"Entonces comprendí que tenía que alimentar mi fe, y que podía alimentar mi fe con la Eucaristía"
Lo
primero que habrá hecho Fernando Santos nada más levantarse, en este lunes de
gloria para el fútbol portugués, es rezar
y leer los textos de la Biblia que corresponden a la misa del día.
Es su costumbre matinal desde 1994, cuando volvió a la práctica religiosa tras
años alejado de la Iglesia.
No es un hombre que lo fíe todo a la gloria deportiva, que le llegó en
plenitud este domingo cuando el sensacional
disparo de Eder, a punto de concluir la prórroga, ganó para
Portugal su primera Eurocopa derrotando en la final a la anfitriona Francia.
Ingeniero electrónico, felizmente casado y
padre de dos hijos, a sus 61 años tiene claro que "el fútbol no significa nada si lo comparamos con la
paternidad, si lo comparamos con la amistad”.
Y eso que el fútbol ha sido siempre su profesión, primero como jugador
de la primera división lusa y, sobre todo y donde de verdad ha destacado, como entrenador de
los mejores equipos de Grecia (AEK Atenas, Panathinaikos y PAOK de Salónica)
y Portugal (Oporto, Sporting de Lisboa, Benfica) y de sus respectivas
selecciones nacionales.
Nadie duda de que este éxito lleva en buena medida su nombre. Cuando Cristiano Ronaldo se lesionó en el minuto 24
del primer tiempo, la suerte del partido parecía echada, con
una Francia dominando técnica y físicamente a un rival que se quedaba sin su
gran estrella. Era el momento de mostrar frialdad y perseverancia en la
dirección técnica, y es lo que logró Fernando Santos, de modo que ya antes
del gol de la victoria los portugueses se habían venido arriba en la
prórroga, algo que nadie habría pronosticado cuando retiraron en camilla a
CR7.
Se fue tras un conflicto, volvió tras otro
Fernando Santos nació en una
familia cristiana donde la vida religiosa no era particularmente intensa,
aunque sí seguía los cánones de la católica sociedad lusa. Hizo la Primera
Comunión, le enseñaron el catecismo y recibió la Confirmación, pero
precisamente por un enfado en la catequesis durante la representación de una
obra de teatro empezó a alejarse de la Iglesia: "Creía que había un Dios, y poco más que eso", evocó
durante unas Conversaciones sobre Dios
moderadas en noviembre pasado por la prestigiosa periodista María Joao Avillez.
Sin embargo, nunca dejó de rezarle a su
Ángel de la Guarda, porque sin sus oraciones infantiles no se
dormía. Se casó por la Iglesia, bautizó a sus hijos y los formó
cristianamente, pero sin sentirse él personalmente cercano a Cristo. Algo que
comenzó a cambiar precisamente cuando su hija mayor (hoy juez, fue una de las
más jóvenes del país) empezó a prepararse para la Confirmación.
Porque la familia es esencial en su vida y en la vida de todos: "Todo
empieza ahí. Si no conseguimos cambiar
en el seno de la familia, difícilmente vamos a conseguir cambiar la familia
mayor que nos rodea, que es la sociedad".
El paso sacramental de su hija le puso en contacto con un sacerdote, conversó
con él, leyó algún libro que le prestó... y se dio cuenta de que no quería
asistir al sacramento de la niña desde
fuera. Tras muchos años de escasa práctica de la fe, empezó a ir
a misa con su mujer, Guilhermina, pero no se sentía a gusto: "Veía a la
gente acercarse a comulgar, y yo no iba..." Al cabo de un tiempo se confesó.
Aquel año de 1994 fue malo para él. Después de siete años entrenando al
Estoril Praia, que había sido también su último equipo como jugador, fue
despedido. Llevaba veinte años
vinculado al club y fue un mazazo muy fuerte. Unos amigos que
acudieron a su casa a consolarle le sugirieron aprovechar la ocasión para
hacer un Cursillo de Cristiandad.
Allí es donde su vida realmente cambió.
Pide fe, esperanza y caridad ante el sagrario
"Fui sobre todo para poner mi cabeza en orden... y de lo que me di
cuenta es de que Cristo
está vivo en cada uno de nosotros", explicó a Maria Joao Avillez: "Entonces comprendí
que tenía que alimentar mi fe, y que podía alimentar mi fe con la Eucaristía". Empezó
a frecuentar aún más la misa y a comulgar con regularidad.
"Ser católico es una
exigencia muy fuerte", añade, "porque consiste en
creer que Cristo resucitó y está vivo. No podemos dejar de dar testimonio de
eso en cualquier profesión que tengamos". Por eso, tras las "enormes" figuras de Juan Pablo II
y Benedicto XVI, Fernando Santos celebra que el Papa haya
traído algo que considera "muy importante en este momento", como es
la cercanía: "Muchos católicos necesitaban alguien que tuviese una vivencia más próxima",
y eso es lo que les ha dado Francisco.
Ahora su momento favorito es cuando está ante el Santísimo: "El lugar
donde me encuentro más a gusto para hablar con Él es el sagrario, porque Él está ahí",
y allí le pide que él y los suyos "aumenten la fe, la esperanza y la
caridad".
Fuente: ReL
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