SANTA TERESA: "LOS CONCEPTOS DEL AMOR DE DIOS" (Capítulo 2)

Trata de nueve maneras de falsa paz que ofrecen al alma el mundo, la carne y el demonio. Declara la santidad del estado religioso, que conduce a la paz verdadera, deseada por la esposa en los "Cantares" (1).

1. Dios os libre de muchas maneras de paz que tienen los mundanos; nunca Dios nos la deje probar, que es para guerra perpetua. Cuando uno de los del mundo anda muy quieto, andando metido en grandes pecados y tan sosegado en sus vicios que en nada le remuerde la conciencia, esta paz ya habéis leído que es señal que el demonio y él están amigos: mientras viven, no les quiere dar guerra, porque según son malos, por huir de ella y no por amor de Dios, se tornarían algo a El. Mas los que van por aquí, nunca duran en servirle. 

Luego, como el demonio lo entiende, tórnales a dar gusto a su placer y tórnanse a su amistad, hasta que los tiene adonde les da a entender cuán falsa era su paz. En éstos no hay que hablar; allá se lo hayan, que yo espero en el Señor no se hallará entre vosotras tanto mal; aunque podía el demonio comenzar por otra paz en cosas pocas, y siempre, hijas, mientras vivimos nos hemos de temer.


2. Cuando la religiosa comienza a relajarse en unas cosas que en sí parecen poco, y perseverando en ellas mucho y no les remordiendo la conciencia, es mala paz, y de aquí puede el demonio traerla a mil males; (2) así como es un quebrantamiento de constitución, que en sí no es pecado, o no andar con cuidado en lo que manda el prelado, aunque no con malicia; en fin, está en lugar de Dios, y es bien siempre ­que a eso venimos­ andar mirando lo que quiere; cosillas muchas que se ofrecen, que en sí no parecen pecado y, en fin, hay faltas y halas de haber, que somos miserables. No digo yo que no. 

Lo que digo es que sientan cuando se hacen, y entiendan que faltaron; porque si no ­como digo­ de éste se puede el demonio alegrar, y poco a poco ir haciendo insensible al alma de estas cosillas. Yo os digo, hijas, que cuando esto llegare a alcanzar, que no tenga poco, porque temo pasará adelante. Por eso miraos mucho, por amor de Dios; guerra ha de haber en esta vida (3), porque con tantos enemigos no es posible dejarnos estar mano sobre mano, sino que siempre ha de haber cuidado y traerle de cómo andamos en lo interior y exterior.

3. Yo os digo que ya que en la oración os haga el Señor mercedes y os dé lo que después diré (4), que salidas de allí no os falten mil tropiecillos, mil ocasioncillas, quebrantar con descuido lo uno, no hacer bien lo otro, turbaciones interiores y tentaciones. No digo que ha de ser esto siempre o muy ordinario. Es grandísima merced del Señor: así se adelanta el alma. No es posible ser aquí ángeles, que no es nuestra naturaleza. Es así que no me turba alma cuando la veo con grandísimas tentaciones; que, si hay amor y temor de nuestro Señor, ha de salir con mucha ganancia. Yo lo sé. 

Y si la veo andar siempre quieta y sin ninguna guerra (que he topado algunas), aunque la vea no ofender al Señor, siempre me traen con miedo, nunca acabo de asegurarme y probarlas y tentarlas yo, si puedo, ya que no lo hace el demonio, para que vean lo que son. Pocas he topado; mas es posible ya que el Señor llega a un alma a mucha contemplación.

4. Son modos de proceder, y estánse en un contento ordinario e interior, aunque tengo para mí que no se entienden y apurado lo veo, que algunas veces tienen sus guerrillas, sino que son pocas. Mas es así que no he envidia a estas almas y que lo he mirado con aviso, y veo que se adelantan mucho más las que andan con la guerra dicha ­sin tener tanta oración­ en las cosas de perfección, que acá podemos entender. Dejemos almas que están ya tan aprovechadas y tan mortificadas, después de haber pasado por muchos años esta guerra; como ya muertas al mundo, las da nuestro Señor ordinariamente paz, mas no de manera que no sientan la falta que hacen y les dé mucha pena.

5. Así que, hijas, por muchos caminos lleva el Señor; mas siempre os temed, como he dicho (5), cuando no os doliere algo la falta que hiciereis; que de pecado, aunque sea venial, ya se entiende os ha de llegar al alma, como ­gloria a Dios­ creo y veo lo sentís ahora.

