De otras
maneras de pena que el alma padece en esta noche

Que como el
divino embiste a fin de renovarla para hacerla divina, desnudándola de las afecciones
habituales y propiedades del hombre viejo, en que ella está muy unida,
conglutinada y conformada, de tal manera la destrica y descuece la sustancia
espiritual, absorbiéndola en una profunda y honda tiniebla, que el alma se
siente estar deshaciendo y derritiendo en la haz y vista de sus miserias con
muerte de espíritu cruel; así como si, tragada de una bestia, en su vientre
tenebroso se sintiese estar digiriendo, padeciendo estas angustias como Jonás
(2, 1) en el vientre de aquella marina bestia.
Porque en este sepulcro de
oscura muerte la conviene estar para la espiritual resurrección que espera.
Pero lo que
esta doliente alma aquí más siente, es parecerle claro que Dios la ha desechado
y, aborreciéndola, arrojado en las tinieblas, que para ella es grave y
lastimera pena creer que la ha dejado Dios. La cual también David, sintiéndola
mucho en este caso, dice (Sal. 87, 68): De la manera que los llagados están
muertos en los sepulcros, dejados ya de tu mano, de que no te acuerdas más, así
me pusieron a mí en el lago más hondo e inferior en tenebrosidades y sombra de
muerte, y está sobre mi confirmado tu furor, y todas tus olas descargaste sobre
mí. Porque, verdaderamente, cuando esta contemplación purgativa aprieta, sombra
de muerte y gemidos de muerte y dolores de infierno siente el alma muy a lo
vivo, que consiste en sentirse sin Dios y castigada y arrojada e indigna de él,
y que está enojado, que todo se siente aquí; y más, que le parece que ya es
para siempre.
3. Y el mismo
desamparo siente de todas las criaturas y desprecio acerca de ellas,
particularmente de los amigos. Que por eso prosigue luego David (Sal. 87, 9),
diciendo: Alejaste de mí mis amigos y conocidos; tuviéronme por abominación.
Todo lo cual, como quien tan bien lo experimentó en el vientre de la bestia
corporal y espiritualmente, testifica bien Jonás (2, 47), diciendo así:
Arrojásteme al profundo en el corazón de la mar, y la corriente me cercó; todos
sus golfos y olas pasaron sobre mí y dije: arrojado estoy de la presencia de
tus ojos; pero otra vez veré tu santo templo (lo cual dice, porque aquí
purifica Dios al alma para verlo); cercáronme las aguas hasta el alma, el
abismo me ciñó, el piélago me cubrió mi cabeza, a los extremos de los montes
descendí; los cerrojos de la tierra me encerraron para siempre. Los cuales cerrojos
se entienden aquí a este propósito por las imperfecciones del alma, que la
tienen impedida que no goce esta sabrosa contemplación.
4. La cuarta
manera de pena causa en el alma otra excelencia de esta oscura contemplación,
que es la majestad y grandeza de ella, la cual hace sentir en el alma otro
extremo que hay en ella de íntima pobreza y miseria; la cual es de las
principales penas que padece en esta purgación. Porque siente en sí un profundo
vacío y pobreza de tres maneras de bienes que se ordenan al gusto del alma, que
son temporal, natural y espiritual, viéndose puesta en los males contrarios,
conviene a saber: miserias de imperfecciones, sequedades y vacíos de las
aprensiones de las potencias y desamparo del espíritu en tiniebla. Que, por
cuanto aquí purga Dios al alma según la sustancia sensitiva y espiritual y
según las potencias interiores y exteriores, conviene que el alma sea puesta en
vacío y pobreza y desamparo de todas estas partes, dejándola seca, vacía y en
tinieblas; porque la parte sensitiva se purifica en sequedad, y las potencias
en su vacío de sus aprensiones, y el espíritu en tiniebla oscura.
5. Todo lo
cual hace Dios por medio de esta oscura contemplación; en la cual no sólo
padece el alma el vacío y suspensión de estos arrimos naturales y aprensiones,
que es un padecer muy congojoso, de manera que si a uno suspendiesen o
detuviesen en el aire, que no respirase, mas también está purgando el alma,
aniquilando y vaciando o consumiendo en ella, así como hace el fuego al orín y
moho del metal, todas las afecciones y hábitos imperfectos que ha contraído
toda la vida. Que, por estar ellos muy arraigados en la sustancia del alma,
sobrepadece grave deshacimiento y tormento interior, demás de la dicha pobreza
y vacío natural y espiritual, para que se verifique aquí la autoridad de
Ezequiel que dice: Juntaré los huesos, y encenderlos he en fuego, consumirse
han las carnes y cocerse ha toda la composición, y deshacerse han los huesos
(Ez. 24, 10).
En lo cual se entiende la pena que padece en el vacío y pobreza
de la sustancia del alma sensitiva y espiritual. Y sobre esto dice luego (24,
11): Ponedla también así vacía sobre las ascuas, para que se caliente y se
derrita su metal, y se deshaga en medio de ella su inmundicia y sea consumido
su moho. En lo cual se da a entender la grave pasión que el alma aquí padece en
la purgación del fuego de esta contemplación, pues dice el profeta que para que
se purifique y deshaga el orín de las afecciones que están en medio del alma,
es menester en cierta manera que ella misma se aniquile y deshaga, según está
ennaturalizada en estas pasiones e imperfecciones.
6. De donde,
porque en esta fragua se purifica el alma como el oro en el crisol, según el
Sabio dice (Sab. 3, 6), siente este grande deshacimiento en la misma sustancia
del alma, con extremada pobreza, en que está como acabando, como se puede ver
por lo que a este propósito dijo David (Sal. 68, 24) por estas palabras,
clamando a Dios: Sálvame, Señor, porque han entrado las aguas hasta el alma
mía; fijado estoy en el limo del profundo, y no hay donde me sustente; vine
hasta el profundo del mar, y la tempestad me anegó; trabajé clamando,
enronqueciéronseme mis gargantas, desfallecieron mis ojos en tanto que espero
en mi Dios.
En esto
humilla Dios mucho al alma para ensalzarla mucho después y, si él no ordenase
que estos sentimientos, cuando se avivan en el alma, se adormeciesen presto,
moriría muy en breves días; mas son interpolados los ratos en que se siente su
íntima viveza. Lo cual algunas veces se siente tan a lo vivo, que la parece al
alma que ve abierto el infierno y la perdición. Porque de éstos son los que de
veras descienden al infierno viviendo (Sal. 54, 16), pues aquí se purgan a la
manera que allí; porque esta purgación es la que allí se había de hacer. Y así
el alma que por aquí pasa, o no entra en aquel lugar, o se detiene allí muy
poco, porque aprovecha más una hora aquí que muchas allí.
Fuente: Mercaba