
los condicionantes que se presenten. La cátedra de Misionología de San Dámaso
es uno de esos medios. Sus diez años de existencia han mostrado la suficiente
capacidad de adaptación como para dar una respuesta formativa a las situaciones
personales de sus destinatarios.
Juan
Carlos Carvajal Blanco
Coordinador de la cátedra de Misionología de la Facultad de Teología San Dámaso
Coordinador de la cátedra de Misionología de la Facultad de Teología San Dámaso
Fuente:
Alfa y Omega