De algunas imperfecciones que suelen tener algunos
de éstos acerca del segundo vicio capital, que es la avaricia, espiritualmente
hablando
1. Tienen muchos de estos principiantes también a
veces mucha avaricia espiritual, porque apenas les verán contentos en el
espíritu que Dios les da; andan muy desconsolados y quejosos porque no hallan
el consuelo que querrían en las cosas espirituales.
Muchos no se acaban de
hartar de oír consejos y aprender preceptos espirituales y tener y leer muchos
libros que traten de eso, y váseles más en esto el tiempo que en obrar la
mortificación y perfección de la pobreza interior de espíritu que deben.
Porque, a más de esto, se cargan de imágenes y rosarios bien curiosos; ahora
dejan unos, ya toman otros; ahora truecan, ahora destruecan; ya los quieren de
esta manera, ya de esotra, aficionándose más a esta cruz que a aquélla, por ser
más curiosa. Y veréis a otros arreados de "agnusdeis" y reliquias y
nóminas, como los niños de dijes.
En lo cual yo condeno la propiedad de corazón y el
asimiento que tienen al modo, multitud y curiosidad de cosas, por cuanto es muy
contra la pobreza de espíritu, que sólo mira en la sustancia de la devoción,
aprovechándose sólo de aquello que basta para ella, y cansándose de esotra
multiplicidad y de la curiosidad de ella; pues que la verdadera devoción ha de
salir del corazón, sólo en la verdad y sustancia de lo que representan las
cosas espirituales, y todo lo demás es asimiento y propiedad de imperfección,
que, para pasar a alguna manera de perfección, es necesario que se acabe el tal
apetito.
2. Yo conocí una persona que más de diez años se
aprovechó de una cruz hecha toscamente de un ramo bendito, clavada con un
alfiler retorcida alrededor, y nunca la había dejado, trayéndola consigo hasta
que yo se la tomé; y no era persona de poca razón y entendimiento. Y vi otra que
rezaba por cuentas que eran de huesos de las espinas del pescado, cuya devoción
es cierto que por eso no era de menos quilates delante de Dios; pues se ve
claro que éstos no la tenían en la hechura y valor.
Los que van, pues, bien encaminados desde estos principios,
no se asen a los instrumentos visibles, ni se cargan de ellos, ni se les da
nada de saber más de lo que conviene saber para obrar; porque sólo ponen los
ojos en ponerse bien con Dios y agradarle, y en esto es su codicia. Y así con
gran largueza dan cuanto tienen, y su gusto es saberse quedar sin ello por Dios
y por la caridad del prójimo, no me da más que sean cosas espirituales que
temporales; porque, como digo, sólo ponen los ojos en las veras de la
perfección interior: dar a Dios gusto, y no a sí mismo en nada.
3. Pero de estas imperfecciones tampoco, como de
las demás, no se puede el alma purificar cumplidamente hasta que Dios le ponga
en la pasiva purgación de aquella oscura noche que luego diremos. Mas conviene
al alma, en cuanto pudiere, procurar de su parte hacer por perfeccionarse,
porque merezca que Dios le ponga en aquella divina cura, donde sana el alma de
todo lo que ella no alcanzaba a remediarse; porque, por más que el alma se
ayude, no puede ella activamente purificarse de manera que esté dispuesta en la
menor parte para la divina unión de perfección de amor, si Dios no toma la mano
y la purga en aquel fuego oscuro para ella, cómo y de la manera que habemos de
decir.
Fuente: Mercaba
