Él saca la
mejor versión de mí
No
entiendo cómo he podido vivir sin llevar a Dios dentro como en un sagrario.
Cómo he podido meterlo sólo en un rato, en un día. Él llena la sed de toda mi
historia, llena las fuentes de mis dones, sana mis carencias de amor, saca lo
mejor de mí.
Lo
hace el Espíritu de Dios. Saca
la mejor versión de mí. Inspira mi alma, me hace creativo,
habla con sus palabras en mis labios, toca con sus manos en mis manos. Me hace
de nuevo. Me recrea.
Ojalá
pueda siempre escuchar las sugerencias de Dios y hacerlas normas de mi vida. A veces no es lo más lógico, lo que más
me cuadra, lo más habitual. Pero siempre su amor me dará vida, me sacará de mí
como hizo ese día con los apóstoles.
A
ellos los cambió para siempre. A mí también puede hacerlo. Un antes y un después.
Los apóstoles cambian por dentro, reciben el aliento de Jesús, el amor del
Padre, el Espíritu, se vuelven valientes. El Espíritu llenó su casa, su alma,
su vida, y todo fue diferente.
Antes
estaban vacíos. Sin Jesús, vacíos. Su corazón estaba anhelante. Aguardaron.
Pentecostés los encontró anhelantes, unidos orando con María, en vigilia. Jesús
había vivido a su lado y se sintieron amados, y lo amaron. Pero seguían siendo
los mismos, hasta hoy.
Jesús
aún no habitaba en su alma. Desconocían la fuerza que podían llegar a tener en
su interior si creían, si perseveraban. Si
tenían a Jesús podrían hacer milagros. Pero sin Jesús se sentían débiles,
pequeños, desvalidos. Jesús cumple su promesa y vuelve, y se queda en ellos
para siempre. No los deja solos.
Llega
en su Espíritu. Nunca más voy a estar sin Él. Dios me transforma por dentro. Ya nunca más volveré a
esconderme de Él, de los hombres.
Es
necesario ser transformado para poder cambiar a otros. Decía el Padre José
Kentenich: “Reformaré la
comunidad en la medida en que me reforme a mí mismo”. Y así,
restaurado, reformado, todo cambia.
Quizás
fue necesaria la ausencia de Jesús para que madurara la tierra de su corazón. Desde ese día, se hicieron como Jesús,
amaban como Jesús, curaban como Jesús, hablaban del amor de Dios Padre como lo
hizo Jesús. El Espíritu modeló desde dentro su corazón en el molde de Jesús.
Eso
hace hoy conmigo. Llena mi
alma. ¿Me lo creo? ¿Imploro el Espíritu Santo? ¿Qué dones he
pedido hoy? Dios puede
llenar mi alma si yo le dejo. ¿Se lo pido?
Sin
su presencia mi alma está muerta, seca, baldía. Con Él todo empieza de nuevo y
me convierto en una nueva persona. Una nueva creatura. Me hace de nuevo con la
fuerza de su amor. Ilumina mi oscuridad. Endereza lo torcido. Riega mi alma
árida. Reconduce mi camino. Aplaca mi sed. Calma mi violencia. Levanta mi
tristeza. Da calor a mi vida. Sana mi enfermedad. Alegra mi mirada.
Cambia
mi vida para siempre y pone en mi boca sus palabras. Ya nada temo. Confío. Ya nada me falta.
Jesús vive en mi alma. Y yo descanso.
Por Carlos
Padilla Esteban
Fuente: Aleteia