CANCIÓN 12
Apártalos,
Amado, que voy de
vuelo.
Esposo
Vuélvete, paloma,
que el ciervo
vulnerado
por el otero
asoma
al aire de tu vuelo, y fresco toma.
DECLARACIÓN
1. En los grandes deseos y fervores de amor, cuales en las canciones
pasadas ha mostrado el alma, suele el Amado visitar a su esposa alta y
delicada y amorosamente y con grande fuerza de amor; porque, ordinariamente,
según los grandes favores y ansias de
amor que han precedido en el alma suelen ser también las
mercedes y vistas que Dios la hace, grandes.
Y como ahora el alma con tantas ansias había deseado estos divinos ojos,
que en la canción pasada acaba de decir, descubrióle el Amado algunos rayos de su grandeza y
divinidad, según ella deseaba; los cuales fueron
de tanta alteza y con tanta fuerza comunicados,
que la hizo salir de sí por arrobamiento y éxtasi, lo cual acaece al principio con gran
detrimento y temor del natural.
Y así, no pudiendo sufrir el exceso
en sujeto tan flaco, dice en la presente canción: Apártalos,
Amado, es a saber, esos tus ojos divinos, porque me hacen volar saliendo de mí a suma
contemplación sobre lo
que sufre el natural. Lo cual dice porque le parecía volaba su
alma de las carnes, que es lo que ella deseaba; que por eso le pidió que los
apartase, conviene a saber, dejando de comunicárselos en la carne, en que no los puede sufrir y gozar como
querría, comunicándoselos en el vuelo que ella hacía fuera de la carne.
El cual deseo y vuelo le impidió luego el Esposo, diciendo: Vuélvete, paloma, que la comunicación que ahora de mí recibes, aún no es de ese estado de gloria que tú ahora pretendes; pero vuélvete a mí, que soy a quien tú, llagada de
amor, buscas, que también yo, como el ciervo herido de tu
amor, comienzo a mostrarme a ti por tu alta contemplación, y tomo recreación y
refrigerio en el amor de tu contemplación. Dice,
pues, el alma al Esposo:
Apártalos, Amado.
2.
Según habemos dicho, el alma,
conforme a los grandes deseos que tenía de estos divinos ojos, que
significan la Divinidad, recibió del Amado interiormente tal comunicación y noticia de Dios, que la hizo decir: Apártalos, Amado. Porque tal es la miseria del natural
en esta vida, que aquello que al alma le es más vida y ella
con tanto deseo desea, que es la comunicación y
conocimiento de su Amado, cuando se le vienen a dar, no lo puede recibir sin que casi le cueste la vida, de
suerte que los ojos que con tanta solicitud y ansias y por tantas vías buscaba, venga a decir cuando los recibe: Apártalos, Amado.
3.
Porque es a veces tan grande el tormento que se
siente en las semejantes visitas de arrobamientos, que no hay tormento que así descoyuntes los huesos y ponga en estrecho al natural; tanto que, si no proveyese Dios, se
acabaría la vida. Y
a la verdad, así le parece
al alma por quien pasa, porque siente como desasirse el alma de las carnes y
desamparar al cuerpo.
Y la causa es porque semejantes mercedes no se pueden
recibir muy en carne, porque el espíritu es
levantado a comunicarse con el Espíritu divino que viene al alma,
y así por fuerza ha de desamparar en
alguna manera la carne. Y de aquí es que ha de padecer la carne y,
por consiguiente, el alma en la carne, por la unidad que tienen en un supuesto.
Y, por tanto, el gran tormento que siente el
alma al tiempo de este género de visita y el gran pavor que la hace verse tratar por vía sobrenatural, la hacen decir: Apártalos, Amado.
4.
Pero no se ha de entender que, porque el alma diga
que los aparte, querría que los apartase, porque aquél es un dicho del temor
natural, como habemos dicho; antes, aunque mucho más la costase,
no querría perder estas visitas y mercedes
del Amado, porque aunque padece el natural,
el espíritu vuela al
recogimiento sobrenatural a gozar del espíritu del Amado, que es lo que ella
deseaba y pedía.
Pero no quisiera ella recibirlo en carne, donde no se puede
cumplidamente, sino poco y con pena, mas en el vuelo del espíritu fuera de la carne, donde libremente se goza;
por lo cual dijo: Apártalos, Amado, es a saber, de
comunicármelos en carne.
