FIJÁNDONOS EN LA PRIMERA TENTACIÓN

NO vale apoyarse en la misericordia de Dios para sistemáticamente saltarnos nuestros compromisos, buscar cumplir nuestros egoísmos y tergiversar el Amor de Dios en nuestro capricho.

Ante la satisfacción de una necesidad, el hambre que sintió Cristo tras cuarenta días de ayuno, el diablo “cortésmente” le invita a usar su poder para convertir una piedra en pan y saciar su hambre. Algo así como, matar el gusanillo entre horas. Aquí se ve la importancia del ayuno en su nivel sagrado. Nada, repito, nada es más importante para Jesús que cumplir el ayuno prescrito. Siempre será esa su vida, cumplir lo que está escrito, cumplir la ley de Dios.

Es importante señalar la coordenada sagrada de todo esto. Jesús no ayuna para tener buena salud, ni para tener un cuerpo atlético, ayuna para ofrecerlo a su Padre Dios. En ese ambiente sagrado se entiende la respuesta de Jesús al diablo: “No sólo de pan vive el hombre”, es decir, hay una parte en el hombre más importante que la mera satisfacción de una necesidad: cumplir con el compromiso adquirido ante Dios. Y aquí si tenemos tema para meditar en esta Cuaresma. NO vale apoyarse en la misericordia de Dios para sistemáticamente saltarnos nuestros compromisos, buscar cumplir nuestros egoísmos y tergiversar el Amor de Dios en nuestro capricho. Dios pasó hambre en el desierto y esperó con paciencia y conciencia recta el momento en que se satisfaría esa hambre.


A simple vista, es la tentación más suave que puede lanzar el demonio, son cosas asequibles. Tengo hambre, aún no es la hora de la cena, busco algún tentempié para calmar mi necesidad. Sin embargo, Cristo nos enseña que hay una hora un momento en que esa hambre será saciada, en que esa necesidad será satisfecha por el Padre que nos ama con locura. Pero nosotros debemos dejarnos amar, y eso consiste en esperar que Él en su divina Providencia nos regale cuanto necesitamos. El problema es que normalmente para entonces ya hemos satisfecho nosotros esa necesidad y no somos capaces de percibir el Amor que Dios nos tiene porque andamos engolfados en otros menesteres.

El demonio sigue tentando en cada momento que estima oportuno, en cada ocasión que entiende propicia. Y si vemos la respuesta de Jesús, comienza, al igual que en las otras tentaciones diciendo “Está escrito” o “está mandado” y es que tener cerca la Palabra de Dios es fundamental para guiar nuestras decisiones en estos momentos de tentación. Si no reparamos en esa Palabra, podemos dejarnos llevar por nuestra intuición, nuestra comodidad o nuestro interés y hay dejamos una pista al Maligno de por dónde nos puede atacar.

Fijémonos que tras este ataque fallido el demonio vuelve con toda la artillería: promete reinos y poder, admiración de los demás, autosatisfacción, todo aquello que debe hacernos pensar si se nos presenta en el camino.

Por David Llena



Fuente: Betania