La parte inocente de la
ruptura matrimonial puede recibir la comunión como cualquier otra persona
Me casé hace muchos
años, pero mi esposo me engañó y nos separamos. Años más tarde nos divorciamos.
Llevo 31 años sin vivir con él. Tuve algunos compañeros, pero desde hace cuatro
años no convivo con pareja, vivo con mis hijas. Una de ellas me dice que
sigo casada por la Iglesia y que no debería comulgar, que estoy pecando. Me he
confesado muchas veces, el sacerdote conoce mi historia y nunca me ha dicho que
no puedo comulgar. ¿Podrían orientarme?
No
todas las parejas en situación irregular son iguales en cuanto a las causas, ni
viven las mismas circunstancias ni tienen la misma fe. Por eso, la
Iglesia invita a mirar caso por caso.
Por
decir un ejemplo, “puede ocurrir que uno de los cónyuges sea la víctima
inocente del divorcio dictado de conformidad con la ley civil; entonces no
contradice el precepto moral. Existe una diferencia considerable entre el
cónyuge que se ha esforzado con sinceridad por ser fiel al sacramento del
matrimonio y se ve injustamente abandonado y el que, por una falta grave de su
parte, destruye un matrimonio canónicamente válido” (Catecismo, 2386).
En
este caso la parte inocente de la ruptura matrimonial tiene la misma
posibilidad de recibir los sacramentos, recibir la comunión, que cualquier
otra persona, bajo las condiciones habituales.
El
sínodo de la familia (celebrado en los años 2014 y 2015) ha dicho que todas las
parejas de casados por la Iglesia que viven en situación de irregularidad
tienen la posibilidad, el derecho y hasta la obligación moral de interesarse
por su alma. Para esto conviene acercarse al propio párroco e iniciar con él un
diálogo, como has hecho tú.
Es
por esto que “los presbíteros tienen la tarea de acompañar a las personas
interesadas en el camino del discernimiento de acuerdo a la enseñanza de la
Iglesia y las orientaciones del Obispo… Se trata de un itinerario de
acompañamiento y de discernimiento que orienta a estos fieles a la toma de
conciencia de su situación ante Dios.
La
conversación con el sacerdote, en el fuero interno, contribuye a la formación
de un juicio correcto sobre aquello que obstaculiza la posibilidad de una
participación más plena en la vida de la Iglesia y sobre los pasos que pueden
favorecerla y hacerla crecer” (Exhortación Apostólica Amoris Laetitia,
300).
HENRY
VARGAS HOLGUÍN
Fuente: Aleteia