Una antigua leyenda, previa al cristianismo, inspiró un motivo
iconográfico asociado a la Eucaristía

El pelícano, cuenta la historia (recogida
incluso en el Physiologus,
un texto del siglo II después de Cristo escrito por un autor anónimo
alejandrino), para evitar que sus polluelos mueran de hambre en tiempos de
escasez, hiere su pecho con su propio pico y les alimenta con su propia sangre.
De acuerdo a otras leyendas, si los polluelos del pelícano mueren, éste se abre
el costado y los trae de vuelta a la vida, a costa de la suya propia,
rociándolos con su propia sangre.
En vista de esta tradición preexistente,
es fácil ver por qué los primeros cristianos adoptaron el motivo como símbolo
de Cristo, el Redentor que da su vida para sacar a los suyos de la muerte que
es el pecado y que les alimenta con Su Cuerpo y Su Sangre en la Eucaristía.
San Epifanio, San Basilio y San Pedro de
Alejandría citan textualmente elPhysiologus; Dante, en su Paradiso, se refiere a Cristo
como “nuestro Pelícano”, y el mismo Shakespeare, en su Hamlet, en boca de Laertes,
hace referencia a la leyenda del pelícano: “¡Oh! A mis buenos amigos yo los
recibiré con abiertos brazos, y semejante al pelícano amoroso, los alimentaré
si necesario fuese con mi sangre misma”.
Fuente: Aleteia