Cuando
los días parezcan oscuros y depresivos, ábrete y charla con tu madre
Fiel
a la costumbre semanal en su blog, el sacerdote, Oblato de la Virgen María,
fray Ed Broom ha escrito un decenario de acciones para amar –cotidianamente—a
la mejor de las madres, la Santísima Virgen María.
“En
la siguiente lista -dice el fraile- presento diez diferentes maneras como
podemos mostrar a María, nuestra madre, un gran amor, y sin duda por su
poderosa intercesión, atraerá para nosotros las gracias para convertirnos en lo
que estamos llamados a ser: santos (como la gran mayoría de nuestras madres lo
son)”.
1) Habla con ella. Tenemos que formarnos el hábito de hablar
frecuentemente con María, confiar en ella, hablarle desde nuestro corazón como
lo hizo Jesús, su hijo y el hijo de Dios. María es nuestro modelo, nuestra
guía, nuestra amiga y nuestra más querida madre. Nos ama demasiado como para no
charlar con ella a menudo.
2) Comienza tu día con María. Al levantarte tu primera acción
podría ser ofrecer el día totalmente a Jesús, en todo lo que digas, hagas y
pienses. ¿Por qué no ofrecerlo a través del Inmaculado Corazón de María? Dale
a Jesús, a través de María, tus ojos, tus oídos, tu mente, tu corazón, tus
intenciones…, en una palabra, dale todo a través de su madre, María.
3) Ámala. Una madre nunca se cansa de escuchar que su hijo le
dice que la ama y que es la mejor de todas. La tentación podría ser que nos
dijéramos, “si ya lo sabe, ¿para que se lo digo otra vez?”. Es cierto, una
buena madre ya lo sabe, pero expresarlo con palabras hará que su corazón salte
de contento. Lo mismo se puede decirle a María: “Madre Mía, te amo” a lo largo
de la jornada. La madre de Dios experimentará una gran alegría en su inmaculado
corazón.
4. Sal de paseo con ella. Cuando viajemos, no obstante el viaje
sea corto o muy largo, podrías invitarla a venir contigo, con tu familia, a tu
lado. Es una buena compañera de viaje que te va a proteger en el camino de
muchos peligros y de muchos peligros y accidentes tanto físicos como morales.
5. Imita a María. Si conocemos a alguien profundamente, lo
imitaremos y lo amaremos. San Luis María Grignon de Montfort subrayó las diez
principales virtudes de María que podríamos imitar: su profunda humildad, su fe
viva, su obediencia ciega, su oración constante, su oblación perenne, su
incomparable pureza, su amor ardiente, su heroica paciencia, su angélica amabilidad
y su gloriosa sabiduría.
6.
Confía y “superconfía” en María. Si
de verdad tenemos confianza en una persona, le podemos platicar nuestras penas,
sabiendo que esa persona especial nos cuidará y nos protegerá. Dios Padre le
confió a María el cuidado de su único hijo. Por lo tanto, podemos dejar la
totalidad de nuestra vida a su cuidado. San Bernardo dijo que nunca se ha
sabido de alguien que se abandonara a María que fuera defraudado.
7) Dile a María tus
temores y caídas. Podemos
ser tentados por el demonio –quien verdaderamente odia a la Virgen María— para
sentirnos inhibidos de contarle a ella nuestros temores y nuestros profundos
sufrimientos. Pero María, la mejor de las madres, conoce con claridad cuando su
hijo se encuentra más herido, cuando necesita el más tierno amor y cuidado.
Cuando los días parezcan oscuros y depresivos debemos abrirnos y charlar con
María, nuestra madre. Ella es, como dos títulos que le dan las Letanías,
“refugio de los pecadores” y “salud de los enfermos”.
8) Llámala en medio de la tentación. Nuestra vida es una guerra
constante: somos soldados de Cristo y de María. Eso significa que siempre
estamos en el campo de batalla. Nuestros enemigos son tres: el mundo, el
demonio y la carne. Conscientes de esta intensa realidad del combate espiritual,
si llamamos a María la victoria estará con nosotros. La célebre batalla de
Lepanto se ganó tras invocar a María y rezar el Rosario, por insistencia del
papa san Pío V.
9) Promueve el amor a María como una madre. Si ya tenemos la
experiencia del amor, la ternura y el cuidado de María en nuestra vida diaria,
entonces, sin lugar a dudas, quisiéramos hacerla conocer a muchos más. María no
es amada y honrada por una razón principal: no es conocida. ¿Cómo puede serlo?
De muchas maneras. Recomendado buenos libros sobre ella; recomendando el rezo
del Rosario (y
rezándolo diariamente) o recomendando llevar el Escapulario de
Nuestra Señora del Monte Carmelo.
10) Muere en los brazos de
María. El
momento más importante de nuestra vida es el exacto momento en que morimos. Ese
momento determinará nuestro destino eterno: el cielo o el infierno. ¿Por qué no
nos prepararnos para morir en gracia al menos 50 veces al día? Rezando el
Rosario lo podemos lograr. Cada vez que rezamos el Avemaría nos preparamos para
llegar a tener una muerte santa y feliz.
Jaime Septién
Fuente:
Aleteia