Trata de la veneración con que deben
ser leídas las Sagradas Escrituras y
de la dificultad de comprenderlas las mujeres, principalmente el "Cantar
de los Cantares".
1. He notado mucho que parece que el
alma está, a lo que aquí da a entender, hablando con una persona, y pide la paz
de otra; porque dice: Béseme con el beso de su boca. Y luego parece que está
diciendo a con quien está: Mejores son tus pechos.
Esto no entiendo cómo es, y no
entenderlo me hace gran regalo; porque verdaderamente, hijas, no ha de mirar el
alma tanto, ni la hacen mirar tanto, ni la hacen tener respeto a su Dios las
cosas que acá parece podemos alcanzar con nuestros entendimientos tan bajos,
como las que en ninguna manera se pueden entender. Y así os encomiendo mucho
que, cuando leyereis algún libro y oyereis sermón o pensareis en los misterios
de nuestra sagrada fe, que lo que buenamente no pudiereis entender no os
canséis ni gastéis el pensamiento en adelgazarlo; no es para mujeres ni aun
para hombres muchas cosas.
2. Cuando el Señor quiere darlo a
entender, Su Majestad lo hace sin trabajo nuestro. A mujeres digo esto, y a los
hombres que no han de sustentar con sus letras la verdad; que a los que el
Señor tiene para declarárnoslas a nosotras, ya se entiende que lo han de
trabajar y lo que en ello ganan. Mas nosotras con llaneza tomar lo que el Señor
nos diere; y lo que no, no nos cansar, sino alegrarnos de considerar qué tan
gran Dios y Señor tenemos que una palabra suya tendrá en sí mil misterios, y
así su principio no entendemos nosotras.
Así, si estuviera en latín o en
hebraico o en griego, no era maravilla; mas en nuestro romance ¡qué de cosas
hay en los salmos del glorioso rey David, que cuando nos declaran el romance
solo, tan oscuro nos queda como el latín! Así que siempre os guardad de gastar
el pensamiento con estas cosas ni cansaros, que mujeres no han menester más que
para su entendimiento bastare. Con esto las hará Dios merced. Cuando Su
Majestad quisiere dárnoslo, sin cuidado ni trabajo nuestro lo hallaremos
sabido; en lo demás, humillarnos y como he dicho alegrarnos de que tengamos
tal Señor, que aun palabras suyas, dichas en romance nuestro no se pueden
entender.
3. Pareceros ha que hay algunas en
estos Cánticos (1) que se pudieran decir por otro estilo. Según es nuestra
torpeza, no me espantaría. He oído a algunas personas decir, que antes huían de
oírlas. ¡Oh, válgame Dios, qué gran miseria es la nuestra! Que como las cosas
ponzoñosas, que cuanto comen se vuelve en ponzoña, así nos acaece, que de
mercedes tan grandes como aquí nos hace el Señor en dar a entender lo que tiene
el alma que le ama y animarla para que pueda hablar y regalarse con Su
Majestad, hemos de sacar miedos y dar sentidos conforme al poco sentido del
amor de Dios que se tiene.
4. ¡Oh Señor mío, que de todos los
bienes que nos hicisteis, nos aprovechamos mal! Vuestra Majestad buscando modos
y maneras e invenciones para mostrar el amor que nos tenéis; nosotros, como mal
experimentados en amaros a Vos, tenémoslo en tan poco, que de mal ejercitados
en esto vanse los pensamientos adonde están siempre y dejan de pensar los
grandes misterios que este lenguaje encierra en sí, dicho por el Espíritu
Santo. ¿Qué más era menester para encendernos en amor suyo, y pensar que tomó
este estilo no sin gran causa?
5. Por cierto que me acuerdo oír a un
religioso un sermón harto admirable, y fue lo más de él declarando de estos
regalos que la Esposa trataba con Dios; y hubo tanta risa y fue tan mal tomado
lo que dijo, porque hablaba de amor (siendo sermón del Mandato, (2) que es para
no tratar otra cosa), que yo estaba espantada. Y veo claro que es lo que yo
tengo dicho, ejercitarnos tan mal en el amor de Dios, que no nos parece posible
tratar un alma así con Dios.