Notad una cosa, y esto se os acuerde por amor de mí: si una persona está viva, poquito que la lleguen con un alfiler ¿no lo siente, o una espinita, por pequeñita que sea? Pues si el alma no está muerta, sino que tiene vivo un amor de Dios, ¿no es merced grande suya que cualquiera cosita que se haga contra lo que hemos profesado y estamos obligadas, se sienta? ¡Oh, que es un hacer la cama Su Majestad de rosas y flores para Sí en el alma (6), a quien da este cuidado, y es imposible dejarse de venir a regalarla a ella, aunque tarde! Válgame Dios, ¿qué hacemos los religiosos en el monasterio?, ¿a qué dejamos el mundo?, ¿a qué venimos?, ¿en qué mejor nos podemos emplear que hacer aposentos en nuestras almas a nuestro Esposo y llegar a tiempo que le podamos decir que nos dé beso con su boca? Venturosa será la que tal petición hiciere, y cuando venga el Señor, no halle su lámpara muerta, y de harto de llamar se torne (7). ¡Oh hijas mías, que tenemos gran estado, que no hay quien nos quite decir esta palabra a nuestro Esposo, pues le tomamos por tal cuando hicimos profesión sino, nosotras mismas!

6. Entiéndanme las almas de las que fueren escrupulosas, que no hablo por alguna falta alguna vez, o faltas, que no todas se pueden entender, ni aun sentir siempre; sino con quien las hace muy ordinarias, sin hacer caso, pareciéndole nonada, y no la remuerde ni procura enmendarse. De ésta torno a decir que es peligrosa paz y que estéis advertidas de ella. Pues ¿qué será de los que la tienen en mucha relajación de su Regla? No plega a Dios haya ninguna. De muchas maneras la debe dar el demonio, que lo permite Dios por nuestros pecados. No hay que tratar de esto; esto poquito os he querido advertir. Vamos a la amistad y paz que nos comienza a mostrar el Señor en la oración, y diré lo que Su Majestad me diere a entender.

7. Después me ha parecido será bien deciros un poquito de la paz que da el mundo y nos da nuestra misma sensualidad; porque aunque esté en muchas partes mejor escrito que yo lo diré, quizá no tendréis con qué comprar los libros, que sois pobres, ni quién os haga limosna de ellos; y esto estáse en casa y vese aquí junto.

Podríanse engañar en la paz que da el mundo por muchas maneras. De algunas que diga, sacaréis las demás: [8] o con riquezas, que si tienen bien lo que han menester y muchos dineros en el arca, como se guarden de hacer pecados graves, todo les parece está hecho. Gózanse de lo que tienen, dan una limosna de cuando en cuando; no miran que aquellos bienes no son suyos, sino que se los dio el Señor como a mayordomos suyos, para que partan a los pobres, y que les han de dar estrecha cuenta del tiempo que lo tienen sobrado en el arca, suspendido y entretenido a los pobres, si ellos están padeciendo. Esto no nos hace al caso más de para que supliquéis al Señor les dé luz no se estén en este embebecimiento y les acaezca lo que al rico avariento (8), y para que alabéis a Su Majestad que os hizo pobres y lo toméis por particular merced suya.

9. ¡Oh hijas mías, qué gran descanso no tener estas cargas, aun para descansar acá!; que para el día del fin, no le podéis imaginar. Son esclavos éstos, y vosotras señoras; aun por esto lo veréis. ¿Quién tiene más descanso, un caballero que le ponen en la mesa cuanto ha de comer y le dan todo lo que ha de vestir, o su mayordomo que le ha de dar cuenta de un solo maravedí? Estotro gasta sin tasa, como bienes suyos; el pobre mayordomo es el que lo pasa, y mientras más hacienda, más, que ha de estar desvelándose cuando se ha de dar la cuenta; en especial, si es de muchos años y se descuidan un poco, es el alcance mucho; no sé cómo se sosiega.

No paséis por esto, hijas, sin alabar mucho a nuestro Señor, y siempre ir adelante en lo que ahora hacéis en no poseer nada en particular ninguna, que sin cuidado comemos lo que nos envía el Señor, y como lo tiene Su Majestad que no nos falte nada, no tenemos que dar cuenta de lo que nos sobra. Su Majestad tiene cuenta, que no sea cosa que nos le ponga de repartirlo (9).

