Una curiosa (y conmovedora) comparación sobre
nuestros pedidos a Jesús o a María
Una
señora fue al médico y, después de hacerse algunos exámenes, el médico le preguntó:
– ¿Usted es protestante?
– Sí.
– Yo tengo muchos amigos protestantes y me caen muy
bien. Sólo tienen un problemilla: hablan mucho de Jesús, pero se olvidan de
María…
Silencio
– ¡Claro!
– Si yo llegara aquí y su secretaria me dijera que
usted no está, pero que su madre sí, ¿usted piensa que yo iba a querer hacerme
la consulta con ella?
– Claro que no, ella no es doctora.
– Pues eso, doctor. Quien murió en la cruz por mí fue
Él, no ella.
Silencio…
– Es verdad. Pero ¿puedo preguntarle una cosa más?
– ¡Claro!
– Yo soy su médico y usted tiene confianza sólo en mí.
Pero imagine que usted está en casa, enferma, me llama y yo no puedo contestar
en ese momento. Pero usted conoce a mi madre, habla con ella y le pide que ella
me avise para que yo le devuelva la llamada. ¿Usted piensa que yo, como hijo,
le diría que “no” a mi madre?
– Esto también es verdad, doctor. Pero yo pienso que
esa comparación no existe. Porque Jesús nunca está ocupado para atender nuestra
llamada. Jesús siempre está con nosotros.
– Es verdad, pero María está siempre con Jesús y sabe
que, de vez en cuando, Él nos prueba en la paciencia, en la
perseverancia… Él parece que a veces se hace el “sordo” cuando suplicamos
algo, a propósito, ¿no es verdad? Así como el Padre, a veces, parecía no
escuchar a su Hijo Jesús, en esas terribles horas de prueba…
No es que Él no
oiga, es que, por razones que sólo Él sabe, a veces, por nuestro bien, se hace
el “difícil”… Y no hay nada como recurrir al refuerzo de la Madre de Dios para
“acelerar” un poco las cosas “en la familia”… Además, fue Él quien nos presentó
a María también como nuestra madre. ¿Quién fue quien envió?
La señora sonrió. Realmente… si somos todos una
familia, ¿por qué no actuar en familia?
Fuente: Aleteia
Fuente: Aleteia
