Sería por el bien de la Iglesia clarificar este punto
El Papa
Francisco ha afirmado que puede retomar el estudio sobre el diaconado femenino
en la iglesia
primitiva. Habló del tema durante la audiencia con la Unión Internacional de
Superioras generales (UISG) en el Vaticano. El tema no es nuevo y ha sido
propuesto una vez más en tiempos recientes.
Juan Pablo II respondió en
1994 a la apertura anglicana con la carta “Ordinatio sacerdotalis” y negó
categóricamente la posibilidad del sacerdocio femenino en la
Iglesia Católica. Fue el Cardenal Carlo Maria Martini quien habló de la
posibilidad de estudiar la instrucción del diaconado para las mujeres, que no
menciona en el documento papal.
El entonces
Arzobispo de Milán dijo: “En la historia de la Iglesia han existido las
diaconisas, por lo que podemos pensar en esta posibilidad”. Algunos
historiadores de la Iglesia antigua subrayaron que las mujeres entonces eran
admitidas en un particular servicio diaconal de la caridad que se diferencia
del diaconado actual, entendido como el primer grado del sacerdocio.
¿Qué dijo el
Papa hoy sobre las diaconisas?
Durante el
encuentro de ayer, en el que se intercambiaron preguntas y respuestas, le
preguntaron al Papa por qué la Iglesia excluye a las mujeres de servir como
diáconos. Las religiosas explicaron al Pontífice que las mujeres servían como
diaconisas en la Iglesia primitiva y le preguntaron: “¿Por qué no constituir
una comisión oficial que pueda estudiar la cuestión?”. El Pontífice respondió
que ya había hablado una vez hace algunos años sobre ese tema “con un profesor
bueno y sabio”, que había estudiado el papel de las diaconisas en los primeros
siglos de la Iglesia.
Francisco había
explicado que no era todavía claro qué papel tuvieron tales diaconisas. “¿Qué
eran estos diaconados femeninos?”, recordó el Papa haber preguntado al
profesor. “¿Tenían ordenación o no?”. “Era un poco oscuro”, dijo. “¿Cuál
era el papel de la diaconisa en aquel tiempo?”, “¿Constituir una comisión
oficial que pueda estudiar la cuestión?”, preguntó el Papa en voz alta. “Creo
que sí. Sería por el bien de la Iglesia clarificar este punto. Estoy de
acuerdo. Hablaré para hacer algo por el estilo”. “Acepto”, dijo el Papa luego.
“Me parece útil tener una comisión que lo aclare bien”.
Según una
tradición antiquísima, el diaconado venía dirigido “no al sacerdocio, sino al
ministerio”. Existen algunos testimonios de la historia sobre la presencia de
las diaconisas, tanto en la Iglesia occidental como en la oriental. Los
testimonios se refieren también a ritos litúrgicos de ordenación. El punto que
se debería profundizar es qué tipo de figura ministerial eran, cuáles eran las
funciones que desarrollaban en la comunidad. La posición del magisterio
considera el diaconado como el primer grado del ministerio de la ordenación
sacerdotal y lo reserva sólo a los hombres así como los dos grados
sucesivos, el presbiterado y el episcopado.
Al estar de
acuerdo en instituir una comisión de estudio sobre el diaconado femenino en la
Iglesia primitiva, Francisco quiere verificar y ver cómo actualizar aquella
forma de servicio, sabiendo que las diaconisas permanentes pueden representar
“una posibilidad para el hoy”. En los inicios del cristianismo existía una
diaconía femenina (de la que habla San Pablo) y se ha documentado que en el
siglo III en Siria existían las diaconisas que ayudaban al sacerdote en el
bautizo de las mujeres. Un papel que se recoge en las Constituciones
apostólicas del siglo IV, que hablan de un tipo de rito de consagración,
distinto sin embargo de la diaconía masculina.
Algunas formas
de servicio de diaconía femenina se institucionalizaron hace cierto tiempo, por
ejemplo en la diócesis de Padua (Italia) por iniciativa del entonces obispo
Antonio Mattiazzo. Se trata de mujeres que, a pesar de no vestir hábito
religioso, emitieron votos de obediencia, pobreza y castidad. Se consagraron
como “colaboradoras apostólicas diocesanas”.
El papel y
labores de esta nueva forma de servicio se explicaron en su tiempo en la
diócesis: “Es una forma de diaconía femenina inspirada en el Evangelio. Las
colaboradoras apostólicas asumen la diaconía apostólica como proyecto de vida acogido, probado y orientado por
parte del Obispo”. Entre las labores a las que están llamadas están el anuncio
de la Palabra, la educación en la fe, las obras de caridad al servicio de los
pobres, la distribución de la comunión, la animación de la liturgia o la
gestión de las estructuras como escuelas e institutos.
El Papa
Francisco ha hablado más de una vez sobre la necesidad para la Iglesia Católica
de valorizar el papel de la mujer, pero siempre ha evitado presentar esta
valorización como una forma de “clericalización” de las mujeres. “Es algo que
no sé de dónde ha salido –dijo en diciembre de 2013, en la entrevista con La
Stampa a propósito de unas declaraciones sobre mujeres cardenales- Las mujeres en
la Iglesia deben estar valorizadas, no ‘clericalizadas’. Quien piensa en
mujeres cardenales
sufre un poco de clericalismo”.
En septiembre
de 2001, el entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe,
Joseph Ratzinger, junto con los cardenales Medina Estévez, (Prefecto del Culto
divino) y Castrillón Hoyos (prefecto para el Clero) firmaron una breve carta,
aprobada por el Papa Wojtyla, en la que se afirmaba que “no es lícito poner en
acto iniciativas que en cualquier modo pretendan preparar candidatas al orden
sacerdotal”. El texto se refería al orden diaconal como sacramento y primer
grado del sacerdocio.
Nuevos estudios
sobre el diaconado femenino en la iglesia de los primeros siglos, su papel y
deberes confrontados con el diaconado masculino, podrían abrir nuevas
posibilidades y nuevas formas de servicio consagrado más allá de las órdenes
religiosas femeninas ya existentes.
“La Iglesia
necesita que las mujeres entren en el proceso de toma de decisiones. También
que puedan guiar un departamento en el Vaticano”, ha afirmado el Papa Francisco
respondiendo, a seis preguntas que le hicieron durante el encuentro con 900
religiosas de todo el mundo.
En el Aula
Nervi, explicó que “la Iglesia debe incluir a las consagradas y laicas en la
consulta, pero también en las decisiones, porque se necesita su punto de vista.
Y este papel creciente de las mujeres en la Iglesia no es feminismo, sino
corresponsabilidad y un derecho de todos los bautizados: hombres y
mujeres”.
El Papa también
subrayó que “muchas mujeres consagradas son ‘mujercitas’ más que personas
involucradas en el ministerio del servicio. La vida consagrada –añadió- es un
camino de pobreza, no un suicidio”.
Fuente: ACI
Prensa