Dejémonos tomar de la mano por la Virgen cuando atravesamos los momentos
más oscuros y difíciles
“¿Quién es
Jesús para cada uno de nosotros?”, invitó el Papa Francisco a reflexionar en
sus palabras previas al rezo del Ángelus dominical, donde explicó a los fieles
qué significa cargar con la cruz personal para seguir
al Señor y llevarlo a un mundo que “tiene más que nunca necesidad de Cristo”.
Desde el balcón
del Palacio Apostólico, el Santo Padre reflexionó sobre el Evangelio del día
para explicar a los fieles las palabras de Jesús cuando dice “el que quiera
venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y
me siga”.
“No se trata de
una cruz ornamental, o ideológica –señaló Francisco-, sino es la cruz de la vida, es la cruz del propio deber, la cruz
del sacrificarse por los demás con amor, por los padres, por los hijos, por la familia, por los amigos,
también por los enemigos; la cruz de la disponibilidad a ser solidario con los
pobres, a comprometerse por la justicia y la paz”.
El Pontífice
señaló que “en el asumir esta actitud, estas cruces, siempre se pierde algo. No
debemos olvidar jamás que ‘el que pierda su vida – por Cristo – la salvará’. Es
perder, para ganar. Y recordemos a todos nuestros hermanos que todavía hoy
ponen en práctica estas palabras de Jesús, ofreciendo su tiempo, su trabajo,
sus fatigas e incluso su propia vida para no negar su fe a Cristo”.
El Papa recordó
a los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro que “Jesús, mediante su Santo
Espíritu, nos dará la fuerza de ir adelante en el camino de la fe y del
testimonio: hacer aquello en lo cual creemos; no decir una cosa y hacer otra. Y
en este camino siempre está cerca de nosotros y nos precede la Virgen:
dejémonos tomar de la mano por ella, cuando atravesamos los momentos más
oscuros y difíciles”.
En su
reflexión, el Papa Francisco dijo que el Evangelio de este domingo también “nos
llama una vez más a confrontarnos, por así decir, ‘cara a cara’ con Jesús”.
El Santo Padre
explicó que en aquel tiempo la gente “tenía estima por Jesús y lo consideraba
un gran profeta, pero aún no eran conscientes de su verdadera identidad, es
decir que Él fuera el Mesías, el Hijo de Dios enviado por el Padre para la
salvación de todos”.
Por ello, ante
la pregunta que hace a los apóstoles: “¿Quién dice la gente que soy yo?”; estos
le responden: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros,
alguno de los antiguos profetas que ha resucitado”.
Sin embargo, lo
que más interesa a Cristo es qué piensan los apóstoles y por ello les pregunta:
“Pero ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. “Enseguida, a nombre de todos, Pedro
responde: ‘Tú eres el Mesías de Dios’, es decir: Tú eres el Mesías, el
Consagrado de Dios, enviado por Él a salvar su pueblo según la Alianza y la
promesa”.
“Así Jesús se da cuenta que los Doce, y en
particular Pedro, han recibido del Padre el don de la fe; y por esto inicia a
hablar con ellos abiertamente – así dice el Evangelio: ‘abiertamente’ – de
aquello que le espera en Jerusalén: ‘El Hijo del hombre – dice – debe sufrir
mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser
condenado a muerte y resucitar al tercer día’”.
Francisco dijo
que “aquellas mismas preguntas hoy son propuestas a cada uno de nosotros:
¿Quién es Jesús para la gente de nuestro tiempo? Pero la otra es más
importante: ¿Quién es Jesús para cada uno de nosotros? ¿Para mí, para ti, para
ti, para ti, para ti…? ¿Quién es Jesús para cada uno de nosotros?”.
El Papa señaló
que “estamos llamados a hacer de la respuesta de Pedro nuestra respuesta,
profesando con alegría que Jesús es el Hijo de Dios, la Palabra eterna del
Padre que se ha hecho hombre para redimir la humanidad, vertiendo sobre ella la
abundancia de la misericordia divina. El mundo tiene más que nunca necesidad de
Cristo, de su salvación, de su amor misericordioso”.
“Muchas
personas experimentan un vacío a su alrededor y dentro de sí – tal vez, algunas
veces, también nosotros –; otras viven en la inquietud y en la inseguridad a
causa de la precariedad y de los conflictos. Todos tenemos necesidad de
respuestas adecuadas a nuestras interrogantes, a nuestras preguntas concretas. En
Cristo, solo en Él, es posible encontrar la paz verdadera y el cumplimiento de
toda humana aspiración. Jesús conoce el corazón del hombre como ningún otro.
Por esto lo puede sanar, dándole vida y consolación”, afirmó.
Fuente: Zenit