Amanda
Evinger era una joven protestante que se preparaba para ser misionera
calvinista en un instituto bíblico. Había aprendido a escuchar a Dios cada
día en una experiencia peculiar unos años antes en el desierto de Mojave. Era
Semana Santa, y sentía que Dios la conducía a ayunar como los santos
antiguos de los que leía.
Rezando en la playa del lago, el Sábado Santo, dejó que Dios expresase su voluntad. "Yo sólo escuchaba, y pronto sentí el impulso en mi corazón de ir a una parroquia católica que estaba calle abajo. Obedecí".
Cuando llegó a la parroquia leyó un cartel: "Vigilia de Pascua a las
20h". "Me aterrorizaba entrar, pero en mi mente protestante
una vigilia significaba estar simplemente unos 20 minutos con velas y canciones al
aire libre, así que entré. Pensé: bien, no habrá misa idólatra, adoración de
María, nada ofensivo".
Efectivamente, lo que vio al principio es que la gente permanecía fuera, a la
entrada de la iglesia, con canciones y velas. Pero a los pocos minutos empezó
una procesión de entrada. "Estuve a punto de irme a casa, pero supe
que era el momento de afrontar mis miedos. Tenía que que saber si la Iglesia
católica era un agente del demonio o era de verdad la Iglesia Una y Verdadera
mencionada en el Credo de los apóstoles".
Y así vio su primera misa, la de la Vigilia Pascual, la más larga del año.
Lo que vio en su primera misa
"Quedé estupefacta a medida que cada mentira que me habían dicho
sobre la fe católica se hundía ante mis ojos. ¿Por qué los protestantes dicen
que los católicos no leen las Escrituras? En esa vigilia se proclamaron al
menos seis o siete lecturas. ¿Cómo pueden decir que los católicos no tienen una
relación personal con Cristo? Lo recibían en esa vigilia, muchos con tanta
reverencia, tomándolo en sus cuerpos. Y estaba claro que nadie adoraba a María.
Y la belleza de la liturgia quitaba el aliento: la adoración auténtica de
Dios Todopoderoso. Nunca había experimentado nada así. ¡Cuánto decía la
misa de la naturaleza tremenda del Cielo y de Dios!", explica Amanda en su
testimonio publicado en el National Catholic Register.
"Cuando al final de la vigilia vi a unas cuantas personas que
recibían sus primeros sacramentos, supe que Dios me llamaba a hacer lo mismo. No
podía resistirme al amor de la Madre Iglesia. Miembros de mi familia me
rechazarían, mis profesores lo lamentarían porque yo tenía títulos prestigiosos
en el departamento de Teología Reformada, mi futuro sería incierto, y mis
amigos se reirían, pero ya no me importaba".
"La siguiente Pascua, recibí a mi Jesús, que tanto había esperado, en la
Santa Comunión, como católica, y mi alma por fin descansó. Había llegado a
casa", escribe.
Hoy vive con su esposo Michael y tres hijos a los que educan (homeschooling)en
su hogar, que es una casita en la pradera en la muy rural Dakota del Norte.
También escribe en algunas publicaciones católicas. Su casa, dice con humor,
está llena de cosas "ultracatólicas", como imágenes de santos y
textos devocionales. Pero ese fue el final de un viaje que dio muchas vueltas.
Una niña con fe, una escuela
anticristiana
Es lógico que haya optado por educar a sus hijos en casa porque en el
colegio público al que fue de adolescencia perdió la fe bajo presiones.
Ella nació en una familia calvinista y de niña tenía fe. "Recuerdo
haber sentido con fuerza la presencia de Dios en un campamento bíblico Reformado
a las afueras de Muskegon, Michigan. Yo sabía que Él existía, y que me amaba, y
que de alguna manera todo estaría bien". Tenía problemas de nervios y de
salud, pero "aquella pertinaz conciencia de la majestad de Dios era muy
consoladora".
Pero el colegio público al que iba de adolescente era muy hostil a la fe
cristiana, y ella que sumergida en ese nuevo ambiente. "Busqué a Dios en
todos los sitios equivocados. Me metí en religiones New Age, buscando paz
y amor. Pasé varios años viviendo peligrosamente lejos de la gracia de Dios,
sólo para acabar en un hospital para adolescentes a los 17 años".
En aquel hospital volvió a hacer una oración tras años de alejamiento.
Después, su hermana la llevó de vacaciones a las colinas, las Black Hills.
"Sentada en medio de la poderosa creación de Dios, recé. ¡Recé! Fueron
solo unos momentos, y no dije palabras, pero era una oración real. El tipo
de oración que añoro tener, incluso hoy".
Después pasó un año de voluntariado social trabajando con niños pobres. Conoció
a otros voluntarios, gente alternativa, "que vivían vidas bastante
pecaminosas pero con una inconfundible bondad en ellos, bondad de
Dios".
Voluntarios con los pobres
En California llegó a un hospital de voluntarios y misioneros llevado por
católicos. Quiso ayudarles muchos meses. Los médicos eran católicos que
iban a misa cada mañana, luego rezaban el Rosario. Un gran Cristo sufriente
recibía a los visitantes con el cartel "Tengo sed". Eran
personas inspiradas por la Madre Teresa de Calcutay su amor a los pobres.
Allí conoció también a pobres mexicanos enamorados de Dios y de la Virgen de
Guadalupe.
Testimonio
Un día el doctor y varias enfermeras la llevaron a ver el desierto de
Mojave. Allí, en el espacio enorme, bajo el calor aplastante, "sentí que
Dios convertía mi corazón de piedra en un corazón de carne. Desde ese día
empecé a rezar en cada momento libre, y desde entonces busqué a mi Rey con
verdadero amor".
Estudiando teología
Fue después de esto que empezó a estudiar español y también teología
protestante. Pero leía muchos clásicos antiguos, y muchas cosas no encajaban
con lo que veía en el mundo protestante. ¿Cómo es que cada denominación
protestante era incompatible con las otras en distintos temas importantes de
doctrina, caso a caso?
Una vez, tras años de estudio, rezaba en una capilla que su abuelo había
ayudado a construir, en la que él había rezado, y leyendo Juan 6 ("mi
cuerpo es verdadera comida, mi sangre es verdadera bebida, tomad y comed, tomad
y bebed") se planteaba por qué sus profesores leían casi todo en la Biblia
de manera literal pero insistían en que estas palabras no debían leerse
literalmente. Poco a poco vio que "no hay una fe protestante: nació como
una protesta contra la fe católica".
Y los monjes de los que leía, personas como San Francisco de Asís... su
santidad y amor a Dios eran innegables, ¿estaban equivocados, día tras día, año
tras año, en lo que creían acerca de la Eucaristía y la presencia real de Cristo?
Todo esto la llevaría, poco después, a atreverse a entrar en aquella iglesia
esa Noche de Pascua que la transformó.
Fuente:
Religión en Libertad