La
actriz Scarlett Johansson dice que el matrimonio es demasiado difícil como para
que sea "natural", pero pasa por alto la cuestión esencial
Un
artículo de Vogue se hace eco de la perspectiva que tiene la actriz Scarlet
Johansson sobre el matrimonio y la monogamia: “La idea del matrimonio es
muy romántica, es una idea muy bonita, y su práctica puede ser una cosa muy
bella. Pero no creo que sea natural ser una persona monógama. Puede que me
critiquen por esto, pero creo que es mucho trabajo (…). El hecho de que sea
tanto trabajo para todo el mundo, eso prueba que no es algo natural”.
Aunque
no estoy de acuerdo, sin duda entiendo por qué la actriz podría creer eso.
Después de pasar por mi propio divorcio hace muchos años —un divorcio no
deseado motivado por la infidelidad de mi esposo— me tuve que plantear una
difícil pregunta: ¿La doctrina cristiana pone el listón demasiado alto al
condenar el divorcio y enseñar que el matrimonio es de por vida?
No te divorciarás
“Moisés
les permitió a ustedes divorciarse de sus esposas por lo obstinados que son,
pero no fue así desde el principio (…) Así que ya no son dos, sino uno solo.
Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre (…)”, lee la
notable condena del divorcio del libro de Mateo.
Pero
si contrastas esta enseñanza con la tasa de divorcios de la sociedad de hoy,
tal vez te asalte la duda. Durante mis años posdivorcio, sentí que era
necesario embarcarme en una profunda búsqueda espiritual. ¿Era realmente
posible que una pareja permaneciera casada o era simplemente una noción
extremadamente optimista, anticuada y poco realista que tenía que aceptar?
Mantuve
intensos debates internos. No era que no creyese en la monogamia, porque creía
y de todo corazón. Pero que un extraño me entregara los papeles del
divorcio en vez de recibir un mensaje de amor de mi marido fue una experiencia
que me sacudió hasta los cimientos y me obligó a plantearme que quizás fuera
demasiado ingenua.
Por
un lado, ¡me había casado para toda la vida! Iba en serio cuando pronuncié el
juramento del día de mi boda y tenía intención de todo corazón de vivir respetándolo
hasta el día de mi muerte. Pero ahora que estaba divorciada, aquellas
aspiraciones me hacían sentir como una tonta.
Por
otro lado, conocía a personas que llevaban casadas muchos años, y felizmente
casadas. Si la felicidad en el matrimonio era posible, esos eran los ejemplos
que tenía que examinar al detalle.
Amor, responsabilidad y
regalo
Es
fácil rendirse; lo difícil es remangarse y ponerse a trabajar por la relación.
Aquí es donde la señorita Johansson yerra el tiro, en mi opinión. Durante los
16 años desde mi segundo matrimonio, he aprendido que las dificultades en
el matrimonio no son un peligro para la fidelidad a no ser que la pareja lo
permita.
Yo
las considero oportunidades. Son oportunidades para hacer que la relación sea
incluso más significativa y más comprometida que antes.
Con
los años, los retos que ha afrontado mi matrimonio han aportado más
refinamiento, más amor, más comprensión y más compromiso de lo que jamás habría
previsto. Que no se me entienda mal, tuvimos que trabajarlo, pero mereció el
esfuerzo con creces porque nunca cambiaría lo que tenemos ahora por lo que
teníamos al comienzo de la relación.
Si
tenéis dudas sobre si es posible mantener una relación matrimonial permanente,
exclusiva y feliz, os animo a que observéis a parejas felices y casadas que
conozcáis y que toméis nota de cómo se tratan entre ellos marido y esposa.
Podéis aprender mucho de estas parejas tan solo observando.
También
recomiendo dos libros esenciales: Amor y responsabilidad y Teología
del cuerpo, ambos del papa san Juan Pablo II. Estas increíbles obras fertilizan
esa diminuta semilla de esperanza que tenemos por el matrimonio: que es
totalmente posible hacer que perdure, no por obligación ni por vivir una
sentencia de prisión, sino para tener una relación próspera y feliz.
Sin
embargo, si tuviera que reducirlo todo a un elemento de máxima importancia,
diría que el mensaje fundamental es este: Dios nos creó como un regalo
recíproco. Yo soy un regalo para mi esposo y él es un regalo para mí. Los
regalos son valiosos. Los regalos aspiran a traernos felicidad.
¿Cuánto
cambiarían nuestras vidas si, aunque fuera por un solo día, tratáramos a
nuestros cónyuges como los regalos preciosos que son?
Esperanza en el futuro
Dos
personas imperfectas, llenas de faltas y fallos, son garantía de que ningún
matrimonio es perfecto. Sin embargo, a pesar de la humanidad, el matrimonio
puede ser fuerte, saludable y duradero. El amor que mi marido y yo tenemos hoy
es mucho más rico y profundo debido a las dificultades a las que nos hemos
enfrentado y el esfuerzo que nos hemos dedicado.
Si
vuestro matrimonio tiene problemas o incluso si queréis cambiar la manera en
que abordáis la próxima dificultad, os animo a que simplemente cambiéis vuestra
perspectiva sobre cada dificultad. Consideradla una oportunidad para
reforzar vuestro amor.
Incluso
si no estáis casados, podéis empezar a practicarlo desde ahora con todo el
mundo. Es tan fácil como tratar a las personas que encuentras cada día
como si fueran un regalo precioso. Creo que os sorprenderá gratamente la
respuesta que recibiréis.
Por Lisa Duffy, autora de A
Road To Healing: Daily Reflections For Divorced Catholics [Camino a la
curación: reflexiones diarias para católicos divorciados].
Fuente: Aleteia