Es un símbolo de unidad de aquellos que
se han reunido para rendir culto
En la celebración de la
Misa levantamos nuestros corazones, nuestras mentes y nuestras voces a Dios,
pero somos criaturas compuestas tanto de cuerpo como de alma y es por esto que
nuestra oración no está confinada a nuestras mentes, a nuestros corazones y a
nuestras voces, sino que también se expresa en nuestro cuerpo. Cuando nuestro
cuerpo participa en nuestra oración, rezamos con toda nuestra persona, como
espíritus personificados tal como Dios nos creó. Este compromiso de todo
nuestro ser en oración nos ayuda a orar con una mejor atención.
Durante la Misa asumimos diferentes posturas corporales: nos ponemos de pie,
nos ponemos de rodillas, nos sentamos y también somos invitados, a realizar una
serie de gestos. Estas posturas y gestos corporales no son meramente ceremoniales.
Tienen un significado profundo, así, cuando se realizan con comprensión, pueden
realzar nuestra participación personal en la Misa. De hecho, estas acciones
representan la manera en que comprometemos nuestro cuerpo en la oración, que es
la Misa.
Cada postura corporal que asumimos en la Misa enfatiza y refuerza el
significado de la acción en la que estamos participando en ese momento en
nuestro culto.
Ponernos de pie es un signo de respeto y honor, así que nos ponemos de pie
cuando el celebrante, en representación de Cristo, entra y sale de la asamblea.
Desde los inicios de la Iglesia, esta postura corporal ha sido interpretada
como una postura de aquellas personas elevadas con Cristo y que están en la
búsqueda de cosas superiores.
Cuando nos ponemos de pie para la oración, asumimos nuestra estatura completa
ante Dios, no con orgullo, sino con una humilde gratitud por las cosas
maravillosas que Dios ha hecho al crearnos y redimirnos. Por medio del
Bautismo, se nos ha dado a compartir una parte de la vida de Dios y la posición
de pie es un reconocimiento de este don maravilloso.
Nos ponemos de pie para escuchar el Evangelio, la cúspide de la revelación, las
palabras y las escrituras del Señor y los obispos de los Estados Unidos han
elegido la posición de pie como la postura que se debe observar en este país
para la recepción de la Comunión, el sacramento que nos une de la manera más
profunda posible con Cristo quien, ahora gloriosamente resucitado de entre los
muertos, es la causa de nuestra salvación.
En los inicios de la Iglesia, la postura de rodillas simbolizaba la penitencia:
¡la consciencia del pecado nos derrumba!
La postura de rodillas estaba tan íntegramente identificada con la penitencia
que a los antiguos cristianos se le prohibía arrodillarse los domingos y
durante la Semana Santa, en que el espíritu prevalecedor de la liturgia era de
gozo y acción de gracias.
Durante la Edad Media, la posición de rodillas significaba que un vasallo le
rendía homenaje a su amo. Más recientemente, esta postura ha venido a
significar adoración. Es por esta razón que los obispos de este país han
elegido la posición de rodillas para que se ponga en práctica durante toda la
Plegaria Eucarística.
La posición sentada es para escuchar y meditar, de esta forma, la congregación
toma asiento durante las lecturas previas al Evangelio y puede, del mismo modo,
sentarse durante el período de meditación que le sigue a la Comunión.
Los gestos también comprometen a nuestro cuerpo en la oración. Uno de los
gestos más comunes es la Señal de la Cruz, con la que damos inicio a la Misa, y
con la que, en la forma de una bendición, ésta concluye.
Ya que debido a Su muerte en la cruz, Cristo redimió a la humanidad, nos
hacemos la señal de la cruz en nuestra frente, labios y corazones al inicio del
Evangelio. Sobre este tema, el Reverendo Padre Romano Guardini, un erudito y
profesor de liturgia, escribió lo siguiente:
Cuando nos hagamos la señal de la cruz, que ésta sea una verdadera señal de la
cruz. En lugar de un gesto menudo y apretado que no proporciona ninguna noción
acerca de su significado; hagamos, en vez, una gran señal, sin nigún apuro, que
empiece desde la frente hasta nuestro pecho, de hombro a hombro, sintiendo
conscientemente cómo incluye a todo nuestro ser, nuestra mente, nuestra
actitud, nuestro cuerpo y nuestra alma, cada una de nuestras partes en un solo
momento, cómo nos consagra y nos santifica ...(Señales Sagradas, 1927).
Sin embargo, existen otros gestos corporales que intensifican nuestra oración
en la Misa. Durante el "Yo Confieso", la acción de golpear nuestro
pecho en el momento de formular las palabras "por mi culpa" puede
fortalecernos y hacernos más conscientes de que nuestro pecado es por nuestra
culpa.
En el Credo, estamos invitados a hacer una venia en el momento de formular las
palabras que conmemoran la Encarnación: "fue concebido por obra y gracia
del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen y se hizo hombre".
Este gesto significa nuestro profundo respeto y gratitud a Cristo quien, por
medio de Dios, no dudó ningún momento en venir entre nosotros como un ser
humano y compartir nuestra condición humana para salvarnos del pecado y
restablecer nuestra amistad con Dios. Esta gratitud se expresa aún con una
mayor solemnidad durante la Fiesta de la Anunciación del Señor y en la Navidad,
en que hacemos una venia cuando escuchamos estas palabras.
Nos ponemos de pie como familia de Dios, establecida como tal por el Espíritu
de adopción. En la plenitud de ese mismo Espíritu, invocamos a Dios como Padre.
Después del Padrenuestro viene el Saludo de la Paz, gesto mediante el cual
expresamos por medio de un apretón de manos y el saludo de la paz que lo
acompaña, que estamos en paz con nosotros mismos y que no guardamos enemistad.
Este intercambio es simbólico. Compartir la paz con las personas a nuestro
alrededor representa para nosotros y para ellos la totalidad de la comunidad de
la Iglesia y de toda la humanidad.
Por último, en la nueva Instrucción General, se nos pide que hagamos una señal
de reverencia, a ser determinada por los obispos de cada país o región, antes
de recibir de pie la Comunión. Los obispos de este país han determinado que la
señal que ofreceremos antes de la Comunión será una venia, un gesto por medio
del cual expresamos nuestra reverencia y honramos a Cristo, quien viene a
nosotros como alimento espiritual.
Además de servir como un medio en la oración de los seres compuestos de cuerpo
y alma, las posturas y los gestos corporales que hacemos en la Misa cumplen
otra función muy importante. La Iglesia ve en estas posturas y gestos
corporales comunes tanto un símbolo de unidad de aquellos que han venido a
reunirse para rendir culto como un medio para afianzar dicha unidad.
No estamos libres de cambiar estas posturas de acuerdo a nuestra propia piedad,
ya que la Iglesia deja bien claro que nuestra unidad en las posturas y gestos
corporales son una expresión de nuestra participación en un Cuerpo formado por
las personas bautizadas con Cristo, nuestra cabeza.
Cuando nos ponemos de pie, cuando nos arrodillamos, cuando nos sentamos, cuando
hacemos una venia y lo mismo cuando hacemos una señal como una acción en común,
atestiguamos sin ambigüedad que somos en verdad el Cuerpo de Cristo, unidos en
el corazón, la mente y el espíritu.
Fuente: Catholic.net