10. Lo que es menester, hijas, es contentarnos con poco, que no hemos de querer tanto como los que dan estrecha cuenta, como la ha de dar cualquier rico, aunque no la tenga él acá, sino que la tengan sus mayordomos. ¡Y cuán estrecha! Si lo entendiese, no comería con tanto contento ni se daría a gastar lo que tiene en cosas impertinentes y de vanidad. Así vosotras, hijas; siempre mirad con lo más pobre que pudiereis pasar, así de vestidos como de manjares, porque si no, hallaros heis engañadas, que no os lo dará Dios, y estaréis descontentas. Siempre procurad servir a Su Majestad de manera que no comáis lo que es de los pobres, sin servirlo; aunque mal se puede servir el sosiego y descanso que os da el Señor en no tener cuenta de dar cuenta de riquezas. Bien sé que lo entendéis, mas es menester que por ellos deis a tiempo gracias particulares a Su Majestad.

11. De la paz que da el mundo en honras, no tengo para qué os decir nada, que pobres nunca son muy honrados (10). En lo que os puede hacer daño grande, si no tenéis aviso, en las alabanzas; que nunca acaba de que comienza, para después abajaros más. Es lo más ordinario en decir que sois unas santas, con palabras tan encarecidas que parece los enseña el demonio. Y así debe ser a veces, porque si lo dijesen en ausencia, pasaría; mas en presencia, ¿qué fruto puede traer, sino daño, si no andáis con mucho aviso?

12. Por amor de Dios os pido, que nunca os pacifiquéis en estas palabras, que poco a poco os podrían hacer daño y creer que dicen verdad, o en pensar que ya es todo hecho y que lo habéis trabajado. Vosotras nunca dejéis pasar palabra sin moveros guerra en vuestro interior, que con facilidad se hace, si tenéis costumbre. Acordaos cuál paró el mundo a Cristo nuestro Señor, y qué ensalzado le había tenido el día de Ramos. Mirad en la estima que ponía a San Juan Bautista, que le querían tener por el mesías y en cuánto y por qué le descabezaron.

13. Jamás el mundo ensalza sino para abajar, si son hijos de Dios los ensalzados. Yo tengo harta experiencia de esto. Solía afligirme mucho de ver tanta ceguedad en estas alabanzas y ya me río como si viese hablar un loco Acordaos de vuestros pecados, y puesto que en alguna cosa os digan verdad, advertid que no es vuestro y que estáis obligados a servir más. Despertad temor en vuestra alma, para que no se sosiegue en ese beso de tan falsa paz que da el mundo. 

Creed que es la de Judas; aunque algunos no lo digan con esa intención, el demonio está mirando, que podrá llevar despojo, si no os defendéis. Creed que es menester aquí estar con la espada en la mano de la consideración; aunque os parezca no os hace daño, no os fiéis de eso. Acordaos cuántos estuvieron en la cumbre y están en el profundo. No hay seguridad mientras vivimos, sino que, por amor de Dios, hermanas, siempre salgáis con guerra interior de estas alabanzas; porque así saldréis con ganancia de humildad, y el demonio que está a la mira de vos, y el mundo, quedará corrido.

14. De la paz y daño que con ella nos puede hacer nuestra misma carne, había mucho que decir. Advertiros he algunos puntos, y por ahí, como he dicho (11), sacaréis lo demás. Es muy amiga de regalo, ya lo veis, y harto peligroso pacificarse con ellos, si lo entendiésemos. Yo lo pienso muchas veces y no puedo acabar de entender cómo hay tanto sosiego y paz en las personas muy regaladas. ¿Por ventura merece el cuerpo sacratísimo de nuestro dechado y luz menos regalo que los nuestros? ¿Había hecho por qué padecer tantos trabajos? ¿Hemos leído de santos ­que son los que ya sabemos que están en el cielo, cierto­ tener vida regalada? ¿De dónde viene este sosiego en ella? ¿Quién nos ha dicho que es buena? ¿Qué es esto, que tan sosegadamente se pasan los días con comer bien y dormir y buscar recreaciones y todos los descansos que pueden algunas personas, que me quedo boba de mirarlo? No parece ha de haber otro mundo, y que en aquello hay el menor peligro de él.

