Las armas más poderosas para
defenderse ante los enemigos y situaciones complicadas y estresantes: la
oración y la confianza en Dios
Te voy a
compartir el testimonio real de Linda*. Ella es una profesional que trabaja en
un ambiente estresante en donde abundan intrigas que nacen de intereses
políticos y económicos (¿y en qué lugar no?).
Aunque ella ora
regularmente, después de haber aprendido a hacerlo en un Taller de Oración y
Vida (TOV), me contó que un domingo en especial, no podía disfrutar ni tener
paz porque en su interior había temor.
Esto
era porque al día siguiente se llevaría a cabo una junta importante en la
que se discutiría un tema que podía poner en peligro el futuro de su empresa y
por consiguiente, de su fuente de ingresos y desempeño profesional.
Ella puso su
esfuerzo y dedicación en hacer un buen trabajo, por ello su conciencia estaba
tranquila; también confiaba en que su jefe estaba preparado para salir
victorioso, pero no podía dejar de pensar en que había maldad en ciertas
personas, que buscaban desprestigiarlo, que convocaron esa reunión para
sembrar duda, perjudicarlo, y quitarle poder de decisión en unos temas.
Linda sí
confiaba en Dios, pero admitió que ese día sentía miedo e inseguridad porque
las decisiones se salían de sus manos.
Aparentemente
no podía hacer nada más que esperar el resultado, porque había hecho todo lo que le correspondía; pero en su corazón sabía
que faltaba algo, sabía que podía hacer uso de las armas más poderosas para
defenderse ante los enemigos: la oración y la confianza en Dios.
Linda siguió
estos pasos para orar y prepararse. Tú también los puedes aplicar anticipando
un día difícil o estresante que vayas a tener, no solo en tu trabajo sino en
todos los ámbitos.
1. Sosiega tu
cuerpo y alma.
El Padre
Ignacio Larrañaga, en paz descanse, fundador de los TOV, nos enseñó técnicas para
lograr un silenciamiento”, dijo Linda, “porque Dios está dentro de cada uno,
pero para oírle es necesario silenciar el resto de los ruidos (internos y
externos). Nos dice que antes de iniciar la oración, es necesario
relajar el cuerpo, despejar la mente, no pensar nada. Tenemos que vaciarnos de
nosotros mismos para llenarnos de Él.
2. Invoca al
Espíritu Santo.
Hay que pedirle
al Espíritu Santo sus dones y frutos para poder recibirlos, en esta ocasión en
particular le pedí su paz y fortaleza para aceptar su voluntad en este asunto;
también el invocarlo al inicio de la oración me permitió encontrar la Palabra y
la oración que Él quería inspirarme, porque me dijeron mucho y pude orar.
3. Escucha al
Señor por medio de su Palabra.
Y Linda
continuó explicando: “Porque también decía el Padre Ignacio que Él nos habla y
nos enseña desde su Palabra. Que cuando notes paz y que algo cambia en ti,
entonces sabrás que Dios está contigo. Señal inequívoca de presencia de Dios
es la paz que queda en ti… Por eso, es significativo para mí que ese
domingo encontré y medité esta lectura, Efesios 6,10-18:
“Por lo
demás, fortalézcanse en el Señor con su energía y su fuerza. Lleven con ustedes
todas las armas de Dios, para que puedan resistir las maniobras del diablo.
Pues no nos estamos enfrentando a fuerzas humanas, sino a los poderes y
autoridades que dirigen este mundo y sus fuerzas oscuras, los espíritus y
fuerzas malas del mundo de arriba. Por eso pónganse la armadura de Dios, para
que en el día malo puedan resistir y mantenerse en la fila valiéndose de todas
sus armas. Tomen la verdad como cinturón, la justicia como coraza; tengan buen
calzado, estando listos para propagar el Evangelio de la paz. Tengan siempre en
la mano el escudo de la fe, y así podrán atajar las flechas incendiarias del
demonio. Por último, usen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, o
sea, la Palabra de Dios. Vivan orando y suplicando. Oren en todo tiempo según
les inspire el Espíritu. Velen en común y perseveren en sus oraciones sin
desanimarse nunca, intercediendo en favor de todos los santos, sus hermanos“.
Meditando esta
lectura, yo entendí que Dios quería que sacara energía y fuerza de Él mismo,
que buscara su paz y que Él se encargaría de dar a conocer la verdad y la
justicia; me pidió también que confiara y orara, por mí, por mis compañeros de
trabajo y por los que aparentemente eran mis enemigos porque quería que
recordara que ellos también son mis hermanos.
4. Pide perdón
y perdona.
Por eso fue
posible perdonar a mis supuestos enemigos, desde el espíritu de Jesús en ese
momento, porque recordé que aunque me afecten sus acciones, también son mis
hermanos y son amados por el Padre en la misma medida en que me ama a mí. Por eso también le pedí perdón yo al Señor, porque yo también peco, cometo
errores y pudiera ser el caso que yo solo estuviera mal interpretando y juzgando.
Sé que no debo hacerlo”, mencionó Linda.
5. Ora con
confianza.
Yo sentí que el
Espíritu me condujo a la oración La Gracia de Dialogar (autor:
Padre Ignacio Larrañaga, Libro Encuentro) para pedir que tuviéramos
éxito, que prevaleciera el diálogo y que los ángeles de la Guarda de todos los
presentes en la junta facilitaran la paz.
