Una monja contra un caballero
Hola, buenos días, hoy Lety nos lleva al Señor. Que
pases un feliz día.
Ayer tuvimos que ir a Burgos a ponernos la vacuna de
la alergia, y nos llevaron los padres de Joane.
Al salir, vimos una zapatería, y nos regalaron unos
zapatos de verano. Justo enfrente estaba el largo mostrador de una pastelería.
Como era la hora de merendar, nos acercamos. Cada uno eligió lo que quiso. En
el momento de pagar, el padre de Joane saco un billete y se lo dio a la
dependienta, pero yo, desde la otra punta del mostrador, empecé a decirle que
no se lo cobrase a él, sino a mí (que ellos llevaban toda la tarde
invitándonos). La dependienta se quedó súper bloqueada, y empezó un simpático
forcejeo, mientras la cola de la pastelería iba aumentando. Ella estaba venga a
insistir que lo propio es dejar pagar al caballero... pero yo tenía otro
caballero conmigo: Cristo.
Cuando ya estaba cogiendo el billete que le ofrecía el
padre de Joane, le dije a la mujer que me cobrase a mí, que iba a rezar por
ella.
-Si me cobras a mí sales ganando, porque voy a rezar
por ti...
En la chica se sembró la duda... pero volvió a
insistir en dejar al caballero... y yo, vuelta a que voy a orar... y la fila
esperando a la pastelería cada vez más larga y más impaciente...
En todo este tiempo, el padre de Joane estaba
tranquilo, porque veía que ganaba. Pero, de repente, la chica me dice:
-Pero no sólo reces hoy por mí, sino también más días.
-Pero no sólo reces hoy por mí, sino también más días.
-Por supuesto -contesté.
En ese momento, me metí la mano en mi bolsillo y la
regale la cruz que llevaba, diciéndole:
-Cuando la mires, recuerda que tienes una monja orando por ti. Cristo te ama y te quiere feliz.
-Cuando la mires, recuerda que tienes una monja orando por ti. Cristo te ama y te quiere feliz.
-¡Ay! ¡Dame dos besos! -me contestó muy emocionada.
Le pagué la merienda y nos marchamos, dejando una cola
larga detrás de nosotros, en la que todos comentaban lo que acababan de ver. Al
final, pudo Cristo al caballero.
Cuando nos íbamos me quedé orando y dando gracias al
Señor por el arma tan poderosa que nos ha regalado con la oración. La
dependienta sólo empezó a dudar cuando le ofrecí rezar por ella. Poco después,
recibí un mensaje en el que me ponían que oraban mucho por mí, y me llegó al
corazón. Porque todos necesitamos que oren por nosotros, necesitamos que
intercedan al Señor por nosotros.
Hoy el reto del amor es ofrecer tu oración de
intercesión a tres personas. Sí, llámale por teléfono o escríbele un mensaje, y
dile que vas a orar por ella.
VIVE DE CRISTO
Fuente: Dominicas de Lerma