Mas algunas personas conozco yo, que así como
estotras no sacaban bien porque, cierto, no lo entendían, ni creo pensaban
sino ser dicho de su cabeza, estotras han sacado tan gran bien, tanto regalo,
tan gran seguridad de temores, que tenían que hacer particulares alabanzas a
nuestro Señor muchas veces, que dejó remedio saludable para las almas que con
hirviente amor le aman, que entiendan y vean que es posible humillarse Dios a
tanto; que no bastaba su experiencia para dejar de temer cuando el Señor les
hacía grandes regalos. Ven aquí pintada su seguridad.
6. Y sé de alguna que estuvo hartos
años con muchos temores, y no hubo cosa que la haya asegurado, sino que fue el
Señor servido oyese algunas cosas de los Cánticos, y en ellas entendió ir bien
guiada su alma (3). Porque, como he dicho, conoció que es posible pasar el alma
enamorada por su Esposo todos esos regalos y desmayos y muertes y aflicciones y
deleites y gozos con El, después que ha dejado todos los del mundo por su amor
y está del todo puesta y dejada en sus manos. Esto no de palabra como acaece
en algunos, sino con toda verdad, confirmada por obras.
¡Oh hijas mías, que es Dios muy buen
pagador, y tenéis un Señor y un Esposo que no se le pasa nada sin que lo
entienda y lo vea! Y así, aunque sean cosas muy pequeñas, no dejéis de hacer
por su amor lo que pudiereis. Su Majestad las pagará; no mirará sino el amor
con que las hiciereis.
7. Pues concluyo en esto: que jamás en
cosa que no entendáis de la Sagrada Escritura, ni de los misterios de nuestra
fe, os detengáis más de como he dicho, ni de palabras encarecidas que en ella
oigáis que pasa Dios con el alma, no os espantéis. El amor que nos tuvo y tiene
me espanta a mí más y me desatina, siendo los que somos; que teniéndole, ya
entiendo que no hay encarecimiento de palabras con que nos le muestre, que no
le haya mostrado más con obras; sino, cuando lleguéis aquí, por amor de mí os
ruego que os detengáis un poco pensando en lo que nos ha mostrado y lo que ha
hecho por nosotras, viendo claro que amor tan poderoso y fuerte que tanto le
hizo padecer ¿con qué palabras se pueda mostrar que nos espanten?
8. Pues tornando a lo que comencé a
decir (4), grandes cosas debe haber y misterios en estas palabras, pues cosa de
tanto valor, que me han dicho letrados (rogándoles yo que me declaren lo que
quiere decir el Espíritu Santo y el verdadero sentido de ellos), dicen que los
doctores escribieron muchas exposiciones y que aun no acaban de darle (5).
Parecerá demasiada soberbia la mía, siendo esto así, quereros yo declarar algo;
y no es mi intento, por poco humilde que soy, pensar que atinaré a la verdad. Lo
que pretendo es, que así como yo me regalo en lo que el Señor me da a entender
cuando algo de ellos oigo, que decíroslo por ventura os consolará como a mí.
Y
si no fuere a propósito de lo que quiere decir, tómolo yo a mi propósito; que
no saliendo de lo que tiene la Iglesia y los santos (que para esto, primero lo
examinarán bien letrados que lo entiendan, que los veáis vosotras), licencia
nos da el Señor a lo que pienso, como nos la da para que pensando en la
sagrada Pasión, pensemos muchas más cosas de fatigas y tormentos que allí debía
de padecer el Señor, de que los evangelistas escriben. Y no yendo con
curiosidad, como dije al principio, sino tomando lo que Su Majestad nos diere a
entender, tengo por cierto no le pesa que nos consolemos y deleitemos en sus
palabras y obras, como se holgaría y gustaría el rey si a un pastorcillo amase
y le cayese en gracia y le viese embobado mirando el brocado y pensando qué es
aquello y cómo se hizo. Que tampoco no hemos de quedar las mujeres tan fuera de
gozar las riquezas del Señor. De disputarlas y enseñarlas, pareciéndoles
aciertan, sin que lo muestren a letrados, esto sí.
Así que ni yo pienso acertar
en lo que escribo (bien lo sabe el Señor), sino, como este pastorcillo que he
dicho, consuélame, como a hijas mías, deciros mis meditaciones y serán con
hartas boberías; y así comienzo, con el favor de este divino Rey mío y con
licencia del que me confiesa. Plega a El, que como ha querido atine en otras
cosas que os he dicho (6) (o Su Majestad por mí quizá por ser para vosotras),
atine en éstas; y si no, doy por bien empleado el tiempo que ocupare en
escribir y tratar con mi pensamiento tan divina materia que no la merecía yo
oír.
