El Santo Padre, en la catequesis del Jubileo de los voluntarios y
operadores de la misericordia, explica que no sería digno de la Iglesia ni de
un cristiano “pasar de largo” ante la necesidad y el sufrimiento de los demás
El amor de Dios no cesará nunca, ni en
nuestra vida ni en la historia del mundo. Es un amor que permanece siempre
joven, activo y dinámico, y que atrae hacia sí de un modo incomparable. Así
lo ha recordado el papa Francisco esta mañana, ante una repleta plaza de San
Pedro, en la catequesis del Jubileo de los voluntarios y los operadores de la
misericordia.
También ha reconocido que “la misericordia de Dios no es una idea bonita, sino una acción concreta” y que “la misericordia humana no será auténtica hasta que no se concrete en el actuar diario”.
También ha reconocido que “la misericordia de Dios no es una idea bonita, sino una acción concreta” y que “la misericordia humana no será auténtica hasta que no se concrete en el actuar diario”.
De este modo, el Pontífice ha asegurado que
el amor de Dios es fiel y no traiciona “a pesar de nuestras contradicciones”.
Es un amor fecundo que genera y va más allá de nuestra pereza, ha añadido. Y
de este amor “todos somos testigos”. Advirtiendo además que “cuanto más nos
dejamos involucrar por este amor, tanto más se regenera nuestra vida”.
Este amor, del que habla el apóstol Pablo
en el himno de la caridad, “es un amor que se ve, se toca y se experimenta en
primera persona”. Y la forma más grande y expresiva de este amor es Jesús.
Por otro lado, el Santo Padre ha querido
subrayar durante la catequesis que no se puede mirar para otro lado y “dar la espalda
para no ver muchas formas de pobreza que piden misericordia”. No sería digno de
la Iglesia ni de un cristiano — ha aseverado– pasar de largo y pretender tener
la conciencia tranquila soolo porque se ha rezado.
A los presentes, pertenecientes al mundo
del voluntariado, les ha recordado que en su
realidad, “casi siempre de forma
silenciosa y oculta”, dan “forma y visibilidad a la misericordia”. En esta
línea ha precisado que en las distintas condiciones de indigencia y necesidad
de muchas personas, “vuestra presencia es la mano tendida de Cristo que llega a
todos”. La credibilidad de la Iglesia –ha observado– pasa también de manera
convincente a través de vuestro servicio a los niños abandonados, los
enfermos, los pobres sin comida ni trabajo, los ancianos, los sintecho, los
prisioneros, los refugiados y los emigrantes, así como a todos aquellos que
han sido golpeados por las catástrofes naturales…
Por eso, el Papa ha pedido a los fieles
reunidos en la plaza que sean siempre “diligentes en la solidaridad, fuertes en
la cercanía, solícitos en generar alegría y convincentes en el consuelo”.
Estad siempre contentos y llenos de alegría por vuestro servicio –ha pedido
Francisco– pero no dejéis que nunca sea motivo de presunción que lleva a
sentirse mejores que los demás.
Finalmente, el Santo Padre ha querido
recordar que mañana Madre Teresa será proclamada santa. Al respecto ha
asegurado que este testimonio de misericordia de nuestro tiempo “se añade a la
innumerable lista de hombres y mujeres que han hecho visible con su santidad el
amor de Cristo”. De este modo ha
pedido imitar su ejemplo, y pedir “ser instrumentos humildes en las manos de
Dios para aliviar el sufrimiento del mundo, y dar la alegría y la esperanza de
la resurrección”.
Fuente:
Aleteia