“El Amo del Mundo” fue escrito
en 1907, pero describe una sociedad global perturbadoramente semejante a la
nuestra
Se trata de una
especie de novela apocalíptica sombría, que no recibió mucha atención desde su
publicación en 1907. Pero ahora cuenta con dos recomendaciones que cualquier
autor de best-seller desearía: no sólo la del papa actual, Francisco,
sino también la del papa emérito Benedicto XVI.
El papa
Francisco sorprendía en 2013 y nuevamente en 2015, cuando recomendó la lectura
de El Amo del Mundo (Lord of the World), de Robert Hugh
Benson.
Él lo resumió
diciendo que el libro presenta una “globalización de la uniformidad
hegemónica”.
El entonces
cardenal Joseph Ratzinger, futuro papa Benedicto XVI, también había llamado la
atención, durante un discurso en Milán en el año 1992, sobre el universalismo
descrito en El Amo del Mundo.
¿Pero qué es lo
que hace este libro tan notable?
El mundo
descrito por Benson es extrañamente semejante al nuestro: sistemas de
locomoción y de comunicación rápidos, armas de destrucción en masa y una visión
materialista que niega lo sobrenatural y cultiva la pretensión de elevar a la
humanidad al más alto nivel.
De alguna
forma, El Amo del Mundo es más actual hoy que cuando Benson lo
escribió, al principio del siglo XX.
En su visita a
Filipinas, el papa Francisco habló del libro como demostración de los peligros
de la globalización y de lo que llama de “colonización ideológica”.
La
“colonización” a la que él se refiere es el proceso en que culturas económicas
y políticas poderosas, como las de América del Norte y Europa Occidental,
imponen una visión materialista y laica del mundo a los países en desarrollo.
La lectura de El
Amo del Mundo revela el carácter profético del libro, con previsiones
tecnológicas e incluso políticas que después se han hecho realidad.
Hay ensayos que
argumentan que Robert Hugh Benson inspiró el género de la ficçión distópica,
más tarde consagrado en clásicos como 1984 y Un mundo feliz.
La historia del
libro es la de la ascensión del Anticristo al poder mundial, primero en
la persona del enigmático Julian Felsenburgh, un misterioso senador
norte-americano que asume importancia mundial al negociar una paz global
largamente deseada.
Toda oposición
a Felsenburgh y al orden mundial que él guía desaparece: las naciones piden que
Felsenburgh sea su líder; recibe aclamaciones en masa.
Los únicos que
se mantienen en la oposición son pocos miembros de la Iglesia guiada por el
padre Percy Franklin, que acaba siendo elegido papa Silvestre III y que parece
muy semejante a Felsenburgh.
En medio de esa
historia de materialismo, progreso tecnológico y gobierno mundial que lucha
contra una Iglesia aparentemente derrotada, es fácil descuidar una sutil
realidad espiritual: un mundo que niega lo sobrenatural no deja de ser
influido por fuerza sobrenaturales, sino que está simplemente ciego a esas
influencias.
Los ministros,
los ciudadanos, los sacerdotes apóstatas que se unen al movimiento humanitario
se “apasionan” por Felsenburgh basados en falsas esperanzas; no sólo pierden
los valores que ahora consideran supersticiones y obstáculos morales impuestos
por la fe cristiana, sino también la capacidad de reconocer el espíritu del
Anticristo presente en el mundo.
El Amo del
Mundo, así, recuerda otra obra que narra la entrada de
Satanás en un mundo ateo que niega su existencia: El Maestro y Margarita,
de Mikhail Bulgákov.
Un mundo que no
consigue reconocer lo sobrenatural, un mundo que intenta elevar a la humanidad
al más alto nivel sin Dios es un mundo en el que el Anticristo puede entrar y
actuar con más facilidad.
El hombre no
pierde su necesidad de esperanza; la descripción de Benson del movimiento
masivo que deposita sus esperanzas en Felsenburgh presagia los movimientos de
masa que influyeron en las cuestiones mundiales del siglo XX y que siguen
influyendo en las de hoy.
A esta luz
podemos considerar el personaje de Mabel Brand, que vive una profunda alienación
del movimiento humanitario masivo, como una especie de historia de conversión:
ella empieza a ver la realidad del mal en el mundo y huye de él, mientras que
Felsenburgh y el papa Silvestre se encuentran en una batalla apocalíptica entre
el bien y el mal.
Quizás por esta
razón, los papas hayan sugerido la lectura de este libro. Es preciso estar
atentos para que la globalización no se dirija a apoyar políticas perjudiciales
contra las poblaciones de los países en desarrollo, pero también es necesario
tener en la mente la realidad sobrenatural del bien y del mal: negar la
existencia del diablo es abrir espacio para que él actúe.
En cuanto al
autor del libro, Robert Hugh Benson, fue un clérigo anglicano que se convirtió
en sacerdote católico.