Esto dice esa oración:
Señor Dios, te
alabamos y te glorificamos por la hermosura de ese don que se llama diálogo. Es
un hijo predilecto de Dios porque es como aquella corriente alterna que bulle
incesantemente en el seno de la Santa Trinidad.
El diálogo
desata los nudos, disipa las suspicacias, abre las puertas, soluciona los
conflictos, engrandece la persona, es vínculo de unidad y madre de la
fraternidad.
Cristo Jesús,
núcleo de la comunidad evangélica; haznos comprender que nuestras
desinteligencias se deben, casi siempre, a la falta de diálogo. Haznos
comprender que el diálogo no es una discusión ni un debate de ideas, sino una
búsqueda de la verdad entre dos o más personas. Haznos comprender que
mutuamente nos necesitamos y nos complementamos porque tenemos para dar y
necesitamos recibir, ya que yo puedo ver lo que los otros no ven, y ellos
pueden ver lo que yo no veo.
Señor Jesús,
cuando aparezca la tensión, dame la humildad para no querer imponer mi verdad
atacando la verdad del hermano; de saber callar en el momento oportuno; de
saber esperar a que el otro acabe de expresar por completo su verdad.
Dame la
sabiduría para comprender que ningún ser humano es capaz de captar enteramente
la verdad toda, y que no existe error o desatino que no tenga alguna parte de
verdad.
Dame la
sensatez para reconocer que también yo puedo estar equivocado en algún aspecto
de la verdad, y para dejarme enriquecer con la verdad del otro.
Dame, en fin,
la generosidad para pensar que también el otro busca honestamente la verdad, y
para mirar sin prejuicios y con benevolencia las opiniones ajenas.
Señor Jesús,
danos la gracia de dialogar. Así sea.
6. Intercede
por tus hermanos y por tus enemigos.
Y así continuó
Linda: “Oré por fuerza y salud para mi jefe, por el bienestar en nuestros
negocios, por su familia, la de mis compañeros y la mía, por mi país, los
enfermos, los más necesitados y los conflictos que nos afectan. Oré también por
mis aparentes enemigos, porque pensé, que muchas veces nos enemistamos porque
no nos entendemos, no sabemos apreciar y aprender de nuestras diferencias y no
sabemos comunicarnos, pero en el fondo todos queremos lo mismo, y esto fue lo
que pedí para ellos: que sientan el amor de Dios y también reciban salud,
bendiciones en sus negocios y en sus familias y que el trabajo en conjunto
pueda prosperar. En ese momento pude sentir que todos somos parte de la misma
economía, nación, ciudad, pueblo, Iglesia y rebaño”.
7. Deja tus problemas
en manos de Dios.
Aquí termina lo
que yo puedo hacer y dejo todos mis asuntos en tus manos, porque solo Tú eres
omnipotente, solo Tú puedes hacer posible lo imposible. Haz lo que sea tu
voluntad.
8. Reestablece
tu confianza en Dios.
“Yo sé que me amas
infinitamente, con amor de un Padre que quiere lo mejor para mí y si tu
permites que tengamos éxito será para nuestro bien, pero también si Tú permites
que no logremos lo que queremos, confío en que es tu voluntad igual para
nuestro bien, aunque nos duela o ahora no veamos el por qué. Acepto con paz tu
voluntad, en Ti confío”, así terminó Linda su oración.
9. Agradece y
llénate de su fuerza y Espíritu.
Como Linda
había terminado su oración, se dispuso a compartir su alegría ayudando a otras
personas y a su familia; en misa participó con mayor fervor de los sacramentos
y en la noche ofreció un Rosario. Durmió excelentemente bien.
Ella recibió
tal fuerza de esta oración, que el lunes siguiente, dijo Linda que se sentía
preparada y tranquila, porque cualquier resultado que se presentara y que
Dios permitiera, ella ya estaba preparada para aceptarlo con paz. Sintió
tanta energía que despertó sola ¡a las 4 am!, dos horas antes de lo que
acostumbra.
10. Comparte
esta fuerza con tus hermanos.
Por lo mismo,
ese día, ella llegó temprano a su trabajo, confiada y alegre para iniciar sus
actividades. Poco después llegó su jefe y ella sintió la inspiración para
compartirle la Palabra y la oración.
Aunque le daba
mucha pena, se animó a decirle. El aceptó, por la gracia de Dios, y dedicaron
unos minutos a orar antes de que él se fuera a la junta.
¿Y cuál fue el
resultado? Linda está feliz de compartirles, dando Gloria a Dios, de que en la
junta los aparentes enemigos se mostraron moderados en sus comentarios, hubo
diálogo, se resolvieron favorablemente los asuntos, se reconoció el trabajo
elaborado hasta la fecha, y la empresa del jefe de Linda, al transcurso de
varios días después, recibió más trabajo y responsabilidades que aseguran otro
año de ingresos y buenos frutos.
Linda les envía
bendiciones a todos ustedes por medio de este testimonio y les dice:
Tú también…
“¡Haz la prueba y veras que bueno es el Señor! (yo) Bendeciré al Señor en todo
tiempo, no cesará mi boca de alabarlo, porque busqué al Señor y me dio una respuesta
y me libró de todos mis temores”. (Salmo 34 (33))
Artículo originalmente publicado por pildorasdefe.net
