De algunas imperfecciones espirituales que tienen
los principiantes acerca del hábito de la soberbia
1. Como estos principiantes se sienten tan
fervorosos y diligentes en las cosas espirituales y ejercicios devotos, de esta
propiedad (aunque es verdad que las cosas santas de suyo humillan) por su
imperfección les nace muchas veces cierto ramo de soberbia oculta, de donde
vienen a tener alguna satisfacción de sus obras y de sí mismos.
Y de aquí
también les nace cierta gana algo vana, y a veces muy vana, de hablar cosas
espirituales delante de otros, y aun a veces de enseñarlas más que de
aprenderlas, y condenan en su corazón a otros cuando no los ven con la manera
de devoción que ellos querrían, y aun a veces lo dicen de palabra, pareciéndose
en esto al fariseo, que se jactaba alabando a Dios sobre las obras que hacía, y
despreciando al publicano (Lc. 18, 1112).
2. A estos muchas veces los acrecienta el demonio
el fervor y gana de hacer más estas y otras obras porque les vaya creciendo la
soberbia y presunción. Porque sabe muy bien el demonio que todas estas obras y
virtudes que obran, no solamente no les valen nada, mas antes se les vuelven en
vicio. Y a tanto mal suelen llegar algunos de éstos, que no querrían que
pareciese bueno otro sino ellos; y así, con la obra y palabra, cuando se
ofrece, les condenan y detraen, mirando la motica en el ojo de su hermano, y no
considerando la viga que está en el suyo (Mt.7,37); cuelan el mosquito ajeno y
tráganse su camello (Mt. 23, 24).
3. A veces también, cuando sus maestros
espirituales, como son confesores y prelados, no les aprueban su espíritu y
modo de proceder (porque tienen gana que estimen y alaben sus cosas), juzgan
que no los entienden el espíritu, o que ellos no son espirituales, pues no
aprueban aquello y condescienden con ello. Y así, luego desean y procuran
tratar con otro que cuadre con su gusto; porque ordinariamente desean tratar su
espíritu con aquellos que entienden que han de alabar y estimar sus cosas, y
huyen, como de la muerte, de aquellos que se los deshacen para ponerlos en
camino seguro, y aun a veces toman ojeriza con ellos.
Presumiendo, suelen
proponer mucho y hacen muy poco. Tienen algunas veces gana de que los otros
entiendan su espíritu y su devoción, y para esto a veces hacen muestras
exteriores de movimientos, suspiros y otras ceremonias; y, a veces, algunos
arrobamientos, en público más que en secreto, a los cuales les ayuda el
demonio, y tienen complacencia en que les entiendan aquello, y muchas veces
codicia.
4. Muchos quieren preceder y privar con los
confesores, y de aquí les nacen mil envidias y desquietudes. Tienen empacho de
decir sus pecados desnudos porque no los tengan sus confesores en menos, y
vanlos coloreando porque no parezcan tan malos, lo cual más es irse a excusar
que a acusar. Y a veces buscan otro confesor para decir lo malo porque el otro
no piense que tienen nada malo, sino bueno; y así, siempre gustan de decirle lo
bueno, y a veces por términos que parezca antes más de lo que es que menos, con
gana de que le parezca bueno, como quiera que fuera más humildad, como lo
diremos, deshacerlo y tener gana que ni él ni nadie lo tuviesen en algo.
5. También algunos de éstos tienen en poco sus
faltas, y otras veces se entristecen demasiado de verse caer en ellas, pensando
que ya habían de ser santos, y se enojan contra sí mismos con impaciencia, lo
cual es otra imperfección. Tienen muchas veces grandes ansias con Dios porque
les quite sus imperfecciones y faltas, más por verse sin la molestia de ellas
en paz que por Dios; no mirando que, si se las quitase, por ventura se harían
más soberbios y presuntuosos. Son enemigos de alabar a otros y amigos que los
alaben, y a veces lo pretenden; en lo cual son semejantes a las vírgenes locas,
que, teniendo sus lámparas muertas, buscaban óleo por de fuera (Mt. 25, 8).
6. De estas imperfecciones algunos llegan a tener
muchas muy intensamente, y a mucho mal en ellas; pero algunos tienen menos,
algunos más, y algunos solos primeros movimientos o poco más; y apenas hay
algunos de estos principiantes que al tiempo de estos fervores no caigan en
algo de esto.
Pero los que en este tiempo van en perfección, muy
de otra manera proceden y con muy diferente temple de espíritu; porque se
aprovechan y edifican mucho con la humildad, no sólo teniendo sus propias cosas
en nada, mas con muy poca satisfacción de sí; a todos los demás tienen por muy
mejores, y les suelen tener una santa envidia, con gana de servir a Dios como
ellos; porque, cuanto más fervor llevan y cuantas más obras hacen y gusto
tienen en ellas, como van en humildad, tanto más conocen lo mucho que Dios
merece y lo poco que es todo cuanto hacen por él; y así, cuanto más hacen,
tanto menos se satisfacen.
Que tanto es lo que de caridad y amor querrían hacer
por él, que todo lo que hacen no les parezca nada; y tanto les solicita, ocupa
y embebe este cuidado de amor, que nunca advierten en si los demás hacen o no
hacen; y si advierten, todo es, como digo, creyendo que todos los demás son muy
mejores que ellos. De donde, teniéndose en poco, tienen gana también que los
demás los tengan en poco y que los deshagan y desestimen sus cosas. Y tienen
más, que, aunque se los quieran alabar y estimar, en ninguna manera lo pueden
creer, y les parece cosa extraña decir de ellos aquellos bienes.
7. Estos, con mucha tranquilidad y humildad, tienen
gran deseo que les enseñe cualquiera que los pueda aprovechar; harta contraria
cosa de la que tienen los que habemos dicho arriba, que lo querrían ellos
enseñar todo, y aun cuando parece les enseñan algo, ellos mismos toman la
palabra de la boca como que ya se lo saben. Pero éstos, estando muy lejos de
querer ser maestros de nadie, están muy prontos de caminar y echar por otro
camino del que llevan, si se lo mandaren, porque nunca piensan que aciertan en
nada. De que alaben a los demás se gozan; sólo tienen pena de que no sirven a
Dios como ellos.
No tienen gana de decir sus cosas, porque las
tienen en tan poco, que aun a sus maestros espirituales tienen vergüenza de
decirlas, pareciéndoles que no son cosas que merezcan hacer lenguaje de ellas.
Más gana tienen de decir sus faltas y pecados, o que los entiendan, que no sus
virtudes; y así se inclinan más a tratar su alma con quien en menos tienen sus
cosas y su espíritu, lo cual es propiedad de espíritu sencillo, puro y
verdadero, y muy agradable a Dios. Porque, como mora en estas humildes almas el
espíritu sabio de Dios, luego las mueve e inclina a guardar adentro sus tesoros
en secreto y echar afuera sus males. Porque da Dios a los humildes, junto con
las demás virtudes, esta gracia, así como a los soberbios la niega (Sab. 4, 6).
8. Darán éstos la sangre de su corazón a quien
sirve a Dios, y ayudarán, cuanto esto es en sí, a que le sirvan. En las
imperfecciones que se ven caer, con humildad se sufren, y con blandura de
espíritu y temor amoroso de Dios, esperando en él.
Pero almas que al principio caminen con esta manera
de perfección, entiendo son, como queda dicho, las menos y muy pocas; que ya
nos contentaríamos que no cayesen en las cosas contrarias. Que, por eso, como
después diremos, pone Dios en la noche oscura a los que quiere purificar de
todas estas imperfecciones para llevarlos adelante.
Fuente: Mercaba