Que voy de
vuelo.
5. Como si dijera: que voy de vuelo de la carne,
para que me los comuniques fuera de ella,
siendo ellos la causa de hacerme volar fuera de la carne.
siendo ellos la causa de hacerme volar fuera de la carne.
Y para que entendamos mejor qué vuelo sea éste, es de
notar que, como habemos dicho, en aquella visitación de Espíritu divino es arrebatado con gran fuerza el del
alma a comunicar con el Espíritu, y destituye al cuerpo y deja
de sentir en él y de tener en él sus acciones, porque las tiene en Dios; que por
eso dijo san Pablo (2 Cor. 12, 2) que en aquel rapto suyo no sabía si estaba su alma recibiéndole en el
cuerpo o fuera del cuerpo. Y no por eso se ha de entender que
destituye y desampara el alma al cuerpo de la vida natural, sino que no tiene sus acciones en él. Y ésta es la causa por que en estos
raptos y vuelos se queda el cuerpo sin
sentido y, aunque le hagan cosas de grandísimo dolor, no siente; porque no es como
otros traspasos y desmayos naturales, que con el dolor vuelven en sí. Y estos sentimientos
tienen en estas visitas los que no han aún llegado a estado de perfección, sino
que van camino en estado de aprovechados, porque los que han llegado,
ya tienen toda la comunicación hecha en paz y suave amor, y
cesan estos arrobamientos, que eran comunicaciones que disponían para la total comunicación.
6. Lugar era éste conveniente para tratar de las diferencias de
raptos y éxtasis y otros arrobamientos y sutiles vuelos de espíritu que a
los espirituales suelen acaecer; mas porque mi intento no es sino declarar
brevemente estas canciones, como en el prólogo prometí, quedarse ha para quien mejor lo sepa tratar que
yo, y porque también la bienaventurada Teresa de Jesús, nuestra Madre, dejó escritas de
estas cosas de espíritu
admirablemente, las cuales espero en Dios saldrán presto
impresas a luz. Lo que aquí, pues, el alma dice del vuelo, hase de entender por arrobamiento y éxtasi del espíritu a Dios.
Y dícele luego el Amado:
7. De muy buena gana se iba el alma del cuerpo en aquel vuelo
espiritual, pensando que se le acababa ya la vida y que pudiera gozarse con su
Esposo para siempre y quedarse al descubierto con él; mas atajóle el Esposo el paso, diciendo: Vuélvete, paloma, como si dijera: paloma en el vuelo
alto y ligero que llevas de contemplación, y en el
amor con que ardes, y simplicidad con que
vas (porque estas tres propiedades tiene la paloma); vuélvete de ese
vuelo alto en que pretendes llegar a poseerme de veras, que aún no es
llegado ese tiempo de tan alto conocimiento, y acomódate a este más bajo que
yo ahora te comunico en este tu exceso, y es:
Que el ciervo
vulnerado.
8. Compárase el Esposo al ciervo, porque aquí por el ciervo entiende a sí mismo. Y es de saber que la propiedad del ciervo es subirse
a los lugares altos y, cuando está herido, vase con gran
priesa a buscar refrigerio a las aguas frías, y si oye
quejar a la consorte y siente
que está herida, luego se va con ella y la regala y acaricia. Y así hace ahora el Esposo, porque, viendo a la esposa herida de su amor, él también al gemido de ella viene herido del amor de ella; porque en los enamorados la herida de uno es de entrambos y un mismo sentimiento tienen los dos. Y así, es como si dijera: vuélvete, esposa mía, a mí, que, si llagada vas de amor de mí, yo también como el ciervo vengo en esta tu llaga llagado a ti, que soy como el ciervo, y también en asomar por lo alto, que por eso dice:
que está herida, luego se va con ella y la regala y acaricia. Y así hace ahora el Esposo, porque, viendo a la esposa herida de su amor, él también al gemido de ella viene herido del amor de ella; porque en los enamorados la herida de uno es de entrambos y un mismo sentimiento tienen los dos. Y así, es como si dijera: vuélvete, esposa mía, a mí, que, si llagada vas de amor de mí, yo también como el ciervo vengo en esta tu llaga llagado a ti, que soy como el ciervo, y también en asomar por lo alto, que por eso dice:
Por el otero
asoma,
9. esto
es, por la altura de tu contemplación que tienes en ese vuelo; porque
la contemplación es un puesto alto por donde Dios
en esta vida se comienza a comunicar al
alma y mostrársele, mas no acaba; que por eso no dice que acaba de parecer, sino que asoma, porque por altas que sean las noticias que de Dios se le dan al alma en esta vida, todas son como unas muy desviadas asomadas. Y síguese la tercera propiedad que decíamos del ciervo, y es la que se contiene en el verso siguiente:
alma y mostrársele, mas no acaba; que por eso no dice que acaba de parecer, sino que asoma, porque por altas que sean las noticias que de Dios se le dan al alma en esta vida, todas son como unas muy desviadas asomadas. Y síguese la tercera propiedad que decíamos del ciervo, y es la que se contiene en el verso siguiente:
Al aire de tu vuelo, y fresco toma.
