Cuántas veces tanta gente hace como que no ve a los
pobres… para ellos los pobres no existen”, pensó el Papa
Los pobres centraron la catequesis del Papa
Francisco de la Audiencia General de esta semana, en la que reflexionó sobre la
parábola del hombre rico y del pobre Lázaro.
“¡Ignorar al
pobre es despreciar a Dios! ¡Y esto debemos aprenderlo bien: ignorar al pobre
es despreciar a Dios!”, pidió el Papa.
Francisco
comentó que “la vida de estas
dos personas parece discurrir en dos caminos paralelos: sus condiciones de vida
son opuestas y del todo no comunicantes. La puerta de la casa del rico está
siempre cerrada al pobre, que yace allí fuera, buscando comer alguna sobra de
la mesa del rico”.
El rico “lleva
vestidos de lujo, mientras que Lázaro está cubierto de llagas; el rico cada día
banquetea alegremente, mientras Lázaro muere de hambre. Solo los perros se
ocupan de él, y vienen a lamer sus llagas”.
El Papa expresó
que “Lázaro represente bien el grito silencioso de los pobres de todos los
tiempos y de la contradicción de un mundo en el que inmensas riquezas y
recursos están en manos de pocos”.
“Jesús dice que un día ese hombre rico murió,
los pobres y los ricos mueren, tienen el mismo destino, todos nosotros, sin
excepción, y entonces se dirigió a Abraham suplicándole con el apelativo de
‘padre’. Reivindica así ser su hijo, pertenecer al pueblo de Dios”.
Pero, “en vida
no ha mostrado ninguna consideración hacia Dios, es más, ha hecho de sí mismo
el centro de todo, cerrado en su mundo de lujo y de derroche. Excluyendo a
Lázaro, no ha tenido en cuenta al Señor ni a su ley”, señaló.
Francisco hizo
notar que en la parábola el rico no tiene nombre, “mientras que del pobre se
dice cinco veces que se llama Lázaro que significa ‘Dios ayuda’”. “Lázaro, que
yace frente a la puerta, es un reclamo viviente al rico para recordarse de
Dios, pero el rico no acoge tal reclamo. Será por tanto condenado no por sus
riquezas, sino por haber sido incapaz de sentir compasión por Lázaro y de
socorrerlo”.
La última parte
de la parábola cuenta que ocurrió después de que murieran. “El pobre Lázaro es
llevado por los ángeles al cielo ante Abraham, el
rico, al contrario, es precipitado a los tormentos”.
El rico alzó la
vista y vio a Lázaro junto a Abraham y los ángeles y le pidió ayuda “mientras
que en vida hacía como que no le veía”.
“Cuántas veces
tanta gente hace como que no ve a los pobres… para ellos los pobres no
existen”, pensó el Papa.
“Abraham en
persona ofrece la clave de todo el relato: él explica que buenos y malos han
sido distribuidos para compensar la injusticia terrena, y la puerta que
separaba en vida al rico del pobre, si ha transformado en un gran abismo”.
"Hasta que
Lázaro estuvo bajo su casa –prosiguió- para el rico existía posibilidad de
salvación, abrir la puerta y ayudar a Lázaro, pero ahora que ambos han muerto,
la situación es irreparable”.
El Pontífice
advirtió que “la misericordia de Dios hacia nosotros está unida a nuestra
misericordia hacia el prójimo. Cuando falta esta, tampoco ella encuentra
espacio en nuestro corazón cerrado, no puede entrar”.
“Si yo no abro
la puerta de mi corazón al pobre, esa puerta queda cerrada, y también para
Dios. ¡Esto es terrible!”
El Santo Padre finalizó su catequesis afirmando que “ningún mensajero y
ningún mensaje podrán sustituir a los pobres que encontramos en el camino,
porque en ellos viene a nuestro encuentro Jesús mismo”.
Fuente: ACI
Prensa