Terrorismo, inseguridad del gobierno, crisis económica, corrupción,
desilusión, ¿en quién se puede creer y confiar hoy?
Sé
que las ovejas se entregan dócilmente a la voluntad del pastor. Le siguen por
los caminos. Y buscan con él los mejores pastos. La docilidad de las ovejas
siempre me sorprende. Y hasta me incomoda.
Cuando
Jesús me compara con una oveja no siempre me siento a gusto. No me gusta ser demasiado dócil. Tampoco
me apasiona ese Jesús que es el cordero manso que se dirige al matadero. Me
desconcierta.
A
veces me atrae más el Jesús predicador desde el monte. El hacedor de milagros.
El que siempre tiene palabras de vida eterna. El que logra callar con sus
respuestas a los que buscan su perdición.
A
veces me atraen más sus victorias y decisiones firmes, que la docilidad del
cordero. Me parece
hasta una falta de personalidad. Un signo de debilidad. Como si Jesús no
tuviera claro lo que quiere.
Por
eso me cuesta también sentir que yo soy una oveja dócil conducida por Jesús. Es
como si yo no supiera hacer las cosas sin tener que obedecer a otro. ¡Cuánto cuesta obedecer!
Creo que la docilidad se
riñe con el orgullo.
Tendría
que dejar de lado el orgullo y mis propios planes para ser dócil y seguir el
camino que otro me señala. Aceptar la vida como es sin pretender cambiarla. Que
otro decida y yo no. Tomar el pasto del lugar en el que me encuentro, sin
anhelar pastos mejores.
Docilidad
es una palabra sagrada.
Es un camino. Una forma de vida. Hoy Jesús me lo recuerda: “Mis ovejas escuchan mi voz”.
Escuchar y fiarme del buen Pastor, fiarme de ese amor inmenso de Jesús, de su
abrazo, de su paz. Me promete verdes praderas si me fío. Y me invita a
descansar en Él.
Hay
tanta inseguridad en el hombre hoy… El miedo al terrorismo, la inseguridad del gobierno, la
crisis económica. El descontento ante la corrupción. La desilusión, la
amargura. ¿En quién se
puede creer y confiar hoy?
Dios
me conduce por cañadas oscuras. Yo nada temo. A veces se me olvida. Él me
sostiene. Me gustaría ser más dócil a sus deseos.
Decía
el padre José Kentenich: “Si
nos ponemos dócilmente a su disposición, a pesar de no saber lo que pueda hacer
con nosotros, sí sabemos empero que lo que haga será para nuestro bien”.
Si
soy dócil podré descansar en Él sin rebelarme continuamente contra lo que no
controlo. Él sabe
mejor que yo lo que me hace feliz. Puede colmar mi corazón si yo me dejo. Y yo
puedo buscar en Él mis
seguridades en lugar de ir por la vida tratando de asegurar mi vida en lo
efímero, en lo caduco, en lo que pasa.
Una
persona me comentaba el otro día que el motivo de su infidelidad fue buscar
fuera la novedad, la frescura, cosas nuevas. Tal vez en la rutina no se sentía
feliz. Esa estabilidad que llevaba no le daba la paz deseada.
Y
entonces tomó la decisión equivocada. Pensando que era la correcta. Y lo perdió
todo. Perdió la frescura y la seguridad. La aventura y la rutina. Y se sintió
perdido. Me impresionó su historia. Queriendo
ser más felices buscamos fuera de nuestra vida algo nuevo, algo
que nos dé alegría, una novedad que nos motive. Y nos podemos perder en
mentiras y oscuridades.
Hoy
Jesús me pide que sea más dócil. Que aprenda a gustar la vida que tengo. Que no
me empeñe en querer estar donde no estoy. Y me dice que sea dócil, que sea humilde, que calle
más, que no me precipite.
Pero
sé que para ser dócil tengo
que escuchar con paciencia, en el silencio de mi alma, la voz de Dios. ¿Dónde
me habla hoy? ¿Qué me pide?
Su
voz me conmueve cuando la reconozco. Las ovejas conocen la voz del pastor y lo
siguen. Jesús lo dice: “Yo las
conozco, y ellas me siguen”.
Las
ovejas le siguen porque le conocen. Porque se fían de lo que conocen. No buscan
la novedad de otros pastores, de voces desconocidas, nuevas, frescas. Le siguen
a Él que las ama. Así es Jesús conmigo. Pero yo no distingo su voz.
Decía
el Papa Francisco: “Sabemos que
en los pies se puede ver cómo anda todo nuestro cuerpo. En el modo de seguir al Señor se expresa
cómo anda nuestro corazón. Las llagas de los pies, las torceduras y el
cansancio son signo de cómo lo hemos seguido, por qué caminos nos metimos”.
Las
ovejas han conocido la voz del pastor y se saben queridas. Lo han seguido. Se
han cansado siguiendo su voz y sus huellas. Han sido dóciles. Se han
desgastado. Han sido heridas siguiendo sus pasos.
Así
me gustaría ser. Conocer a
Dios desde el amor. Comprender que Él me ama como soy. Por eso lo sigo.
Por Carlos
Padilla Esteban
Fuente: Aleteia