10. Por el vuelo entiende la contemplación de aquel éxtasis que
habemos dicho, y por el aire entiende aquel espíritu de amor que causa en el alma este vuelo de contemplación. Y llama aquí a este amor,
causado por el vuelo, aire harto apropiadamente; porque el Espíritu Santo, que es amor, también se compara
en la divina Escritura al aire, porque es aspirado del Padre y del Hijo. Y así como allí es aire del
vuelo, esto es, que de la contemplación y sabiduría del Padre y del Hijo procede y es aspirado, así aquí, a este amor del alma llama
el Esposo aire, porque de la
contemplación y noticia que a este tiempo
tiene de Dios le procede.
Y es de notar
que no dice aquí el Esposo que viene al vuelo,
sino al aire del vuelo, porque Dios no se comunica propiamente al alma por el
vuelo del alma, que es, como habemos dicho, el conocimiento que tiene de Dios,
sino por el amor del conocimiento; porque así como el amor
es unión del Padre y del Hijo, así lo es del alma con Dios. Y de aquí es que, aunque un alma tenga altísimas noticias de Dios y contemplación y conociere todos los misterios, si no tiene amor, no le hace nada al caso, como dice san
Pablo (1 Cor. 13, 2) para unirse con
Dios.
orque, como también dice el mismo (Col. 3, 14): Charitatem habete, quod est vinculum
perfectionis, es a saber: Tened esta caridad, que es vínculo de
perfección. Esta caridad, pues, y amor del alma
hace venir al Esposo corriendo a beber de esta fuente de amor de su Esposa, como las aguas frescas hacen
venir al ciervo sediento y llagado a tomar refrigerio, y por eso se
sigue: Y fresco toma.
11. Porque
así como el aire hace fresco y
refrigerio al que está fatigado del calor, así este aire de amor refrigera y recrea al que arde con fuego de amor; porque tiene tal
propiedad este fuego de amor, que el aire con que toma fresco y refrigerio es más fuego de amor, porque en el amante el amor es llama que arde con apetito de arder más, según hace la llama del fuego natural. Por tanto, al
cumplimiento de este apetito suyo de arder más en el ardor del amor de su esposa, que es el aire del vuelo de ella, llama
aquí tomar
fresco. Y así es como si
dijera: al ardor de tu vuelo arde más, porque un amor enciende otro
amor.
Donde es de
notar que Dios no pone su gracia y amor en el alma sino según la voluntad y amor del alma. Por lo cual, esto ha
de procurar el buen enamorado que no falte, pues por ese medio, como habemos
dicho, moverá más, si así se puede decir, a que Dios le tenga más amor y se recree más en su
alma. Y para seguir esta caridad, hase de ejercitar lo que de ella dice
el Apóstol (1 Cor.
13, 4n7), diciendo: La caridad es paciente, es benigna, no es envidiosa, no
hace mal, no se ensoberbece, no es ambiciosa, no busca sus mismas cosas, no se
alborota, no piensa mal, no se huelga sobre la maldad, gózase en la
verdad, todas las cosas sufre que son de sufrir, cree todas las cosas, es a saber, las
que se deben creer, todas las casas espera
y todas las cosas sustenta, es a saber, que convienen a la caridad.
Fuente: Portal Carmelitano