Ni avergonzarte de tu fe
en la empresa, ni usar tu puesto de trabajo para hacer proselitismo: ambas son
incorrectas
Era
Miércoles de Ceniza cuando enfrenté el dilema. Yo quería recibir la ceniza para
señalar el inicio de la Cuaresma, pero simplemente no podía hacerlo. Estaba muy
avergonzada.
La
idea de aparecer a trabajar con una gran mancha negra en la cabeza me hacía
sudar frío. ¿Qué pensarían los compañeros de trabajo? ¿Ellos me preguntarían
sobre ello? ¿Será que las personas me mirarán en las reuniones? ¿Será que ellas
pensarán que soy muy devota?
No
me malinterpreten: no tengo vergüenza de mi fe. Pero no quiero ser el centro de
atención. Tengo miedo de ofender a alguien, o que los compañeros de trabajo se
sientan incómodos al mostrar mi fe.
Entonces,
no lo hice. No fui a la iglesia y no oí al sacerdote decir “Porque eres polvo y
al polvo volverás” (Gn 3, 19), mientras ponía las cenizas en mi cabeza. Perdí
un importante ritual de mi fe porque tenía miedo.
Con
frecuencia lucho con cuánto dejo entrever mi fe en el trabajo, o si debería
dejarla aparecer completamente.
He
lidiado con diferentes formas de esta lucha desde la infancia, en la escuela o
en otros ambientes sociales. Crecí en una iglesia bautista fundamentalista
donde tenía que dar testimonio y participar en las visitas puerta a puerta.
Parecía frío llamar a los vecinos e intentar convertirlos al cristianismo, la
peor pesadilla para una introvertida como yo. Eso me traumatizó.
En
la escuela pensaba que era pecadora si no intentaba abiertamente convencer a
mis amigos agnósticos de que se cambiaran al equipo cristiano.
Recuerdo
que torpemente invité a una amiga a ir a la iglesia conmigo. Se podría decir
que ella no quería ir pero se sintió obligada.
Estas
experiencias me dejaron con una forma de TEPT (trastorno de estrés post
traumático) de la evangelización. Yo tiemblo al pensar en forzar a alguien
sobre mi fe. No es de admirar que dude en exponer mucho mis creencias en el
trabajo.
Al
mismo tiempo, tampoco quiero sentir como si estuviera viviendo dos vidas: mi
vida “profesional” y mi “otra” vida. Quiero integrar mi vida. Entonces ¿cuál es
la respuesta?
¿Cómo
puedo tener integridad –no tener que esconder partes de mí– cuando se trata de
fe y trabajo? ¿Y qué decir de ser luz y sal? Sabiendo que este conflicto
afecta a muchas personas, decidí buscar respuestas de
expertos espirituales.
“Algunos
de los antiguos métodos de compartir la fe evangélica son imprudentes, si no
abruptamente anti éticos”, dice Bill Peel, director del Center for Faith
at Work at LeTourneau University, y autor del Workplace Grace: Becoming a Spiritual Influence at Work.
Él
escribe que un buen modelo de evangelización en el trabajo debe respetar
la integridad y la vulnerabilidad del no creyente, al mismo tiempo que respeta
la profesionalidad del lugar.
En
realidad, si un empleado intenta demasiado convertir a los compañeros de
trabajo, puede ir contra la ley. La misma ley federal estadounidense que
prohíbe a los empleadores discriminar a los empleados en función del sexo,
color, nacionalidad y religión, exige que el empleador mantenga un ambiente de
trabajo libre de acoso.
De
este modo, los gerentes de recursos humanos tienen que encontrar un equilibrio
delicado cuando se trata de lidiar con la evangelización en el trabajo. Ellos
tienen que permitir que los empleados tengan libertad religiosa, pero
también tienen que proteger a los trabajadores contra las presiones.
Courtney
Leyes escribe en HR Professionals Magazine que “es obligación del
empleador tomar medidas razonables para mantener un ambiente de trabajo libre
de acoso. Si hay quejas de conducta, el proselitismo no es deseable”. El
profesional de RH no necesariamente debe permitir el proselitismo a costa de
otros colaboradores.
En
su artículo 10 Reasons it’s Wrong to Evangelize in the Workplace, John
Shore dice: “a menos que parte de la descripción de su trabajo diga,
‘evangelizar a sus colegas de trabajo’, usted está de hecho robando a su
empleador cuando pierde tiempo en la empresa haciendo eso.
Peor
aún, usted está haciendo vulnerable a su empleador a una serie de
problemas que él no quiere. Como un especialista en RH sucintamente dice, “la
religión, como la política, es un tema en el ambiente de trabajo que genera
tempestad’”.
Entonces,
en lugar de forzar mi fe con mis colegas de trabajo, o irme al otro
extremo y bloquear mi fe por completo, en el trabajo suelo adherirme a la idea
de “atracción, no promoción”. Me gusta lo que decía san Francisco: “predica el
Evangelio todo el tiempo. Si es necesario, usa las palabras”.
El
escritor Bill Peel escribe: “debemos, antes que nada, hacer bien nuestro
trabajo. Tenemos que hacer nuestro trabajo con integridad. Y mostrar a las
personas que nos importa”.
Eso
resulta un buen consejo para mí.
En
lugar de visitar de puerta en puerta, como fui forzada a hacer cuando era
niña, ahora expreso mi fe más silenciosamente. Intento hacer bien mi
trabajo y cuido de aquellos con quienes trabajo.
Uso
un crucifijo que me hace recordar que soy hija amada de Dios. Publico cosas en
mi página de Facebook sobre ir a misa, o añado enlaces de artículos o
libros con temas espirituales.
Escribí
un libro sobre la grandiosidad de Dios e invité a algunos de mis compañeros de
trabajo a mi fiesta de lanzamiento del libro. Me sorprendería si alguien del
trabajo no supiera que mi fe es importante para mí.
Intento
encontrar a Dios en los momentos a lo largo del día. Los ejercicios
espirituales de san Ignacio de Loyola me recuerdan encontrar a Dios en todas
las cosas.
Como
el momento en que un amigo del trabajo me buscó para tomar un café y hablar
sobre el significado de la vida. O cuando un compañero del trabajo me buscó
para confesarme su depresión, y me preguntó cómo mi fe me daba esperanza. Y en
otra ocasión, cuando una amiga estaba llorando porque el novio había terminado
con ella.
Espero
que haya sido capaz de mostrar el amor de Cristo a todos esos compañeros de
trabajo.
Vamos
a ver, el lugar de trabajo puede ser brutal. Muchas veces es un mundo perro, y
los valores de aquellos que te rodean pueden no corresponder a los tuyos.
Estamos llamados a ser luz y brillar intensamente.
Pero
hay muchas maneras de hacer eso. Y cuando no se cómo, recuerdo el crucifijo
alrededor de mi cuello y rezo para que Dios me muestre el camino.
KAREN BEATTIE
Fuente:
Aleteia