15. ¡Oh hijas, si supieseis el grande mal que aquí está encerrado! El cuerpo engorda, el alma enflaquece; que si la viésemos, parece que va ya a expirar. En muchas partes veréis escrito el gran mal que hay pacificarse en esto, que aun si entendiesen que es malo, tendríamos esperanza de remedio; mas temo no les pasa por pensamiento. Como se usa tanto, no me espanto. Yo os digo que aunque en esto su carne sosiega, que por mil partes tengan la guerra si se han de salvar, y valdríales más entenderse y tomar la penitencia poco a poco, que les ha de venir por junto. Esto he dicho para que alabéis mucho a Dios, hijas, de estar donde aunque vuestra carne quiera pacificarse en esto, no puede. 

Podría dañaros disimuladamente, que es con color de enfermedad, y habéis menester traer mucho aviso en esto: que un día os hará mal tomar disciplina, y de aquí a ocho días por ventura no; y otra vez no traer lienzo y, por algunos días, no lo habéis de tomar para continuo; y otra comer pescado, y si se acostumbra, hácese el estómago a ello, y no le hace mal. Pareceros ha que tenéis tanta flaqueza que no podéis pasar sin comer carne, y con no ayunar algún día basta para esa flaqueza (12). De todo esto y mucho más tengo experiencia, y no se entiende que va mucho en hacer estas cosas, aunque no haya mucha necesidad de ellas. Lo que digo es que no nos soseguemos en lo que es relajar, sino que nos probemos algunas veces; porque yo sé que esta carne es muy falsa y que es menester entenderla. El Señor nos dé luz para todo por su bondad. Gran cosa es la discreción y fiar de los superiores y no de nosotras.

16. Tornando al propósito (13), señal es que pues la Esposa señala la paz que pide diciendo: Béseme con beso de su boca, que otras maneras de hacer paces y mostrar amistad tiene el Señor. Quiéroos decir ahora algunas, para que veáis qué petición es ésta tan alta, y de la diferencia que hay de lo uno a lo otro.

¡Oh gran Dios y Señor nuestro, qué sabiduría tan profunda! Bien pudiera decir la Esposa: Béseme, y parece concluía su petición en menos palabras. ¿Por qué señala con beso de su boca? Pues a buen seguro que no hay letra demasiada. El porqué, yo no lo entiendo, mas diré algo sobre esto. Poco va que no sea a este propósito, como he dicho (14), si de ello nos aprovechamos. Así que de muchas maneras trata paz el Rey nuestro y amistad con las almas, como vemos cada día, así en la oración como fuera de ella; sino que nosotras la tenemos con Su Majestad de pelillo, como dicen (15). Miraréis, hijas, en qué está el punto para que podáis pedir lo que la Esposa, si el Señor os llegare a él; si no, no desmayéis, que con cualquier amistad que tengáis con Dios quedáis harto ricas, si no falta por vosotras. Mas para lastimar es y dolernos mucho los que por nuestra culpa no llegamos a esta tan excelente amistad y nos contentamos con poco.

17. ¡Oh Señor!, ¿no nos acordaríamos que es mucho el premio y sin fin, y que llegadas ya a tanta amistad, acá nos le da el Señor, y que muchos se quedan al pie del monte que pudieran subir a la cumbre? En otras cosillas que os he escrito (16), os he dicho esto muchas veces, y ahora os lo torno a decir y rogar, que siempre vuestros pensamientos vayan animosos, que de aquí vendrán a que el Señor os dé gracia para que lo sean las obras. Creed que va mucho en esto, pues hay unas personas que han ya alcanzado la amistad del Señor, porque confesaron bien sus pecados y se arrepintieron, mas no pasan dos días que se tornan a ellos. A buen seguro que no es ésta la amistad que pide la Esposa. Siempre, oh hijas, procurad no ir al confesor cada vez a decir una falta (17).

18. Verdad es que no podemos estar sin ellas; mas siquiera múdense, porque no echen raíces, que serán más malas de arrancar, y aun podrán venir de ella a nacer otras muchas. Que si una hierba o arbolillo ponemos y cada día le regamos, cuál se para tan grande, que para arrancarles después es menester pala y azadón. Así me parece es hacer cada día una falta, por pequeña que sea, si no nos enmendamos de ella; y si un día o diez se pone, y se arranca luego, es fácil. En la oración lo habéis de pedir al Señor, que de nosotras poco podemos, antes añadiremos que se quitarán. Mirad que en aquel espantoso juicio de la hora de la muerte no se nos hará poco, en especial a las que tomó por esposas el Juez en esta vida.

