Prosigue en la oración de unión y dice
las riquezas que adquiere el alma en ella por mediación del Espíritu Santo, y
lo determinada que está a padecer trabajos por el amado.
1. Ahora preguntemos a la Esposa;
sepamos de esta bendita alma, llegada a esta boca divina y sustentada con estos
pechos celestiales, para que sepamos, si el Señor nos llega alguna vez a tan
gran merced, qué hemos de hacer o cómo hemos de estar, qué hemos de decir.
Lo que nos dice es: Asentéme a la sombra de aquel a quien
había deseado y su fruto es dulce para mi garganta. Metióme el Rey en la bodega
del vino y ordenó en mí la caridad (1). Dice: Asentéme en la sombra del que había deseado.
2. ¡Válgame Dios, qué metida está el alma y abrasada en el
mismo sol! Dice que se sentó a la sombra del que había deseado.
3. Ahora notad que, por la mayor parte y casi siempre (si no
es alguna persona que quiere nuestro Señor hacer un señalado llamamiento, como
hizo a San Pablo, que lo puso luego en la cumbre de la contemplación y se le
apareció y habló de manera que quedó bien ensalzado desde luego) (4), da Dios
estos regalos tan subidos y hace mercedes tan grandes a personas que han mucho
trabajado en su servicio y deseado su amor y procurado disponerse para que sean
agradables a Su Majestad todas sus cosas.
Ya cansadas de grandes años de
meditación y de haber buscado este Esposo, y cansadísimas de las cosas del
mundo, asiéntanse en la verdad, no buscan en otra parte su consuelo ni sosiego
ni descanso, sino adonde entienden que con verdad le pueden tener; pónense
debajo del amparo del Señor; no quieren otro. Y ¡cuán bien hacen de fiar de Su
Majestad, que así como lo han deseado lo cumplen! Y ¡cuán venturosa es el alma
que merece de estar debajo de esta sombra, aun para cosas que se pueden acá
ver! Que para lo que el alma sola puede entender, es otra cosa, según he entendido
muchas veces.
4. Parece que estando el alma en el deleite que queda dicho,
que se siente estar toda engolfada y amparada con una sombra y manera de nube
de la Divinidad, de donde vienen influencias al alma y rocío tan deleitoso, que
bien con razón quitan el cansancio que le han dado las cosas del mundo. Una
manera de descanso siente allí el alma, que aun la cansa haber de resolgar; y
las potencias tan sosegadas y quietas, que aun pensamiento, aunque sea bueno,
no querría entonces admitir la voluntad ni le admite por vía de inquirirle ni
procurarle. No ha menester menear la mano, ni levantarse, digo la
consideración, para nada; porque cortado y guisado, y aun comido, le da el
Señor de la fruta del manzano a que ella compara a su amado, y así dice, que su
fruto es dulce para su garganta.
Porque aquí todo es gustar sin ningún trabajo
de las potencias, y en esta sombra de la divinidad (que bien dice sombra,
porque con claridad no la podemos acá ver), sino debajo de esta nube está aquel
sol resplandeciente y envía por medio del amor una noticia de que se está tan
junto Su Majestad, que no se puede decir ni es posible. Sé yo que quien hubiere
pasado por ello, entenderá cuan verdaderamente se puede dar aquí este sentido a
estas palabras que dice la Esposa (5).
5. Paréceme a mí que el Espíritu Santo debe ser medianero
entre el alma y Dios y el que la mueve con tan ardientes deseos, que la hace
encender en fuego soberano, que tan cerca está. ¡Oh Señor, qué son aquí las
misericordias que usáis con el alma! Seáis bendito y alabado por siempre, que
tan buen amador sois. ¡Oh Dios mío y criador mío! ¿Es posible que hay nadie que
no os ame? ¡Oh, triste de mí, y cómo soy yo la que mucho tiempo no os amé,
porque no merecí conoceros! ¡Cómo baja sus ramas este divino manzano, para que
unas veces las coja el alma considerando sus grandezas y las muchedumbres de
sus misericordias que ha usado con ella y que vea y goce del fruto que sacó
Jesucristo Señor nuestro de su Pasión, regando este árbol con su sangre
preciosa con tan admirable amor!
Antes de ahora, dice el alma que goza del mantenimiento de
sus pechos divinos; como principiante en recibir estas mercedes, la sustentaba
el Esposo. Ahora va ya más crecida, y vala más habilitando para darle más.
Mantiénela con manzanas (6), quiere que vaya entendiendo lo que está obligada a
servir y a padecer. Y aun no se contenta con todo esto. ¡Cosa maravillosa y de
mirar mucho!: de que el Señor entiende que un alma es toda suya (7), sin otro
interés ni otras cosas que la muevan por sola ella, sino por quien es su Dios y
por el amor que tiene, cómo nunca cesa de comunicarse con ella, de tantas
maneras y modos como quien es la misma Sabiduría.
6. Parecía que no había más que dar en la primera paz, y es
esto que queda dicho muy más subida merced; (8) queda mal dicho, porque no es
sino apuntarlo. En el libro que os he dicho, hijas, lo hallaréis con mucha
claridad, si el Señor es servido que salga a luz (9).
¿Pues qué podremos ya desear más de esto que ahora se ha
dicho? ¡Oh, válgame Dios, y qué nonada son nuestros deseos para llegar a
vuestras grandezas, Señor! ¡Qué bajos quedaríamos, si conforme a nuestro pedir
fuese vuestro dar!
Ahora miremos lo que dijo adelante de esto la Esposa.
NOTAS AL CAPÍTULO 5
1 Cant.
2, 3-4.
2 Alusión
a Sb 16, 20.
3 Lc 1,
35.
4 Hc 9,
3-11. - En la frase siguiente: el ms. de Alba da súbditos en vez de subidos.
5
Corregimos este número por el ms. de Baeza.
6 Alusión
a Cant. 2, 5.
7 El ms.
de Alba repite: suya suya.
8orregimos
este n. por el ms. de Baeza.
9 Alude
probablemente a la Vida, o quizás al Camino, a los que ya remitió en el c. 4,
n. 1. Cf. varias otras alusiones: c. 1, n. 8; c. 2, nn. 17 y 29.
Fuente: Mercaba