Cuatro perspectivas que descubre
el obispo Barron en Los milagros del cielo
Los milagros del cielo,
una película que hizo despertar la fe de la actriz Jennifer Garner, su
protagonista. El obispo auxiliar de Los Ángeles, Robert Barron, especializado
en la evangelización a través de los medios y bien conocido en Youtube antes de
ser consagrado en julio de 2015, descubre en el film una perspectiva
interesante para el apostolado, según explicó en un artículo en Word on Fire:
Los milagros del cielo y el problema de
la Teodicea
Como te dirá cualquier apologeta que se
precie, la gran objeción a la proposición de que Dios existe es el hecho del
sufrimiento de los inocentes. Si quieres una presentación particularmente
brillante de esa alegación, ve a Youtube y busca la disquisición de Stephen Fry
sobre por qué no cree en Dios. (Inmediatamente después, por favor, busca mi respuesta a Fry.)
Pero ahí sigue la pregunta angustiada de una legión de no creyentes: ¿cómo puede un Dios todopoderoso y que nos ama infinitamente permitir el horrible sufrimiento padecido por quienes, sencillamente, no lo merecen? Di todo lo que quieras (sostienen estos críticos sobre el plan de Dios o el bien que surge del mal), pero la desproporción entre el mal y los beneficios que podrían derivarse de él simplemente descarta la credibilidad de la fe religiosa. Ese veterano y experimentado apologeta también te dirá que ante este problema no existe una "respuesta" única e inequívoca, ni ningún argumento tumbativo que deje aturdido a quien dudaba, teniendo que darte la razón. La mejor aproximación es bordear el asunto lentamente, a la manera de los fenomenólogos, iluminando ahora este aspecto, ahora este otro.
Precisamente ese método es el que presenta
la sorprendentemente sugerente y emotiva película Los milagros del cielo. La
historia auténtica transcurre en torno a la devota familia Beam de Burleson
(Texas): Christy, Kevin y sus tres hijas. A la edad de diez años, la mediana,
Annabelle, desarrolla una enfermedad devastadora que no permite a sus
intestinos procesar el alimento. Tras consultar sin éxito a médicos y cirujanos
locales, Christy y su madre se desplazan a Boston a ver a un pediatra conocido
en todo el país.
Pero tras muchos meses más de
tratamiento, su enfermedad continúa siendo grave. Durante este terrible
desafío, la fe de Christy en Dios se ve seriamente sacudida, porque en
apariencia sus fervientes oraciones han quedado sin respuesta. De hecho, ella
transmite explícitamente al pastor de su comunidad el confuso rompecabezas al
que antes hacía referencia: ¿cómo un Dios que nos ama puede permitir que sufra
esta niña inocente y temerosa de Dios?
Cuando parece que las cosas no pueden
empeorar, Annabelle sufre un raro accidente, al caerse de cabeza por el
interior de un tronco hueco.
Cuando vuelve en sí después de estar
inconsciente varias horas, está inexplicablemente curada. Incapaz de explicar
esa mejora repentina, el especialista de Boston declara que la niña ha tenido
una "remisión completa": es la forma médica, dice, de explicar lo que
no puede explicarse. La misma Annabelle, sin embargo, habla de una experiencia
extracorpórea, un viaje al cielo, donde Dios le habría asegurado que se
curaría.
Me gustaría sencillamente explorar
algunos aspectos del problema del sufrimiento -teodicea, para llamarlo por su
nombre- que ilumina esta película.
Primero, que los milagros son raros. Como sugiere
la misma etimología de la palabra (mirari es sorprenderse), los milagros no
suceden todos los días, porque si fuese así no nos maravillaríamos ni
sorprenderíamos con ellos. De hecho, la compañera de hospital de Annabelle, una
niña pequeña que padece cáncer y a quien su padre ama con locura, no recibe un
milagro. Así que no debemos esperar que Dios intervenga cada vez que alguien
experimente el dolor o la tragedia.
Segundo, que a Dios normalmente le gusta actuar a
través de las causas segundas. Por ofrecer un ejemplo de la película, el
especialista de Boston, el doctor Nurko, es retratado como un hombre no sólo
médicamente competente, sino también profundamente compasivo. El bien
incomparable que hace a docenas de niños debe interpretarse como una expresión
del amor vigilante de Dios, como un vehículo por medio del cual actúa Dios. ¿Y
por qué Dios no actúa directamente? Santo Tomás de Aquino respondía que a la
Causa Suprema le gusta involucrarnos en su causalidad, dándonos, por así
decirlo, la alegria y el privilegio de compartir su obra.
Una tercera lección es que los creyentes en el
Dios de la Biblia no deben esperar verse libres de dolor; justo lo contrario.
Realmente causa cierta perplejidad que muchos lectores de la Biblia parezcan
pensar que el amor de Dios es incompatible con el sufrimiento, siendo así que
todas las principales figuras de las Escrituras (Abraham, Isaac, Jacob, José,
Moisés, Josué, Samuel, David, Salomón, Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel,
Pedro, Santiago y Juan) pasan por periodos de enorme sufrimiento. Y esta
perplejidad no puede sino ahondarse al recordar que la persona central en la
Biblia se la suele representar clavada en la cruz y en sus últimos estertores.
Lo que queda claro a lo largo de Los milagros del cielo es que la agonía de la
familia Beam no carece de sentido, sino que es más bien una participación en la
agonía salvífica de Cristo.
Una
cuarta y última perspectiva es que el sufrimiento puede
sublimarse para convertirse en amor. A lo largo de la película vemos que la
gente tiene detalles de amabilidad hacia Annabelle y su familia precisamente
porque el sufrimiento de la niña ha despertado en ellos la compasión.
En una palabra, el dolor de la niña tiene
un efecto salvífico sobre quienes la rodean; utilizando el lenguaje de la
Biblia, ella sufría en lugar de ellos (Col 1, 24). Como señalaba Charles Williams [1886-1945,
escritor de la tertulia de los Inklings, que compartió con J.R.R. Tolkien, C.S.
Lewis o, más ocasionalmente, Roy Campbell] la coinherencia -ser con y para los
demás- es la dinámica principal de la vida cristiana. Nuestros triunfos y
alegrías nunca son totalmente de nuestra propiedad: son para los demás. Y lo
mismo vale para las tragedias.
¿"Resuelve" esta película el
problema del sufrimiento de los inocentes? Obviamente, no. Pero ¿ilumina de
forma creativa algunos de sus elementos claves? Indudablemente.