19. ¡Oh gran dignidad, digna de despertarnos para andar con diligencia a contentar este Señor y Rey nuestro! Mas ¡qué mal pagan estas personas la amistad, pues tan presto se tornan enemigos mortales! Por cierto, que es grande la misericordia de Dios: ¿qué amigo hallaremos tan sufrido? Y aun una vez que acaezca esto entre dos amigos, nunca se quita de la memoria ni acaban a tener tan fiel amistad como antes. Pues, ¿qué de veces serán las que faltan en la de nuestro Señor de esta manera y qué de años nos espera de esta suerte? Bendito seáis Vos, Señor Dios mío, que con tanta piedad nos lleváis que parece olvidáis vuestra grandeza para no castigar, como sería razón, traición tan traidora como ésta. Peligroso estado me parece, porque aunque la misericordia de Dios es la que vemos, también vemos muchas veces morirse en él sin confesión. Líbrenos Su Majestad por quien El es, hijas, de estar en estado tan peligroso.

20. Hay otra amistad, mayor que ésta, de personas que se guardan de ofender al Señor mortalmente; harto han alcanzado los que han llegado aquí, según está el mundo. Estas personas, aunque se guardan de no pecar mortalmente, no dejan de caer de cuando en cuando, a lo que creo; porque no se les da nada de pecados veniales, aunque hagan muchos al día, y así están bien cerca de los mortales. Dicen: "¿de esto hacéis caso?"; muchos que he yo oído: "para eso hay agua bendita, y los remedios que tiene la Iglesia, madre nuestra", cosa por cierto para lastimar mucho. Por amor de Dios, que tengáis en esto gran aviso de nunca os descuidar hacer pecado venial, por pequeño que sea, con acordaros hay este remedio, porque no es razón el bien nos sea ocasión de hacer mal. Acordaros, después de hecho, este remedio y procurarlo luego, esto sí.

21. Es muy gran cosa traer siempre la conciencia tan limpia que ninguna cosa os estorbe a pedir a nuestro Señor la perfecta amistad que pide la Esposa. Al menos no es ésta que queda dicha; es amistad bien sospechosa por muchas razones; (18) y llegada a regalos y aparejada para mucha tibieza, y ni bien sabrán si es pecado venial o mortal el que hacen. Dios os libre de ella; porque con parecerles no tienen cosas de pecados grandes, como ven a otros, parece se aseguran y éste no es estado de perfecta humildad juzgarlos por muy ruines. Podrá ser sean muy mejores, porque lloran su pecado, y con gran arrepentimiento, y por ventura mejor propósito que ellos, que darán en nunca ofender a Dios, en poco ni en mucho. Estos otros, con parecerles no hacen ninguna cosa de aquellas, toman más anchura para sus contentos; éstos por la mayor parte tendrán sus oraciones vocales, no muy bien rezadas, porque no lo llevan por tan delgado.

22. Hay otra manera de amistad y paz, que comienza a dar nuestro Señor a unas personas que totalmente no le querrían ofender en nada; aunque no se apartan tanto de las ocasiones, tienen sus ratos de oración, dales nuestro Señor ternuras y lágrimas, mas no querrían ellas dejar los contentos de esta vida, sino tenerla buena y concertada, que parece para vivir acá con descanso les está bien aquello. Esta vida trae consigo hartas mudanzas. Harto será si duran en la virtud. Porque no apartándose de los contentos y gustos del mundo, presto tornarán a aflojar en el camino del Señor, que hay grandes enemigos para defendérnosle. No es ésta, hijas, la amistad que quiere la Esposa tampoco, ni vosotras la queráis. Apartaos siempre de cualquier ocasioncita, por pequeña que sea, si queréis que vaya creciendo el alma y vivir con seguridad.

23. No sé para qué os voy diciendo estas cosas si no es para que entendáis los peligros que hay en no desviarnos con determinación de las cosas del mundo todas, porque ahorraríamos de hartas culpas y de hartos trabajos. Son tantas las vías por donde comienza nuestro Señor a tratar amistad con las almas, que sería nunca acabar ­me parece­ las que yo he entendido, con ser mujer, ¿qué harán los confesores y personas que las tratan más particularmente? Y así que algunas me desatinan, porque no parece les falta nada para ser amigas de Dios. En especial, os contaré una que ha poco que traté muy particularmente. Ella era amiga de comulgar muy a menudo mucho, y jamás decía mal de nadie, y ternura en la oración y continua soledad, porque estaba en su casa por sí; tan blanda de condición, que ninguna cosa que se le decía la hacía tener ira, que era harta perfección, ni decir mala palabra. Nunca se había casado, ni era ya de edad para casarse, y había pasado hartas contradicciones en esta paz; y como veía esto, parecíanme efectos de muy aventajada alma y de gran oración y preciábala mucho a los principios, porque no la veía ofensa de Dios y entendía se guardaba de ella.

