Evalúa ahora tu relación
Un
buen matrimonio depende en gran parte de un buen noviazgo, de que él y ella
aprovechen bien ese tiempo para conocerse. Además de amor, ¿qué se necesita
para tener un buen noviazgo? He aquí diez recomendaciones que conviene
considerar:
1. NO dejar fuera a Dios
Antes
que nada, pregúntale a Dios si tu vocación es el matrimonio. Consulta un
director espiritual. Cuando creas haber conocido a la persona indicada, oren
juntos, vayan juntos a Misa, encomiéndense a Dios y a María. Antes de casarse,
acudan a un retiro para novios. Y después no se atengan a sus solas míseras
fuerzas para amarse: no se vayan a vivir juntos ni se unan sólo por lo civil,
sino mediante el sacramento del matrimonio, para recibir de Dios la gracia
sobrenatural de ser fieles y amarse mutuamente como Dios los ama.
2. NO engañar
Esto
abarca dos aspectos. Primero: no finjas lo que no eres. No digas que te gusta
lo que no te gusta, que haces lo que nunca haces, etc. sólo para ser como crees
que tu novia o novio espera que seas. Descubrirá tu engaño al casarse, y puede
ser motivo para separarse. Sé tú mismo, tú misma. Si no es compatible contigo,
ni modo, no fuerces las cosas, ya encontrarás a quien lo sea. Recuerda que
“siempre hay un roto para un descosido”. Y, segundo: no seas infiel. La infidelidad
en el noviazgo es motivo para terminar la relación, porque los novios infieles,
suelen ser cónyuges infieles.
3. NO querer cambiar al
otro
Hay
quien piensa: “mi pareja tiene esta forma de ser, o este hábito, o este vicio
que no me agrada, pero yo la voy a cambiar”. Es una falsa expectativa. La gente
no suele cambiar. El introvertido nunca se volverá extrovertido; la parlanchina
no sabrá quedarse callada; el novio que nunca se acomide a ayudar será un
marido haragán; la novia desaliñada será una esposa de bata y pantuflas. Y las
características que te molestan en el noviazgo, en el matrimonio pueden
aumentar y resultarte intolerables. O le aceptas como es, o no te cases.
4. NO justificar lo
injustificable
Si
en el noviazgo, cuando se supone que están enamorados y desea complacerte,
tiene desatenciones, te deja esperándole y no se disculpa; se la pasa viendo el
celular, llega tarde, no te pregunta cómo estás, te calla, te critica, en el
matrimonio será peor. No busques pretextos para justificar sus malas actitudes,
busca mejor otra pareja.
5. NO violencia
Si
en el noviazgo ya hay gritos, malos modos, insultos y hasta golpes, ¡hay que
salir huyendo! Un novio que te levanta la voz, será un esposo que te levantará
la mano; una novia que te humilla ante tus amigos, será una esposa que te
humillará ante tus hijos. ¿A qué arriesgarse a casarse con alguien que puede
poner en riesgo tu integridad y la de tu familia?
6. NO relaciones sexuales
El
sexo es fabuloso. Decir esto parecería razón para practicarlo en el noviazgo,
pero es justo lo contrario: puede hacer que una pareja crea que son
compatibles, cuando en realidad sólo lo son en la cama. Un amante habilidoso no
necesariamente es un buen esposo. Y hay muchos momentos en el matrimonio en que
no será posible tener relaciones sexuales, así que si el sexo es lo único que
los une, su relación irá a pique.
Una
amiga me contó que su hija fue a confesarse de haber tenido relaciones sexuales
con su novio, y el padre le dijo: “si se aman, no es pecado”. Sorprende
semejante respuesta, porque Jesús menciona, en la lista de maldades que manchan
al hombre, la fornicación, es decir, la relación sexual fuera del matrimonio
(ver Mc 7, 14-23). La relación sexual está pensada para ser una donación total
entre esposos que prometen, con la gracia de Dios, amarse toda la vida. No hay
que banalizarla adelantándola, ni arriesgarse a un embarazo no deseado. Y,
sobre todo, no hay que olvidar que para unos novios católicos tener relaciones
sexuales pre-matrimoniales no es algo que alguien pueda autorizar por encima de
la Palabra de Dios y de la Iglesia, que enseñan que es pecado (ver Catecismo de
la Iglesia Católica #1755; 1852; 2353).
7. NO desoír opiniones y
consejos
Por
tener una visión desde fuera, puede suceder que tus familiares y amigos capten
actitudes de tu pareja que tú no has percibido. “ay, mijita, tu novio toma
demasiado”, “ay, hijo, ella trata muy feo a su mamá”, “oye, amiga, como que tu
novio es ojo alegre, lo he visto coqueteando…”; “híjole carnal, me late que esa
chava sólo te busca por tu dinero, se la pasa haciéndote gastar…”; “uy, le vi
fumando mariguana”. Presta atención, no cierres los oídos. En los procesos de
declaración de nulidad matrimonial, suelen preguntar cuál era la opinión de
quienes rodeaban a los novios. Y es casi seguro que hubo muchas críticas que
fueron desoídas…
8. NO suponer, mejor
preguntar
El
noviazgo es un tiempo para conocerse, para hablar, hablar y hablar de todos los
temas habidos y por haber, para preguntar. Muchos matrimonios se rompen porque
no descubrieron a tiempo que pensaban muy distinto: “¡creí que sí querías tener
hijos!”; “¡no pensé que te molestara que trabaje!”; “¡no sabía que tu mamá
vendría a vivir con nosotros!”. Más vale dialogar que lamentar.
9. NO dejar de considerar
a la familia
No
sólo hay que fijarse en la pareja, sino en su familia. ¿Cómo es?, ¿cómo se
llevan sus miembros entre sí?, ¿cuáles son sus valores? Recuerda que muy
probablemente tendrás que convivir con ellos en Navidad, año nuevo, cumpleaños,
aniversarios, algunos fines de semana, etc. Sus papás serán abuelos de tus
hijos, y tus cuñados, sus tíos; querrán pasar tiempo con ellos, ¿qué clase de
ejemplo les darán? ¿Es ésta la familia a la que quieres pertenecer?, ¿o vas a
discutir y a pelearte cada vez que tu cónyuge la quiera ver?
10. NO sólo buscar “que te
haga feliz”
Muchos
se casan pensando: “ésta me hará feliz” (porque es bonita y puede lucirla en
las fiestas de la oficina, o porque cocina rico, o es hacendosa), o éste me
hará feliz, (porque es tan guapo que sus amigas la envidiarán; o porque gana
tanto que podrá darle una vida de lujos). Buscan la pareja que los haga
felices. Pero si la bonita se pone fea o se enferma, al guapo le sale panza, o
pierde la chamba, ya no “hace feliz”, es hora de descartarlo. La motivación
para casarse no debe ser “que me haga feliz”, sino “quiero hacerle feliz”. Y
qué mayor felicidad que santificarse mutuamente para llegar al cielo. Si tanto
él como ella dicen: “le amo tanto que quiero dedicarme a que sea feliz aquí y
por toda la eternidad”, eso sí que con la ayuda de Dios, se puede lograr pase
lo que pase, en la salud y en la enfermedad, en lo próspero y en lo adverso,
hasta que la muerte los separe en este mundo y puedan reencontrarse en la vida
eterna para siempre.
Por
Alejandra María Sosa
Artículo publicado originalmente por Desde la fe
Fuente:
Aleteia