9. Paréceme a mí, en esto que dice al
principio, habla con tercera persona, y es la misma: que da a entender que hay
en Cristo dos naturalezas, una divina y otra humana. En esto no me detengo,
porque mi intento es hablar en lo que me parece podemos aprovecharnos las que
tratamos de oración; aunque todo aprovecha para animar y admirar un alma que
con ardiente deseo ama al Señor. Bien sabe Su Majestad que, aunque algunas
veces he oído exposición de algunas palabras de éstas y me la han dicho
pidiéndolo yo, son pocas, que poco ni mucho no se me acuerda, porque tengo muy
mala memoria; y así no podré decir sino lo que el Señor me enseñare, y fuere a
mi propósito, y de este principio jamás he oído cosa que me acuerde.
Béseme con beso de su
boca.
10. ¡Oh Señor mío y Dios mío, y qué
palabra ésta, para que la diga un gusano a su Criador! ¡Bendito seáis Vos,
Señor, que por tantas maneras nos habéis enseñado! Mas ¿quién osara, Rey mío,
decir esta palabra, si no fuera con vuestra licencia? Es cosa que espanta, y
así espantará decir yo que la diga nadie. Dirán que soy una necia, que no
quiere decir esto, que tiene muchas significaciones, que está claro que no
habíamos de decir esta palabra a Dios, que por eso es bien estas cosas no las
lean gente simple. Yo lo confieso, que tiene muchos entendimientos: (7) mas el
alma que está abrasada de amor que la desatina, no quiere ninguno, sino decir
estas palabras. Sí, que no se lo quita el Señor.
¡Válgame Dios! ¿Qué nos espanta? ¿No es
de admirar más la obra? ¿No nos llegamos al Santísimo Sacramento? Y aun pensaba
yo si pedía la Esposa esta merced que Cristo después nos hizo. También he
pensado si pedía aquel ayuntamiento tan grande, como fue hacerse Dios hombre,
aquella amistad que hizo con el género humano; porque claro está que el beso es
señal de paz y amistad grande entre dos personas. Cuántas maneras hay de paz,
el Señor ayude a que lo entendamos.
11. Una cosa quiero decir antes que
vaya adelante, y a mi parecer, de notar, aunque viniera mejor a otro tiempo,
mas para que no se nos olvide: que tengo por cierto habrá muchas personas que
se llegan al Santísimo Sacramento (y plega al Señor yo mienta) con pecados
mortales graves; y si oyesen a un alma muerta por amor de su Dios decir estas
palabras, se espantarían y lo tendrían por gran atrevimiento. Al menos estoy yo
segura que no la dirán ellos, porque estas palabras y otras semejantes que
están en los Cantares, dícelas el amor; y como no le tienen, bien pueden leer
los Cantares cada día y no se ejercitar en ellas, ni aun las osarán tomar en la
boca; que verdaderamente aun oírlas hace temor, porque traen gran majestad consigo.
Harta traéis Vos, Señor mío, en el Santísimo Sacramento; sino, como no tienen
fe viva, sino muerta, estos tales ven os tan humilde bajo especies de pan, no
les habláis nada, porque no lo merecen ellos oír, y así se atreven tanto.
12. Así que estas palabras
verdaderamente pondrían temor en sí si estuviesen en sí quien las dice, tomada
sola la letra; mas a quien vuestro amor, Señor, ha sacado de sí, bien
perdonaréis diga eso y más, aunque sea atrevimiento. Y, Señor mío, si significa
paz y amistad, ¿por qué no os pedirán las almas la tengáis con ellas? ¿Qué
mejor cosa podemos pedir que lo que yo os pido, Señor mío, que me deis esta paz
con beso de vuestra boca? Esta, hijas, es altísima petición, como después os
diré (8).
NOTAS AL CAPÍTULO 1
1 Cánticos: el Cantar de los Cantares.
2 Sermón del Mandato: el de Jueves Santo, sobre el
precepto del amor: "mandatum novum" (Jn 13, 34).
3 Ella misma. Sigue una hermosa confidencia
autobiográfica. - Como he dicho: en el n. 5.
4 Lo que comencé a decir: n. 1.
5 No acaban de darle el sentido genuino. - Alude a
la variedad de interpretaciones clásicas de este libro bíblico.
6 Alusión al Camino y quizá a Vida y otros escritos
suyos.
7 Tiene muchos "entendimientos": sentidos.
8 En el c. 2, n. 16.
Fuente: Mercaba