24. Tratada, comencé a entender de ella que todo estaba pacífico si no tocaba a interés; mas llegado aquí, no iba tan delgada la conciencia, sino bien grueso. Entendí que con sufrir todas las cosas que le decían de esta suerte, tenía un punto de honra que por su culpa no perdiera un tanto o una puntica de su honra o estima; tan embebida en esa miseria que tenía, tan amiga de saber y entender lo uno y lo otro, que yo me espantaba cómo aquella persona podía estar una hora sola, y bien amiga de su regalo. Todo esto hacía y lo doraba, que lo libraba de pecado; y según las razones que daba en algunas cosas, me parece le hiciera yo, si se le juzgara; que en otros bien notorio era, aunque quizá por no se entender bien. Traíame desatinada, y casi todos la tenían por santa. Puesto que vi que de las persecuciones (19) que ella contaba debía tener alguna culpa, y no tuve envidia su modo y santidad; sino que ella u otras dos almas que he visto en esta vida que ahora me acuerde, santas en su parecer, me han hecho más temor que cuantas pecadoras he visto, después que las trataba, y suplicar al Señor nos dé luz. (20).

25. Alabadle, hijas, mucho que os trajo a monasterio adonde por mucho que haga el demonio no puede tanto engañar como a las que en sus casas están; que hay almas que parece no les falta nada para volar al cielo, porque en todo siguen la perfección a su parecer, mas no hay quien las entienda; porque en los monasterios jamás he visto dejarse de entender, porque no han de hacer lo que quieren, sino lo que les mandan. Y acá, aunque verdaderamente se querrían entender ellas, porque desean contentar al Señor, no pueden; porque, en fin, hacen lo que hacen por su voluntad, y aunque alguna vez la contradigan, no se ejercitan tanto en la mortificación. Dejemos algunas personas a quien muchos años nuestro Señor ha dado luz; que éstas procuran tener quien las entienda y a quien se sujetar, y la gran humildad trae poca confianza de sí, aunque más letrados sean.

26. Otros hay que han dejado todas las cosas por el Señor, y ni tienen casa ni hacienda ni tampoco gustan de regalos, antes son penitentes, ni de las cosas del mundo, porque les ha dado ya el Señor luz de cuán miserables son, mas tienen mucha honra. No querrían hacer cosa que no fuese tan bien acepta a los hombres como al Señor; gran discreción y prudencia. Puédense harto mal concertar siempre estas dos cosas; y es el mal que casi, sin que ellos entiendan su imperfección, siempre gana más el partido del mundo que el de Dios. Estas almas, por la mayor parte, les lastima cualquier cosa que digan de ellas, y no abrazan la cruz, sino llévanla arrastrando, y así las lastima y cansa y hace pedazos; porque si es amada, es suave de llevar. Esto es cierto.

27. No, tampoco es ésta la amistad que pide la Esposa; por eso, hijas mías, mirad mucho (pues habéis hecho lo que aquí digo al principio), no faltéis ni os detengáis en lo segundo. Todo es cansancio para vosotras. Si lo habéis dejado lo más, dejáis el mundo, los regalos y contentos y riquezas de él, que aunque falsos, en fin, placen, ¿qué teméis? (21). Mirad que no lo entendéis, que por libraros de un desabor que os puede dar, con un dicho os cargáis de mil cuidados y obligaciones. Son tantas las que hay, si queremos contentar a los del mundo, que no se sufre decirlas por no me alargar, ni aun sabría.

28. Hay otras almas ­y con esto acabo, que por aquí, si vais advirtiendo, entenderéis muchas vías por donde comienzan a aprovechar y se quedan en el camino­, digo que hay otras, que ya tampoco se les da mucho de los dichos de los hombres ni de la honra; mas no están ejercitadas en la mortificación y en negar su propia voluntad, y así no parece les sale el miedo del cuerpo. Puestos en sufrir, con todo parece está ya acabado: mas en negocios graves de la honra del Señor, torna a revivir la suya y ellos no lo entienden; no les parece temen ya el mundo, sino a Dios. Peligros sacan, lo que puede acaecer (22), para hacer que una obra virtuosa sea tornada en mucho mal, que parece que el demonio se las enseña; mil años antes profetizan lo que puede venir, si es menester.

29. No son estas almas de las que harán lo que San Pedro, de echarse en la mar (23), ni lo que otros muchos santos. En su sosiego allegarán almas al Señor, mas no poniéndose en peligros; ni la fe obra (24) mucho para sus determinaciones. Una cosa he notado: que pocos vemos en el mundo, fuera de religión, fiar de Dios su mantenimiento; solas dos personas conozco yo. Que en la religión ya saben no les ha de faltar; aunque quien entra de veras por solo Dios, creo no se le acordará de esto. ¡Mas cuántos habrá, hijas, que no dejaran lo que tenían si no fuera con la seguridad! Porque en otras partes que os he dado aviso he hablado mucho en estas ánimas pusilánimes y dicho el daño que les hace y el gran bien tener grandes deseos, ya que no puedan las obras, no digo más de éstas, aunque nunca me cansaría (25). 

Pues las llega el Señor a tan gran estado, sírvanle con ello, y no se arrincone; que aunque sean religiosos, si no pueden aprovechar a los prójimos, en especial mujeres, con determinación grande y vivos deseos de las almas, tendrá fuerza su oración, y aun por ventura querrá el Señor que en vida o en muerte aprovechen, como hace ahora el santo fray Diego (26), que era lego y no hacía más de servir, y después de tantos años muerto, resucita el Señor su memoria para que nos sea ejemplo. Alabemos a Su Majestad.

30. Así que, hijas mías, el Señor si os ha traído a este estado, poco os falta para la amistad y la paz que pide la Esposa; no dejéis de pedirla con lágrimas muy continuas y deseos. Haced lo que pudiereis de vuestra parte para que os la dé; porque sabed que no es ésta la paz y amistad que pide la Esposa; aunque hace harta merced el Señor a quien llega a este estado, porque será con haberse ocupado en mucha oración y penitencia y humildad y otras muchas virtudes. Sea siempre alabado el Señor que todo lo da, amén.

NOTAS AL CAPÍTULO 2

1 Breve título marginal del códice de Alba: Paz del mundo.
2 A mil males: corregido de a muy malísima.
3 Alusión a Job 7, 1.
4 En los caps. 4-7, en que hablará de las gracias místicas. - Tropiecillos: estropecillos en el ms. de Alba.
5 En el n. 2.
6 Alusión a Cant. 1, 15.
7 Alusión a la parábola de las vírgenes. Mt 25, 1...
8 Nueva alusión bíblica: Lc 12, 20.
9 Que nos ponga cuidado de...
10 Cf. Camino 2, 6 y 13, 5 nota.
11 En el n. 7. - La frase siguiente: La carne es muy amiga...
12 El texto en cursiva está tomado del ms. de Baeza.
13 Reanuda el tema dejado en el n. 6.
14 En el c. 1.
15 De Pelillo: superficial, de cumplido y ceremonia.
16 Camino c. 18, n. 2; c. 32, n. 7; c. 41, n. 8; Moradas II, c. 1, n. 6; VI, c. 4; y c. 5, nn. 1, 6, 12.
17 O sea, con la misma falta.
18 Las cursivas indican en este número correcciones del texto tomadas del ms. de Baeza.
19 Así en el ms. de Baeza. Perfecciones se lee en el de Alba.
20 Véanse las Fundaciones, c. 6, nn. 8 y 18...
21 En el ms. de Baeza se lee así: Si lo habéis dejado, lo más dejáis: el mundo, los regalos... aplacen. ¿De qué teméis?
22 En el ms. de Baeza es más claro: Peligros sacan de lo que puede acaecer...; el demonio se los enseña.
23 Mt 14, 29.
24 Ms. de Baeza.
25 Cf. Camino c. 42, nn. 3-4; Vida c. 13, nn. 3, 4, 6; Moradas I, c. 2, n. 10. - Véase el n. 17, nota 17.
26 S. Diego de Alcalá (1463), entonces muy popular a causa de la curación prodigiosa del príncipe Carlos, 1563.
Los ms. de Las Nieves y Consuegra dan este título: "De la verdadera paz que pide la esposa, para animarse lo que pretenden perfección".


 Fuente: Mercaba